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Un extraño suceso

Al llegar a su apartamento, todo se veía igual que antes. No había nada destruido ni menos rastro alguno de la gran pelea épica que pasó. Extrañada y aún asustada, Liz entró a su apartamento en donde soltó el aire que contenía desde que entró al edificio. Se quitó los zapatos y se fue hacía su habitación en donde sonoramente se dejó caer en su cama. Se sentía agotada y adolorida, su cabeza sólo daba vueltas repitiendo cada una de las escenas del día anterior en su mente, agotándola aún más. Liz, quien ya sintió que llegaba a su límite, se dejó llevar nuevamente en los brazos de Morfeo con la esperanza de olvidar todo lo sucedido.

Violentos golpes azotaban la puerta del apartamento, el ruido era tanto que logró levantar a la joven quien a regañadientes se levantó para ver quien se atrevía a interrumpir su sueño. Al abrir la puerta, un Diego con los ojos hinchados y ojeras, de rostro preocupado recibió a la joven.

- ¡Liz! - Diego se abalanzó envolviendo a su novia en un fuerte abrazo.

- ¿Diego? -Preguntó extrañada por la visita.

- ¿En dónde te has metido? -Le reclamó entrando los dos al apartamento- ¿Sabes cuantas veces intente llamarte? Y no sólo yo, Ana y Leo han estado buscándote.

- ¿Por qué?

- Liz, no hemos sabido de ti desde hace 2 días. -contestó Diego, con mirada preocupada.

Liz no contestó de inmediato, trataba de asimilar la información. ¿Desde hace 2 días? Imposible, decía la joven. No entendía como habían pasado 2 días, si para ella sólo pasó unas horas. Pero entonces recordó la imagen de esta mañana, el joven rubio sostenía un pedazo de algodón Y ella estaba en su casa, dormida en el diván. Recuerda haberse quedado inconsciente después de ver la pelea pero no se imaginó que ya habían pasado 2 días desde eso, Altaír nunca lo mencionó.

- ¿Liz? ¿Estás bien? - Diego tomó de la mano a la joven y ambos tomaron asiento en la cama.

- No pensé que ya había pasado tanto... -susurró la joven.

- Liz, ¿qué está pasando? Estas actuando muy extraño. - Diego le acariciaba la cabeza- Si estás así por lo que discutimos, lo siento mucho pero no tenías por qué desaparecer de esa manera.

Al Diego mencionar eso fue como Si un foco se encendiera en la cabeza de la joven. Recordó la pelea con Diego debido a que este no le creía pero también recordó lo que planeaba hacer.

Ya sabía quién era el Asesino.

- ¡Diego!

- ¿Dime amor?

- ¡Se quién es el asesino! -Diego tragó en seco, sin poder creer lo que salió de los dulces labios de su novia.

- ¿Estas segura, Liz? Si lo que dices es cierto, tenemos que ir a la policía.

- ¡Estoy completamente segura!

- ¿Cómo lo sabes? - Liz dudó unos segundos antes de contestar.

-Me estaba siguiendo. Desde hace días.

- ¿En serio? ¿Por qué no me dijiste? -Preguntó alarmado.

-Lo intenté, pero no me creías. -En ese momento Diego se sintió culpable.

-Lo siento, amor. ¿Pero realmente estas segura?

-Lo estoy. Incluso sé su nombre. -al oír eso, Diego se alteró por completo.

- ¿Cómo sabes todo eso, Liz? ¿En dónde estuviste? ¿Qué fue lo que pasó? -Diego la bombardeo con preguntas.

-Te contaré todo, ¿sí? -respondió con voz calmada, en un intento de hacer lo mismo a Diego.

Cuando la joven terminó de contarle todo con detalles, Diego no sabía que pensar. Por un lado, eso le sonaba sacado de una película pero por otra parte, si lo que decía su novia es real, ella podría estar en grave peligro.

-Tenemos que ir con la policía y contarles todo. -dijo la joven al finalizar su relato.

- No.

- ¿No? ¿Por qué No?

- No podemos ir y decirles todo sin tener pruebas. No nos creerán, amor. -A Liz le dolió escuchar eso, decía la verdad, pero entendió el punto de Diego. Primero necesitaban pruebas.

- ¿Cómo tendremos pruebas? -cuestionó la joven.

- ¿No hay cámaras de seguridad en el edificio?

Liz y Diego salieron del apartamento en busca de la casera. Tal vez ella podría tener alguna información o mejor aún, las cintas de las cámaras de seguridad.

Bajaron al segundo piso y tocaron repetidas veces la puerta de la casera, pero nadie respondió.

-Tal vez salió. -Comentó Diego.

-Debe estar ahí. -contestó Liz quien seguía tocando la puerta. Diego le apartó la mano.

-Ya detente, Liz. Volveremos mañana.

Diego, presionó el botón del ascensor pero casi inmediatamente este se abrió dejando salir a Margo, la señora de la tienda de conveniencia.

- Liz, cariño. ¿Eres tú?

-Margo. -le saludó- ¿Has visto a la señora Méndez?

-Oh, Liz. -Contesta con tono de lamento- ¿No supiste?

Diego y Liz intercambiaron miradas.

- No, ¿qué pasó?

-La señora Méndez murió.

- ¿Que? ¿Como? -cuestiona la joven.

-Nadie lo sabe. Su nieto vino a visitarla como todas las tardes y al no escuchar respuestas entró a la casa encontrando a su pobre abuela tirada en el piso. -Contó Margo.

-Dios mío, debió ser horrible.

-Es una pena. -respondió Margo- Ahora su hijo y nieto se encargarán del edificio.

-Entiendo. Gracias por decirnos. -Liz tomó a Diego de la mano y volvieron al apartamento de la joven.

- ¿Ahora qué haremos? -Pregunta Liz.

- No lo sé amor, algo anda mal.

- ¿A qué te refieres?

-Nunca vi ese caso en las noticias. -Comenta Diego- Investigaré en la comisaría, tal vez alguien sepa sobre esto.

- Por ahora vayamos a dormir. Tengo clases mañana. -contesta Liz quien toma asiento en la cama. Diego hace lo mismo.

-Te extrañé, amor. Lamento no haberte creído ese día.

- Amor -la joven sostiene el rostro de Diego en sus manos- No te preocupes por eso.

Diego acortó la poca distancia que había entre ellos y juntó sus labios con los de su novia. Liz quien enseguida le correspondió el beso, llevó sus manos hasta rodear el cuello de Diego. Los dos jóvenes se dejaron caer en la cama mientras se besaban cada vez con más intensidad, a la vez que Diego extendía su brazo para apagar la luz que desprendía la lámpara de la mesita de noche.

Desire | Libro 1 (Saga Desire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora