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Una charla amistosa.

Los días han pasado, la nieve es cada vez más intensa y parece no tener fin. El frío se apodera de las paredes mientras que Liz intenta prender la chimenea del salón.

Altaír baja las escaleras a paso rápido y se detiene en el umbral observando en silencio a Liz, quien actúa como si no estuviera ahí a pesar de haber notado su presencia desde que salió de su habitación.

Desde la discusión que tuvieron, han estado evitándose el uno al otro, solo teniendo comunicación a la hora de alimentar a la recién vampira.

—Elizabeth. —dice el joven, llamando su atención.

Liz le ignora y cuando logra prender la chimenea toma asiento en el diván, levanta su mirada hacia el joven quien la observa con molestia.

— ¿Qué quieres? —responde.

—Saldré un momento y necesito que te quedes aquí, en silencio.

— ¿Saldrás? Todavía el sol está afuera.

—Es lindo ver tu preocupación pero no es necesaria. El sol solo afecta a los convertidos como tú. —explica con cierta altanería en su voz.

Liz no puede evitar poner los ojos en blanco ante su respuesta y se cruza de brazos.

— ¿A dónde irás? —Altaír se acerca y le da la carta recibida por el consejo, Liz la toma y vuelve a leerla— ¿No es peligroso? Te llamaron por mi culpa.

—Más bien es por culpa de Dagomar. —Dice rápidamente— No te preocupes, solo iré a charlar con ellos. Una charla amistosa.

Sonrió para calmarla pero dentro de sí, sabía hasta en los huesos que si el consejo te llamaba, nunca sería para algo bueno.

—Bien.

—Liz. —Altaír se acerca a ella y dice— Necesito que te portes bien, ¿entiendes? No voy a estar y nadie sabe que estás aquí. No te acerques a las ventanas y por nada del mundo salgas de la casa.

Liz se queda en silencio. Los ojos de Altaír están fijos en los de ella.

—Responde.

—Entiendo. —Las palabras salieron sin su permiso y supo que su creador le había dado una orden que no podía desobedecer.

Con el paso de los días, cada vez que Altaír le ordenaba algo mediante el pacto de sangre, sentía un peso en todo su cuerpo y si siquiera pensaba en desobedecerla, sentía su cabeza martillar del dolor. Entendió que el pacto era algo más complejo de lo que pensaba.

—Bien. —Altaír camina nuevamente hacia el umbral pero antes de salir de la habitación, se detiene y dice— Te prometo que regresaré lo antes posible.

Y con eso se fue.

(...)

Pasos resonaban en el angosto pasillo de mármol. El intenso olor a humedad inundaba sus fosas nasales mientras que en su cabeza no dejaba de pensar en lo que estaba por venir. Siguió caminando hasta llegar a una gran puerta y la atravesó encontrándose con los tres ancianos quienes lo observan sorprendidos ante su presencia.

—No pensé que realmente vendría —habló el tercer anciano. Era el más bajo de los tres pero también el de peor carácter. Vestía una gran túnica negra al igual que los demás pero debajo de esta traía un traje. Su cuerpo era ligeramente encorvado y su cabello blanco brillante peinado hacía atrás. De los tres era el más joven.

—Que agradable sorpresa tenerlo aquí, joven Decksheimer. —dijo el primer anciano. Quien era de apariencia más agradable e incluso su voz sonaba amable pero solo le servía para ocultar su lado más sádico reservado para aquellos que se atreven a oponérsele.

Desire | Libro 1 (Saga Desire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora