Epílogo

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PDV Arthur

Día...135

Ha pasado poco más de un mes desde que Martina se fue. Desde ese momento no pude recuperarme, sabía que Emma sentía mucha lástima por mí, a diferencia del resto de mis compañeros, no entendían porque me veía tan malhumorado todo el tiempo ya que no me conocían. Sin embargo, creo que el malhumor y la frialdad es lo que me ayuda en el momento de ponerme el pesado uniforme negro y salir a la calle a vigilar. Recibí varios entrenamientos de repaso y durante este corto lapso de tiempo solo atrapé a dos jovencitos maleducados y bromistas, pero nada serio.

Pero cuando vuelvo a casa... siento un pesado e incómodo silencio y soledad, mi comida no sabe tan bien como la suya, nunca lo hizo... mi cama se siente tan grande y dejó de existir la estela de olor dulce que tanto me acomodaba. Los partidos se sienten silenciosos sin que ella esté lanzando insultos como un diccionario viviente del lunfardo y las salidas al parque se hicieron menos frecuentes, hasta la gente que veíamos a menudo me miraban extrañados. Cómo si se preguntaran dónde estaba esa encantadora y rara señorita que me acompañaba.

Los últimos fines de semana que fui a ver a mis padres, no sentía las ganas para seguir mintiendo así que simplemente les conté lo que pasó. Papá estaba sorprendido y mamá bastante angustiada, pero como me vio tan mal, no quiso que me rindiera o algo así, que tenía que arreglar las cosas.

Y es que nunca me rendí, cuando quise mandarle algún mensaje me di cuenta de que me había bloqueado. Demonios que estaba enojada conmigo, tuve que recurrir a mandarle cartas pero ninguna me fue contestada. Llegó un punto en el que entendí, ella estaba tan lastimada como yo.

Sin embargo, no creía que Martina fuera una de esas chicas que no perdonan a morir, es decir que podría perdonarme. El problema, es que también es orgullosa a morir, así que en el caso de que quiera perdonarme no vendría a ver al viejo Arthur.

Y aunque sepa eso con seguridad, no puedo dejar de fantasear en el día que ella llame a mi puerta, en el que me cocine su milanesa con puré, que sienta la suavidad en su piel y la infinidad de sus ojos. Cada día haciendo guardia imagino su cabellera rubia con olor a limón pasando frente a mí, pero resulta que nunca pasa.

A este paso no voy a olvidarla nunca...

-Arthur, mi amigo... la amas

-Tsk, no digas cursileadas- quise parecer aunque sea un poquito más resistente.

-Pero por favor, puedo reconocer a un hombre enamorado dónde yo quiera y déjame decirte que es un auténtico espectáculo porque el amor de verdad no está muy presente estos últimos tiempos... ¿sabes?

-Dime rana, ¿alguna vez te enamoraste?

Su expresión cambió ligeramente a una más nostálgica- ¿Yo?, hubiera matado por ella, pero el día que me dejó me sentí tan mal y enfermo como tú ahora cejitas...- se cruzó de brazos sobre la mesita, con cuidado de no tirar su café con leche o su croissant, lo mismo que ella solía desayunar- melancólico, loco de atar, poco dormir, angustia constante rozando la depresión y todo el tiempo con su voz en tu cabeza... parece que la esquizofrenia no estaba tan lejos de ti, ¿o si Arthur?

-No digas tonterías, no soy esquizofrénico- dije seguro y firme antes de tomar un sorbo nervioso de té.

-Solo digo, que es una sensación muy parecida a la de ella, imagínate que a pesar de tomar lo remedios y eso debe sentirse el doble de peor... aunque los grupos de día y psiquiatras también deben estar ayudándola a olvidarte... y si llegas tarde a su vida hay dos opciones...- señaló con sus dedos- una, te habrá superado y perdonado pero no tendrás oportunidad con ella, o dos... ella te habría olvidado pero al volver a su vida le darías un descontrol tan fuerte de emociones que se va a enfermar más que nunca.

Esquizofrenia|UkArg AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora