En el escribía mis alegrías, mis tristezas, mis miedos, mis pesadillas, mi amor por él...
Jamás imaginé que llegaría a sus manos, que sus ojos leyeran las páginas escritas en esas noches en que el insomnio me atacaba. Páginas dedicadas sólo para él...
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31 de agosto de 1991. Residencia Granger.
Mis ojos recorrieron ávidos cada letra, cada oración, cada párrafo de aquel libro que contenía toda la historia de Hogwarts. A principios de este mes, una mañana del sábado un señor tocó nuestra puerta, con una vestimenta antigua, cabello largo y una barba larga, anteojos en forma de media luna y una sonrisa amable.
Explicó que era el director de una escuela muy especial, mis padres creyeron que se trataba del ofrecimiento de una beca por mis buenas calificaciones, sin embargo, tanto ellos como yo quedamos sorprendidos cuando el señor nos comunicó que soy bruja...
En mi escuela primaria siempre fuí la niña rara que tiene la nariz metida en los libros, acataba las reglas y mis estudios eran mi prioridad número uno. Todos me repelían porque cuando tenía cinco años JosephSmith, jalo mi cabello y me grito pelo de escoba, mi enojo fue tal que sin llegar a acercarme o siquiera tocarlo, el niño se elevó por los aires... En ese momento, no supe el porqué o cómo fui capaz de hacer algo así.
AlbusDumbledore, que era el nombre del director de la escuela para magos y brujas, explicó que esa acción fue un brote involuntario de mi magia. Nos explicó, que desde mi nacimiento mi nombre quedó inscrito en los registros mágicos para que a los 11 años tuviera mi lugar en Hogwarts.
Yo me sentí muy emocionada, ansiosa por conocer ese mundo tan ajeno a los muggles (personas sin magia) quería aprender y ser la mejor en mis clases.
Pronto vería con mis propios ojos lo que leía en el libro. Vería el techo encantado del Gran Comedor, las escaleras que se mueven, los retratos que hablan...
Estaba decidida a ser la mejor alumna pero también estaba dispuesta a hacer amigos y que no me juzgarán por creerme rara o diferente a ellos. En el mundo mágico podría ser yo misma sin el temor al rechazo.
Ya con mi pijama puesto y lista para dormir, mi madre tocó mi puerta, le concedí el pase.
— ¿Lista para mañana?— preguntó mamá mientras se acercaba a mi cama.
— Sí, mi baúl ya está listo con todos mis útiles, los uniformes, ropa y unos libros— contesté emocionada.
— Yo tengo algo más para que lleves...— me entrego un paquete envuelto en papel con dibujos de unos ositos.
Con una sonrisa lo tomé y procedí a abrirlo. Era un diario personal, con una cubierta color rojo con bordes dorados y con mi nombre grabado en el, era simple pero elegante. Lo abrí por la primera página donde había una dedicatoria de parte de mi madre.
Mi pequeña, recuerda, ser diferente te hace una persona especial y quien comprenda tu esencia será quien te ame de verdad.