22. Final.

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No creía en las palabras de la biblia, pero se sentía el Mesías.

Simplemente había llegado para salvar el mundo y una vez hecho su trabajo, se iría sin esperar más recompensa que vivir la vida sin demasiadas complicaciones. Debía admitirlo, los finales siempre eran un poco aburridos así que sus planes de dejar una huella estaban más que preparados.

Tsunayoshi sonrió, tomando su mochila y dirigiéndose hacia la puerta para encontrarse con aquellos que lo escoltarían hacia su... Uh... ¿Último viaje?

Extrañaría su adolescencia, se quedaría con aquellos recuerdos que siempre creyó perdidos y los atesoraría como un regalo de bodas por parte de algún maldito que recibiría un castigo ejemplar.

Sí, Verde iba a conocer el infierno cuando regresara...

El Verde actual no necesitaba saber eso.

Riendo entre dientes, demasiado consciente de sus futuras travesuras, el joven capo bajó las escaleras con alegría. Encontrándose en el recibidor el hóstil rostro de quien siempre sería su tutor, incluso cuando pronto (hablando del futuro y no del pasado) lo abandonaría para irse lejos, lejos.

Porque Tsuna no era tonto, señores. Las miraditas que ese asesino dedicaba a su guardián del rayo no eran algo que él, como hermano, pudiera dejar pasar tan pasivamente.

No, no.

Tsunayoshi ahora era el jefe (uno medio lamentable cuando estaba con Reborn, pero jefe a fin de cuentas), así que casi todos sus mandatos eran absolutos y recientemente había escuchado de un pobre desgraciado que estaba próximo a heredar la mafia de uno de sus aliados.

Que Vitali se lo agradeciera después, dejaba a su tutor a cargo de aquella joven promesa.

Ya luego se disculparía con el muchacho.

—Te tomaste tu tiempo, Dame-Tsuna —bufó el niño, luciendo tan irritado como su versión adolescente cuando le comentase sobre su nuevo encargo—.  ¿Qué demonios te guardaste en el bolso? Sólo vamos a estar fuera una hora, además, te regresas a tu casa y es mi aprendiz el que vuelve. No necesitas llevar nada.

—Son aperitivos, en caso de que Verde empeoré todo o la maquina explote haciendo que tengamos que esperar un poco más —se encogió de hombros, completamente inalterable—. ¿Kyoya y Mukuro han venido ya?

—Están esperando a una cuadra de la casa —asintió, subiéndose en su hombro mientras ambos salían de la residencia—. ¿Estás seguro de no querer avisarle de esto a alguno de los chicos? Por lo menos, deberías despedirte de Enma.

—No me gustan los sentimentalismos sin sentido —excusó, haciendo al asesino bufar—. ¡En serio! No es como si me estuvieran alejándo para irme a otro país y no regresar jamás. Simplemente estoy regresando a donde pertenezco, es un tiempo que nos esperará a todos desde este día.

—Ya, no me hace ninguna ilusión —Tsuna sonrió, demasiado consciente de que Reborn conocía lo que estaban por celebrar ese día, dentro de diez años—. ¿En serio vas a casarte con ese sujeto? Me he esforzado un montón para conseguirte a Kyoko, incluso juraría que le gustas.

—Incluso si le gustase, no soy el indicado para ella y sé que es feliz junto a Tetsu —y hablando de él, sí se sentía mal de no despedirse—. Además, Reborn, jamás decidí que estas cosas sucedieran. Simplemente un día desperté teniendo que enfrentarme al hecho de estar enamorado de otro hombre, peor todavía. Me enamoré de Hibari Kyoya.

—Tus malditas hormonas tienen que estar mal —suspiró, sonando tan cansado que ni siquiera parecía él. Tsuna sonrió cuando a lo lejos divisó la futura de sus guardianes discutiendo—, pero no hay modo de hacerte cambiar de opinión. Te ves feliz.

Diez años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora