Hoy el cielo vuelve a estar nublado, como siempre, pero hoy hace bastante calor. He salido solo con una camiseta de tirantes negra. Creo que debería ir de compras. Así es como llamo yo el entrar en una tienda y llevarme lo que me da la gana. Puede que a la vuelta haga una parada para coger ropa.
No queda mucho para llegar a la biblioteca, puede que unos 20 minutos. El único sonido que se escucha es el de mis botas resonando en la carretera. Observo el camino que me se de memoria, los mismos coches de siempre estampados, los cristales de los escaparates rotos en mil pedazos y algunos esqueletos por el suelo. Sin duda es una visión muy triste. Camino en silencio y una extraña sensación invade mi cuerpo. Siento que no estoy sola, me giro y observo pero no hay nadie en a calle, solo yo. Sigo caminando un poco más deprisa y la sensación no cesa. Un escalofrío recorre mi cuerpo, la idea de que una bestia pueda cruzarse en mi camino me aterra, puede que sea incluso sea una banda de carroñeros. Los carroñeros son grupos de personas que van asaltando a los supervivientes que quedan, si les gustas te llevan con ellos y según dicen hacen lo que quieren contigo. A mí se asaltaron una vez tres carroñeros pero tuve suerte, porque eran tres veces más grandes que yo, y cuando me pusieron la mano encima, ya tenían todos una bala entre ceja y ceja. El miedo que me produce solamente la idea de volverlos a ver me hace temblar.
No, el miedo no puede invadirme ahora, tengo que pensar en algo. Si alguien me está siguiendo, lo va a pagar muy caro. La biblioteca queda a unos cuantos metros y se me ha ocurrido un plan.
Sigo caminando intentando parecer tranquila, ya veo la puerta pero decido girar a la derecha en el cruce de antes. Me quedo escondida en la pared y saco mi cuchillo que sujeto con fuerza en la mano. Espero, y el sonido de los pasos que había surgido se va haciendo más cercano hasta que al final aparece ante mis ojos. Sin pensármelo dos veces agarro del cuello a la figura que ha aparecido ante mí y le pongo el cuchillo en el cuello a la vez que lo estampo contra la pared. Me aseguro de que no hay nadie más y lo arrastro hasta entrar en la biblioteca. Una vez dentro, cierro con el pestillo de una de las salas de lectura y lo vuelvo a estampar contra la pared.
- ¿Quién coño eres tú y por qué me estabas siguiendo? - Me mantengo segura y lo inmovilizo ante sus movimientos para liberarse de mi agarre. Pero ni una palabra por su parte.
- Te he hecho una pregunta.- Le acerco más el cuchillo al cuello. - Con que no hablas eh, bueno pues como no contestes en cinco segundos me aseguraré de cortarte la lengua para que no vuelvas a hablar nunca más. No te lo voy a volver a repetir, ¿quién eres y por qué me estabas siguiendo?- De nuevo no obtengo respuesta.- Está bien, tú lo has querido.
Me dispongo a levantarle la máscara, pero en un abrir y cerrar de ojos me encuentro en el suelo y lo veo tratando de escapar. Se cree muy listo pero yo soy más rápida y lo agarro del tobillo haciendo que caiga al suelo también. Forcejeando y peleando un poco acabo sentada encima de él inmovilizándolo. Ha agotado mi paciencia y si tenía que cortarle la lengua, no dudaría ni un segundo en hacerlo, y yo siempre cumplo mi palabra.
Después de asegurarme que no tiene ningún cuchillo ni arma, finalmente le arranco la máscara de la cara y quedo impresionada por lo que hallo bajo ella. Es un chico, que no parece mucho mayor que yo. Tiene el cabello negro despeinado y mis ojos reparan en los suyos, unos grandes ojos de color amarillo que nunca antes había visto. No eran color ámbar, no eran ni siquiera normales, eran de un color amarillo radioactivo y juraría que es imposible tener ese color a no ser que sean unas lentillas.
Analizo su atractiva cara y miro sus dos cicatrices, una en la ceja y otra en el labio que es a penas visible. Sus labios, preciosos labios... que forman una sonrisa torcida y entonces despierto del engatusamiento y de un movimiento cambiamos posiciones y ahora la que está inmovilizada soy yo. Me agarra con una fuerza enorme y yo no puedo librarme de su agarre pero no me pienso rendir, soy canija pero capaz de darle un rodillazo en sus partes. El chico me suelta de inmediato y suelta un grito de dolor y entonces aprovecho para darle un golpe en la cabeza con un diccionario que había cerca que lo deja aturdido. Repito el golpe y el chico cae al suelo. Le siento en una silla y saco un par de bridas de mi mochila y le ato las manos y los pies. Mientras espero a que despierte le reviso la mochila.

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Radioactivo
RomanceBala, así es mi nombre, no es muy normal pero le pega al mundo apocalíptico en el que vivo. Así es, el mundo ha terminado. Ya no queda absolutamente nada, solo estamos mis demonios y yo, ah y mi perro Fantasma(muy apropiado el nombre). Os voy a cont...