24. Epílogo II.

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Las flores de Sakura se esparcían por todas partes, dejando en claro la llegada de un nueva primavera en sus vidas. Aquella mañana, especialmente, podría consisderar el inicio de una última aventura en su juvenil vida adolescente.

El tiempo finalmente se estaba acabando.

Tsunayoshi suspiró, lamentándose ligeramente, mientras él y su mejor amigo, Kozato Enma, se buscaban mutuamente a lo largo de la lista de todas las clases del último año.

Como supuso, finalmente alguien había decidido que lo mejor era separarlo de su grupo.

—Casi puedo escuchar a Yamamoto quejarse —comentó el pelirrojo, apoyándose ligeramente en el hombro de su amigo mientras ambos finalmente daban con el nombre del otro—. Es una lástima, ¿no crees? Cuando finalmente hemos llegado tan lejos, repentinamente nuestros caminos se separaron...

—Seguiremos estudiando en la misma institución, Enma —rodó los ojos, golpeando el brazo ajeno y dándose la vuelta—. Mejor busquemos a Uni, desde que la ceremonia de entrada comenzó no he podido verla y estoy un poco preocupado de que se haya perdido.

—Tonterías —bufó, siguiendo a Tsunayoshi mientras cruzaba las manos tras su espalda—. Te preocupas demasiado. ¡No es como si ese ser innombrable fuera a aparecerse aquí!

Sawada retrocedió un poco, dudando solo un momento antes de seguir adelante. Una sonrisa ligera se plasmó en su rostro y miró de reojo a su mejor amigo.

No tenía recuerdos relacionados a tres meses de su vida, abarcando todo el tiempo de su "maravilloso trabajo" como asistente de Hibari Kyoya. De lo poco que entendió entre las malhumoradas explicaciones de su tutor, aparentemente había llevado a cabo un trabajo "decente", pero estaba igualmente irritado por su poco rendimiento académico durante ese tiempo.

Reborn le prohibió estríctamente cualquier tipo de interacción con Rokudo Mukuro y todo aquel que estuviera aunque sea mínimanete relacionado con el Comité Disciplinario, ni siquiera Adelheid tenía permitido entrar en su casa cuando iba a recoger a Enma los días en que ellos se reunían para hacer las tareas bajo la "supervisión" (que rozaba en acoso) del mejor asesino del mundo.

Tsunayoshi no lo entendía del todo, pero previo a eso se encontró a sí mismo despertando en un hospital con Dino Cavallone llorando a su lado mientras balbuceaba cosas como "me lo perdí", "yo también quería jugar" y tonterías varias.

Los doctores que lo atendieron, le explicaron a su madre que su situación se debía a una impresión demasiado fuerte y era probable que jamás recordase lo sucedido en el lapso de tiempo que su cerebro suprimió y, según palabras de su tutor, eso era lo mejor.

Tenía un caso peculiar de amnesia selectiva.

Con eso como excusa, Tsuna no dudó en seguir casi religiosamente los mandatos del dictador en miniatura que vivía y dormía casi pegado a su cuello. Debía admitir que, por lo menos por dos meses desde el incidente, su tutor actuó de una manera sospechosamente protectora.

Nadie se atrevía a acercarse a él con malas intenciones, incluso Reborn se reprimió un poco y no provocó ninguna desastre a su alrededor.

¿Su razón para ello? Ninguna. Aparentemente, no era asunto de Tsunayoshi el cómo había decidido instruirlo. Incluso se pensó (y esto lo sabía porque lo escuchó hablar con Bianchi) el llamar a Fon para "instruirlo" en alguna práctica relajante o Zen, pero al final lo descartó porque era "jodidamente parecido, pero en pequeño".

Sí... El Reborn tranquilo resultó tan extraño y aterrador, que finalmente Tsuna mismo comenzó a buscarse problemas.

Cuando lo hizo, su tutor enloqueció por la fracción de un segundo antes de notar algo (¿Qué? Ni idea), cuando comprobó lo que sea que hubiera notado, finalmente sonrió como le encantaba hacerlo y la tortura se retomó pasados unos días.

Diez años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora