Me gusta ver como llueve: ver como esas gotas caen sin miedo alguno empapando cuerpos ajenos.
Quiero ser lluvia y dejar caer mi tormenta sobre las personas que hay a mi alrededor sin importarme tan siquiera mojarles. Quiero hacer ruido y que la gente comprenda lo que es llevar ese peso encima, ese peso en los ojos. Quiero que se pierdan con mi neblina y que se encuentren a ellos mismos de una vez por todas.
Y me encanta oír como la lluvia cae. Ese sonido de liberación, golpeando una y otra vez contra el cristal de mi habitación. Llamando a cada ventana y manifestando la furia que guardaba. Poco a poco, liberándose, liberándome.
Pero, sobre todo, amo seguir a la lluvia. Inundando mi cabello y recorriendo con ella cada calle. Sin temor, paso a paso. Explotando mil veces sobre todo ser, vivo o inerte. Quiero eso; ir sin pánico, rompiéndome, mostrando mi verdadero yo. Pues por algo estamos atormentados, para crear la tormenta que haga sentir al mundo el océano de sensaciones que habita en nuestro corazón. Deseo que se grite sobre cada una de mis gotas. Deseo soltar cada suspiro generando niebla, para no ver nada, sólo dejarse llevar por el instinto y el sentimiento de los que tantos decidimos privarnos.
Así que esta noche me convertiré en agua limpia, cuando el dolor haya pasado y ya no esté abrumada ante mis verdades, entonces tú y yo seremos llovizna y caeremos suavemente sobre los pensamientos de miles y sus ilusiones apagadas.