Lo cautivador de una sonrisa

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Pasaron los días y Legolas solía ir a revisar las heridas de Aragorn y a cambiarle las vendas, todos los días. Sus conversaciones eran breves ya que Legolas pronto se sentía nervioso e incómodo a su lado y salía huyendo de allí. Pero a pesar de esto seguía volviendo, porque, aunque incomodo, salía de aquella celda con una sonrisa boba que tardaba horas en quitarse.

Una noche, después de que Aragorn cumpliese 2 semanas allí encerrado, Legolas no podía dormir así que salió de su habitación y paseo por los pasillos del palacio. No sabía porque, pero bajo a las mazmorras y busco la celda de Aragorn. Se sorprendió al encontrarlo despierto. Estaba al lado de la puerta de la celda, con su hombro rozando la puerta y su espalda apoyada en la pared.

- Hola ángel - lo saludo Aragorn - ¿No podías dormir?

- No... ¿Y tú?

- No suelo dormir mucho. ¿Estás bien?

- Sí, yo... No sé qué hago aquí.

Legolas iba a marcharse, pero la voz de Aragorn lo detuvo.

- No te vayas – Legolas se giró, algo sorprendido – Ya que ninguno podemos dormir... Quédate.

Legolas lo pensó por unos segundos y finalmente se sentó en la escalera junto a la celda de Aragorn, lo que hizo que el hombre sonriera.

Estuvieron contándose anécdotas de sus viajes, sin revelar demasiado sobre sus vidas, pero se rieron bastante, algo poco común en Legolas, él no solía reír, era un elfo bastante serio.

Se hizo tarde o temprano, depende como lo veas, y Legolas decidió marcharse, lo cual decepciono bastante a Aragorn, quien disfrutaba de la compañía del elfo.

- ¿Volverás? - le pregunto de repente.

- Sabes, por mucho que te cuide no conseguirás que te saque de aquí.

- Me has pillado – bromeo Aragorn y ambos sonrieron.

- Nos veremos... Alguien tendrá que intentar que no te mueras.

Aragorn sonrió y Legolas se marchó, extrañamente contento. El primer día ambos habían quedado cautivados por los ojos del otro, pero ahora fueron aquellas sonrisas las que calaron en los más profundo de ambos hombres, elfo y hombre, flechados por igual.

Así pasaron los meses y las visitas de Legolas se hicieron algo habitual. Debido a su deber de príncipe y a los diversos problemas del mundo exterior, Legolas pasaba semanas fuera del palacio, pero cada vez que volvía visitaba a Aragorn y se pasaban horas hablando.

El elfo estaba muy confundido por sus sentimientos. Cuando Legolas era apenas un bebé su madre murió y fue criado por su padre y su abuelo. O eso le contaron. Creció feliz, pero siempre fue bastante serio. Era compasivo, pero a veces podía parecer frío. No quería relaciones, jamás dejaba que nadie calase en su corazón tanto como lo había hecho Aragorn. Había visto por siglos a su padre con el corazón roto por perder a su madre y no quería pasar por aquello. De igual forma su padre tampoco quería que sufriera aquel terrible dolor y era muy sobreprotector con él. Siempre alejaba a cualquiera que tuviera otras intenciones con Legolas que no fueran amistad.

Pero en Aragorn era diferente. Él sabía lo que comenzaba a sentir por el elfo y aunque lo viera como algo imposible, quería mantener la esperanza.

Así pasaron los meses, hablando entre barrotes, hasta que un día Legolas y los elfos capturaron a 13 enanos. Y los corazones enamorados de Bilbo, Thorin, Aragorn y Legolas, se cruzaron.

Pero para seguir con la historia primero debemos remontarnos unos meses atrás, cuando la compañía de Thorin Escudo de Roble, irrumpió junto a Gandalf en Bolsón Cerrado. 

Amor en la tierra media (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora