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Nuevamente el nudo en su garganta se formó como todas las noches.

Otra vez, estaba llorando mientras se aferraba a su almohada.

Rogandole a un Dios que jamás ha visto, que calme su dolor un poco.

Que le de aquel confort que hace años no tenía.

Y que sí lo tenia, le era arrebatado de las manos con un simple chasquido.

De nuevo el moreno de ojos tristes, se rompía un poquito más en la soledad de su habitación.

Con la cabeza llena de mil y un pensamientos que sólo le herian.

Con la garganta irritada por tanto gritar contra la almohada.

Los ojos desbordantes de lastimeras lágrimas que trataban de reparar aunque sea un poco su pobre corazón.

Pero no sería así.

Porque quienes conformaban su corazón, no sabían el dañó que le provocaban con unas simples palabras que lograban calar hasta la ultima célula de su cuerpo.

Dejando huellas que quemaban.

Que no se borrarian.

Que cicatrizarian, sí, pero no se irían.

La noche pasaba tan rápido, que ni cuenta se dio.

Tan sumergido en su dolor estaba que siquiera silenció el despertador que avisaba debía alistarse para ir a sus clases.

Se levantó con las pocas fuerzas que tenía y el sueño comenzado a adormecerlo, que al entrar al baño y mirarse al espejo, sonrió.

Ahí estaba, esa sonrisa que evitaba preguntas que no quería responder.

El gesto que transmitía cierta "paz" a sus amigos, que les daba a entender que su moreno amigo estaba de las mil maravillas.

Una máscara que portaba de día.

Y que ocultaba un gran penar qué solo era descubierto por las noches.

Noches en las que se permitía desarmarce y liberar todo lo que en el día no pudo.

Con la sonrisa plantada en su rostro, se fue a sus clases.

Cumpliendo así, la monotonía de su vida.

Evitando preocupar a los demás.

Tears...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora