Depresión

3 0 0
                                    

Voy a hablar sobre el desastre y de como se apodera de la mente de cada uno. No son más que sensaciones inundando sin aviso alguno, sin un previo saludo que nos haga prever sobre que caeremos bien hondo, y que vamos a necesitar salir con violencia sobre nosotros mismos.

Déjame contarte como llueve tras mis ojos pero tú sólo puedes ver el arcoíris en mis labios.

Como el día a día ha estado castigándome y eso que recién llego a esta tristeza, he oído de gente que lleva varias vidas, lo que para mi unos años no suponen nada. He escuchado que algunos mueren para volver a nacer en esta incomprensión, dicen que un día se levantan y ya no hay ganas, y para mi eso es más muerte que no poder despertarse en la mañana. Se han dado por muertos, y para mi eso es sentir más que el resto, y a la vez no sentir nada en tus adentros.

Comentamos sobre nuestros cuerpos y ellos también lo hacen como si hubieran observado con detenimiento nuestra desnudez, como si hubieran descifrado lo que nuestra piel ilustra en historias. Digo yo de tener derecho a hacerme daño pero, creo que debería ser ilegal guardar cuchillos bajo las vacías cobijas. Dicen ellos que no tenemos suficiente con lo que nuestras mentes guardan para si mismas, ellos dicen que no estamos a su altura y esa es la razón para dañarnos. Pues bien, si se creen que pueden conseguir más de lo que nosotros ya nos hemos creado, ese dolor innecesario.

Puede que a veces requiramos de contarlo y nos acerquemos esperando oír a otro de nosotros que ya lo haya superado, si eso es posible, y así ser bien aconsejado. Al final acudimos a quien no conoce las palabras para expresar el sentimiento y sólo intenta consolar haciéndonos creer que nuestros problemas no son nada más que exageraciones que hemos estado construyendo este tiempo. Y déjame confesar, que si bien fui yo o no la primera en hacerme daño, he sentido que me moría y eso no tiene una forma de verse menos de lo que es. Esto es tristeza, en aumento y en descontrol, esto se va de nuestras manos, y sobre todo huye de todos nuestros conocimientos.

He de decir que aunque la salida estuviese escrita en llamas delante de mis ojos, ahora mismo sería incapaz de verla, y si la viese, no podría alcanzarla. Y es así, ahora estoy encerrada en la habitación dejando que cuatro paredes se marquen como mi prisión. Pero, está bien, voy a sufrir un poco y cuando sienta que, a pesar de los golpes en mi pecho o la sangre recorriendo, no hay latidos, entonces acudiré a tomar el picaporte de la puerta y a luchar por vivir aún estando muerta en vivo.

Prosa poética del sol naciente. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora