PRÓLOGO

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Muchos decían que el matrimonio Jung había sido bendecido, con dos hermosos hijos llenos de rebosante vitalidad y salud, un pequeño bulldog francés rechoncho que gruñía como un cerdo y una hermosa casa familiar en los suburbios de Gwangju. Era el típico estereotipo de familia perfecta, para resumir.

El hijo más pequeño, Hoseok era imparable, era un torbellino lleno de felicidad y de la característica inocencia de un niño; corría de aquí a allá, explorando todo el ambiente a su alrededor. “¡Mamá, mamá, ¿qué cosa es esta?!” decía siempre que veía algo que le parecía fascinante o fuera de este mundo. Su curiosidad parecía no tener fin y quizás ese fue el mayor error que pudo haber hecho la familia Jung, dejar que Hoseok fuera tan curioso.

Porque cuando el motor de un camión de mudanza rompió el silencio de la cuadra y dos hombres comenzaron a sacar un montón de cajas, muebles y lo que parecía ser un montón de juguetes, el pequeño no dudó ni un segundo en asomarse en el enorme ventanal de su hogar.

—¡Woo, mira que lindo! —exclamó el niño mirando el peluche de su tamaño que habían sacado del camión, un extraño pero gracioso oso.

Y detrás del oso, había un hombre de complexión delgada que en su mano tomaba la mano de otro niño. ¡¿Había un niño?! ¡Excelente, podría salir a jugar con el niño! Y tal vez si tenían un perro, Gomitas —su perro—, podría salir a jugar con la mascota vecina.

Y Hoseok con la impulsividad que siempre le había caracterizado, se colocó sus zapatos tan rápido como pudo y salió de casa con el único objetivo de conocer al niño que viviría al lado de su casa.

Lo único que tenía que hacer era, rodear el arbusto que separaba ambas casas, acercarse al niño, entablar una conversación y ser amigos por siempre. Algo sencillo para Hoseok, era algo que hacía todos los días.

De cerca, el niño era llamativo, nunca había visto a alguien similar a él; ojos gatunos, piel pálida, mejillas rechonchas y rosadas y cabello azabache peinado desordenado, pareciera que el chico acababa de despertar de un largo viaje.

—¡Hola! —el niño se sobresaltó—, soy Jung Hoseok, el niño de la casa de al lado. ¿Cómo te llamas?

El niño pálido no contestó, solo se quedó mirando al suelo como si fuera lo más interesante del mundo. ¿Era tímido? ¿O no hablaba? Eso desanimó un poco a Hoseok.

—¿No hablas? ¿Te comieron la lengua los ratones? —preguntó Hoseok con el ceño fruncido, creía que el niño pálido estaba siendo muy descortés con él.

O tal vez él era el descortés. Aunque no importaba mucho, los niños no sabían mucho de cortesía.

—Oh, ¿eres el vecino? —el castaño asintió cuando el chico que acompañaba a el pelinegro apareció detrás del niño dándole un apretón a su hombro—, vamos Yoongi, no seas grosero. Preséntate.

El pelinegro pareció pensarlo y por fin, miró a Hoseok a los ojos—. S-Soy Min Y-Yoongi. Un gus-gusto.

Hoseok se extrañó por la forma de hablar tan rara del niño, ¿por qué no hablaba como él y como los demás niños?

Por suerte, antes de que Hoseok pudiera decir otra palabra, su madre salió con una expresión de preocupación en el rostro que de inmediato cambio a una aliviada cuando vio al pequeño hablando con los recién llegados.

—Dios mío, Hobi casi me matas de un infarto —la señora Jung se acercó a su hijo y le dio un leve apretón a su oreja—. No salgas sin pedir permiso de nuevo, ¿me oíste?

—¡Pero, mamá...! —su madre le calló con una expresión de enojo y el castaño, solo pudo hacer un puchero en forma de triángulo.

—De verdad disculpen si este pequeño travieso les ha molestado, es imposible mantenerlo quieto en un solo lugar —se disculpó la señora Jung.

—No, no de hecho solo vino a saludar al pequeño Yoongi —sonrió el chico de cabellos negros revolviendole el cabello al mencionado—. Soy Min Jaehyun, un placer.

Mientras ambos adultos conversaban, Hoseok se acercó a Yoongi y lo examinó más de cerca, haciendo que el contrario se sintiera un poco incómodo por su repentina cercanía.

—¿Por qué hablas así? —preguntó, queriendo saciar su curiosidad. Yoongi se le quedó mirando confundido—. A-A-Así —imitó.

El pelinegro se quedó en silencio y luego respondió—: es que s-soy tar-tar-tartamudo.

El pelinegro se quedó en silencio y luego respondió—: es que s-soy tar-tar-tartamudo

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Tartamudo | SopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora