09. Porque el tiempo no perdona, hermano.

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El lunes de su tercera semana en el pasado, a inicios de Octubre, Tsunayoshi se encontró con la prueba más difícil de superar que hubiera tenido que vivir en sus veinticinco años de vida. Reborn lo había despertado con delicadeza esa mañana... Tanta que casi dejó caer su sangre en el piso inferior nada más abrir los ojos.

Nada más despertar y notar que había un taladro a diez milímetros de su bello rostro de niño.

Solo recordarlo lo estremecía, escuchó un carraspeo a su espalda y miró a la enfermera. Dio un paso fuera del camino de inmediato y ella abrió la puerta, adentrándose en la habitación, pero deteniéndose antes de alejarse demasiado.

Ella lo miró.

—¿Vienes a ver al paciente o la puerta de la habitación?

Se aclaró la garganta, nervioso.

—En realidad, ninguno de los dos —murmuró temeroso—. Vengo a... Vengo a buscar a la visita de Kusakabe-san.

La enfermera entendió su indecisión demasiado tarde, para cuando ambos lo notaron, frente al carrito que arrastraba la señora se encontró el terror de Namimori. Hibari Kyoya miró de una a otro un par de veces, antes de fruncirles el ceño.

—Tetsuya ha comido ya —anunció con frialdad antes de centrarse en Sawada—. Sobre ti, ten la decencia de presentar tus respetos al vicepresidente que suples.

Ambos asintieron, despacio...

La enfermera escapó en cuanto pudo, Tsuna se encontró indeciso nuevamente. No sabía si envidiarla o no. Jamás esperó que las hormonas adolescentes lo volvieran estúpido, usualmente tenía un control perfecto sobre sus instintos más primitivos.

La abstinencia de Kyoya podía durar de dos a tres semanas, como mínimo.

Y allí estaba él, ingresando a una habitación de hospital para saludar a Kusakabe con el corazón entre las manos, los deseos carnales desatados y unas tremendas ganas de pegarse semerendo tiro entre las cejas.

Tetsuya desvió su mirada de Hibird hacia el visitante cuando el ave calló, mirando con mucha atención al intruso. Decir que se sorprendió por la inesperada presencia de Tsuna allí, sería quedarse corto. Miró detrás del chico, atrapando a Hibari con los ojos sobre Sawada y casi sonrió.

Se mantuvo impasible.

—Sawada-san.

—Kusakabe-san —jadeó, jugueteando con sus dedos repentinamente nervioso. Incluso en el futuro, Tetsu se burlaba de él por lo sucedido—, ha pasado un tiempo yo... Jesucristo, estoy tan arrepentido de haberlo arrollado. ¡Me estoy esforzando por ser un excelente reemplazo! Estaré esperando su pronta recuperación. ¡Si hay algo que pueda hacer...!

—No te preocupes tanto por esto. ¡Son mis vacaciones! —sonrió, más calmado que el día del accidente— Además, me quedo más tranquilo al escuchar de Kyo-san lo bueno que estás siendo en el trabajo. ¿De casualidad no quieres quedarte mi puesto?

—Por favor, jamás vuelva a bromear sobre eso —rogó acercándose a la cama del joven, sabía demasiado bien que el chiste lo seguiría hasta su ceremonia de bodas. ¡Tetsuya era su padrino y había jurado relatar ese vergonzoso suceso!—. Tengo la sensación de que esto me seguirá al fin de mis días. ¡Voy a recordar lo que le hice el día de mi muerte!

—Tampoco exageres —golpeó su cabeza cuando se sentó en el asiento que Hibari había abandonado un momento atrás—. Quizá lo mencionaré en tu boda si me invitas, pero nada más.

Nuevamente, él era el padrino de Kyoya. Uni era su madrina de bodas...

¡¿Quién demonios había elegido a ese par?!

Diez años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora