¡¿Dónde están?!

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Sábado por la mañana. El sol estaba lo suficientemente arriba en el cielo como para colar algunos rayos de luz por entre las cortinas del cuarto. Éstos terminaron impactando en el rostro de la persona que ahí dormía, perturbando su sueño en cuestión de algunos minutos.

Poco a poco fue abriendo los parpados cediendo ante la insistencia de la luz. Por fin medio abré los ojos, se talla éstos con ambas manos y suelta un sonoro bostezo. Se quedó unos segundos más recostada mirando hacia el techo… algo estaba mal. Sentía que la pijama le apretaba. ¿A caso le habia crecido el busto? Tenía que confirmarlo.

Retiró las cobijas y sabanas haciéndolas hacia un lado, se sentó en la cama y miró sus pies. Eran más grandes de lo normal. Se asustó, y sin siquiera pensar en ponerse algún tipo de calzado, corrió hacia el baño.

Entró lo más rápido que sus manos le permitieron girar el picaporte y se miró en el espejo. No estaba su habitual reflejo, en cambio estaba el rostro de un chico de cabello anaranjado un poco mal retocado.

-¡Aaaaaaaaaah!- gritó asustada y con todas las ganas del mundo. De inmediato se tapó la boca con una mano. Su voz… era considerablemente mucho más gruesa. No era su típica voz de mujer. Se llevo las manos al pecho.

-¡Mi pecho! ¡Desapareció!- dijo palpándose insistentemente la zona.

Trató de tranquilizarse inhalando y luego exhalando. Contó hasta 5 y volvió a verse al espejo.

¡Otra vez el rostro de chico! Se asustó tanto que cayó de sentón en el suelo del baño, hasta ese momento se percató de una sensación rara rozándole entre las piernas. No, no quería ver que había debajo de su pantalón para dormir.

-¡Vamos, Lisa! Esto es un sueño, no hay un chico en tu espejo, tu voz no es gruesa y tu busto seguirá ahí en cuanto cuentes hasta 10.- se dijo a si misma con el tono alterado mientras trataba de volver a tomar aire. -uno, dos, tres, cuatro, cinco…- no alcanzó a terminar su conteo porque en ese pequeño lapso de tiempo ató cabos de lo que estaba pasando.

No había ningún chico en su espejo, la voz, su busto… Volvió a pararse, y el espejo volvió a mostrarle el rostro masculino.

-No puede ser posible…- por fin se había dado cuenta de que aquello era su mismísimo reflejo.

Y justo en ese instante, la puerta del baño se abrió de par en par dejando ver a una Jennie preocupada del otro lado.

-Lisa ¿Estas bien? Escuche gri…- paró en seco de hablar al ver que la persona que estaba frente a ella era nada más y nada menos que un chico. -¡Aaaaaah! ¡¿Quién diablos eres tú?! ¡¿Qué le hiciste a Lisa?!- le dio una barrida rápida con la mirada. -¡¿Por qué estas usando su ropa?!-

-¡Soy yo!- Trató de explicarse pero Jennie salió corriendo en cuanto trató de acercársele. Maldijó en voz baja, no podía salir en esas fachas, se le marcaba todo, y más aquella zona que menos quería que se notara.

-¡Aaaaaaaah!- volvió a escucharse otro gritó de Jennie.

Lisa salió corriendo del cuarto de baño, y lo que se topó la dejó con la boca abierta. A la mitad de su cuarto estaba Jennie muerta de miedo, y en la puerta había un chico de cabellera azabache portando la pijama de Jisoo notoriamente apretada.

-Jennie, relájate… Soy yo, Jisoo.- dijo el jovencito con las manos estiradas hacia delante como si tratara de controlar una bestia.

-¿Qué demonios dices? Jisoo unnie no es un hombre, maldito pervertido. ¡¿Por qué llevas su ropa?!- le contestó muy furiosa la castaña.

-¿Jisoo unnie? ¿Eres tu?- preguntó sorprendida Lisa. No había sido la única con aquel problemita.

-¿Lisa? No puede ser… también a ti te pasó.- respondió el azabache.

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