Los ojos del elfo

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Cuando Legolas llego a la celda de Aragorn lo encontró sentado, apoyado en la pared, un tanto confuso, con la camisa abierta y llena de sangre por su herida. Legolas le pidió al guardia que los dejara solos y una vez que este se marchó, se acercó a la puerta. Aragorn giro el rostro y se quedó mirando fijamente a Legolas unos segundos, hasta que lo reconoció.

- Hola – lo saludo Legolas, pero Aragorn no contesto - ¿Cómo te encuentras?

- ¿Dónde estoy? - pregunto Aragorn al fin.

- En el palacio del reino del Bosque.

- ¿Qué hago aquí?

- Entraste en nuestro bosque con una manada de trasgos detrás. Precauciones.

- ¿Y me habéis curado?

- Yo lo hice... - aquello pareció sorprender al hombre - Tardaras en recuperarte, pero ya estas fuera de peligro.

- Gracias.

- El rey te interrogara, quiere saber qué hacías en el Bosque Negro, y yo también.

- Pues llámelo - Legolas se dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo al escuchar la voz de Aragorn – Así que tú eres la silueta que vi... - Aragorn sonrió – Creí que había visto un ángel.

Legolas sonrió de nuevo y fue a buscar a su padre, tratando de eliminar esa sonrisa boba de su rostro por el camino.

Poco después, Thranduil se presentó ante Aragorn, ya que este apenas podía moverse.

- ¿Cuál es tu nombre?

- Me llamo Estel, su majestad.

- Y dime, Estel, ¿qué hacías en mi bosque?

- Volvía de visitar a unos amigos y me tope con los trasgos, comenzaron a perseguirme y me hirieron. Me acorralaron, no tenía a donde ir.

- ¿De dónde vienes?

- De ninguna parte... Voy de un lado a otro, ganándome la vida como puedo. Soy un hombre sencillo.

Thranduil lo miro pensativo, había algo en aquel hombre que le resultaba familiar, ¿lo habría visto antes? No tenía ni idea, pero no confiaba en él.

- Espero que no tuvieras nada importante que hacer, porque te quedaras aquí un tiempo – Legolas lo miro confuso – Hasta que decida que hacer contigo.

El rey se marchó, siendo seguido por su hijo, el cual le dio una última mirada a Aragorn antes de ir tras el rey.

Una vez en la sala del trono, Legolas y su padre se pusieron a discutir.

- Hay algo en ese hombre que me resulta familiar... - dijo Thranduil.

- ¿Y por eso vas a mantenerlo prisionero?

- Tampoco es como si pudiera ir a alguna parte por lo que me has dicho. Además, ¿por qué te importa tanto?

- Siempre hemos tenido buen trato con los hombres, ¿por qué ahora no?

- Un hombre solitario, que va de aquí para allá y que ni nos ha dicho su apellido... ¿No te resulta sospechoso?

- No parece un mal hombre...

- ¿Desde cuando eres tan confiado?

- No confió en él, tan solo tengo compasión.

Thranduil soltó un suspiro, cansado.

- Siempre he odiado tu compasión – el rey sonrió nostálgico – Herencia de tu madre, sin duda - Legolas sonrió, ligeramente – No somos animales. Dejare que trates al hombre hasta que esté mejor si es lo que quieres, y tendrá buena comida, no somos orcos. Pero no saldrá de esa celda.

- Sí, padre.

Legolas se dio media vuelta para marcharse, pero la voz de su padre lo detuvo de nuevo.

- No es normal en ti tanta compasión... Estas siendo demasiado gentil con el hombre, ¿por qué?

- No lo sé – contesto Legolas antes de irse.

- Esa es la respuesta que más temía oír.

Por la noche Legolas le bajo a Aragorn la cena, junto a una camisa limpia que no estaba rota, y algunas cosas para sus heridas.

Aragorn estaba tumbado, mirando el techo cuando Legolas entro, y cerró la puerta detrás de él.

- Te he traído la cena y una camisa – dijo Legolas muy serio, entregándole las cosas.

- Gracias.

- Voy a tratarte hasta que sanen tus heridas, o hasta que mi padre decida que hacer contigo.

- ¿Tú padre? Oh, gracias majes...

- Legolas – lo interrumpió – Me llamo Legolas.

- Gracias, Legolas.

La primera vez que Legolas escucho su nombre en la boca de aquel hombre algo muy fuerte comenzó a surgir en él, ¿atracción? ¿Interés? No lo tenía claro, simplemente quería conocerlo más.

- ¿Puedo? - pregunto Legolas mirando su venda.

- Oh, claro.

Legolas se agacho y aflojo la venda de Aragorn para ver su herida. Aragorn lo observaba con curiosidad. Él tenía buen trato con los elfos, se había criado con ellos, pero nunca había conocido a ningún elfo del Bosque Negro, aunque sí que había oído hablar de ellos. Elrond le había hablado del rey Thranduil, decía que era un gran elfo, pero bastante desconfiado y cascarrabias. Siempre hacia lo mejor para su reino, lo cual hacía que desconfiara de cualquiera que se acercara a sus tierras. Su hijo Legolas tampoco era confiado, pero si muy compasivo, no aguantaba las injusticias y solía chocar mucho con su padre por eso. Thranduil podía ser injusto si se trataba de defender su reino y eso molestaba su hijo.

- Aún tiene mala pinta, pero ira mejorando. Posiblemente tardes semanas en recuperarte del todo – dijo Legolas mientras le volvía a colocar bien la venda.

- Gracias por todo lo que has hecho por mí.

Legolas miro a Aragorn a los ojos cuando este hablo y sus ojos se clavaron en los del otro por primera vez. Fue un momento raro, incomodo, pero mágico.

A veces cuando dos personas están destinadas a estar juntas pasan por un momento de conexión, ese en el que comienza a surgir la curiosidad y atracción por el otro, ese al que llamamos "flechazo". Pues eso fue aquel momento, un flechazo.

- Sigues pareciéndome un ángel – dijo Aragorn de repente.

Legolas aparto la mirada de Aragorn para que este no viera el sonrojo en sus mejillas, y salió de la celda. Aragorn sonrió al ver que había hecho sonrojar al elfo, no era algo habitual que un elfo se sonrojara.

Aquella noche Aragorn no podía quitarse de la cabeza los hermosos ojos azules del elfo. Soñó con esa primera aparición que tuvo de su ángel. Aquellos ojos de elfo calaron en lo más hondo de su corazón.  

Amor en la tierra media (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora