El pacto

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Hombres lobo... gran relato conocido por todos, descrito de muchas formas diferentes, pero muchas tienen en común dos cosas; que la transformación ocurra en luna llena o que el hombre lobo en su forma bestial sea salvaje y un homicida sin control alguno.

Esta historia no irá siguiendo esos casos... o no del todo.

Nuestra historia comienza con Alex, un simple estudiante promedio, de 17 años, bastante distante con la gente, aunque muy alegre cuando estaba con sus amigos, con algunos problemas tanto en casa como en la sociedad, soñaba con ser un gran diseñador, un arquitecto, siempre estaba dibujando y creando para sí mismo.

Alex no era de muchos amigos pero con los pocos que tenía era muy feliz y siempre estaba analizando en quién podía y en quién no podía confiar, 3 de sus mejores amigos ni siquiera eran de su escuela, alguna vez lo fueron pero ya no, otro era de la escuela, pero siempre estaba ocupado y era de otro turno, y otros tres con los que sí podía verse a diario, ya que eran de su escuela y de su salón, tres personas de 48, eran pocos pero no le hacía falta alguno más.

Los últimos días habían sido estresantes para él, la persona que le gustaba no sentía nada por él, (incluso no sentía nada por nadie más que por si mismo) Alex pensaba que ella era una mujer que sólo veía por si mismo, en casa no había oído nada más que quejas que lo abrumaban y para nada lo ayudaban a ser mejor persona, los profesores no parecía que les agradara el alumno y sus amigos eran los únicos que lo mantenían... vivo, pero poco a poco ni sus amigos le hicieron sentirse bien, Alex sabía por un lado que trataban de ayudarlo, culpándose a sí mismo de lo que sentía y esos malos pensamientos trataba de ignorarlos.

La gota que derramó el vaso fue la que obtuvo al llegar a casa, el día parecía ir bien hasta que su madre, quién parecía estar estresada todos los días comenzó a juzgar sobre él y poco a poco sintió como su día iba a empeorar si no hacía algo, parecía que todo lo que buscaba era inalcanzable, todo el tiempo estaba ahorrando, pero cuando llegaba a su casa debía dárselo a su madre para ayudar en casa, pero siempre le dejaba un vacío, y ese vacío crecía cuando sus amigos se organizaban para salir, para pasar el rato o incluso para un cumpleaños y Alex, siempre decía que no... nunca podía, y no porque estuviese ocupado, sino porque no había dinero de apoyo.

Sus mejores años de vida estaban pasando frente a él como una película donde no se sentía identificado con nadie. Y cada vez más decaído, suspirando y anhelando muchas cosas sólo tenía dos opciones... seguir viviendo... o dejar de vivir.

Ese día que su madre casi le grita de ira, y no quería perder la alegría con la que llegó a casa y salió, respiró profundamente y corrió todo lo que pudo, sin rumbo, sólo corrió a donde fuese, al fin y al cabo debía volver tarde o temprano, se alejó de las casas subiendo un cerro, el pasto amarillo poco a poco se iba haciendo verde conforme avanzaba, creciendo, apareciendo árboles gruesos y fuertes, todo ese tiempo corrió en línea recta y cuando se cansó se sentó en el suelo.

Jadeando vio a su alrededor, su cara reflejó miedo, desesperación, silencio por fuera y una bomba por dentro, una enorme bomba de tiempo, abrazó sus rodillas y ocultó su cara, respirando fuertemente. -Ya basta por favor, ya basta- decía sollozando, -Quiero cambiar mi vida, quiero más razones para vivir-.

Entre sus súplicas a la nada no puso atención a su alrededor, algo rondaba por ahí, haciendo ruido en los arbustos, pero Alex no quiso escuchar ni alzar la cabeza para ver algo, o a alguien más bien dicho.

Un hombre con una gabardina negra, con unos pantalones y zapatos de aspecto costoso, un bastón de madera con oro en la punta inferior, de aspecto viejo, que reflejaba una sonrisa a pesar de todo, caminó hasta Alex y con el bastón tocó un costado suyo que hizo que alzara la vista algo alarmado.

-¿qué decías niño?- preguntó el viejo, su voz era tranquila, no muy alta ni muy baja, sin nada extraordinario, Alex se quitó las lágrimas de los ojos y se levantó, con la voz quebrada le dijo:

-N-Nada... no dije nada- desvió la mirada y el viejo la siguió aun sonriendo -Escuche que querías razones para vivir, pero yo puedo ver que quieres más que una razón, quieres un propósito- Alex le devolvió la mirada viéndolo a los ojos por un segundo, -Tal vez sí dije eso- devolvió la mirada al suelo y cruzó los brazos como si tuviera frío.

-Me sorprende que no te dé curiosidad quién soy- dijo el viejo extrañado pero sin dejar de mostrar una expresión alegre y curiosa, -No me importa... mi mente en este momento esta llena de otras cosas- respondió Alex y el viejo, que ya había encontrado lo que buscaba le dijo: -me llamo Hernán Sabacio, no soy nadie importante, pero sin embargo puedo ayudarte con tu problema, tengo algo de poder sobre algunas cosas-

Alex le respondió con una pequeña risa que llamó la atención de Sabacio, -¿Magia? no creo que pueda ayudarme un truco de cartas o una lectura de mano- el viejo se sintió ofendido por un momento y luego comenzó a reír, a pesar de lo extraño que fue para Alex ver reír al viejo de la nada, la risa no sonaba como la de un loco o algo así, Sabacio dejó de reír y luego de tomar aire le dijo: -no, no es de ese tipo de "magia" como tú lo llamas, pero si no crees en mí no te molestará hacer el pacto conmigo y después volver a casa-

Alex aún cruzado de brazos le dijo -está bien, lo escucho-, entonces Sabacio miró su reloj -vaya, debo decirte rápido, ok, mira, te daré un don, uno que te permitirá cambiar por las noches y únicamente por las noches para que te desahogues de lo que suceda en el día- Alex interrumpió -¿cambiar cómo?- era sorpresa, pero esta bien, te diré... un hombre lobo-

Alex rió sarcásticamente, siempre fue fanático de los hombres lobo, pero había dejado de leer sobre ellos cuando cumplió 13, pero aún no creía en el viejo, -prosiga- dijo luego de unos segundos, -Siendo un hombre lobo te juro que los cambios no dolerán... sólo el primer cambio para que tu cuerpo reconozca y se adapte, luego de eso, sin dolor, tendrás el control total, con excepción de instintos muy básicos de un can-

Alex ya se sentía incómodo, ya no estaba comprendiendo, pero quería saber qué sucedería, -Hecho- dijo con seguridad -no tan rápido, todo tiene precio- dijo Sabacio viendo que no lo tomaba en serio, -no tengo dinero- respondió Alex pensando que el trato se cancelaría, -oh no no no, no se trata de dinero, no lo necesito... sólo te pido... tu muerte-

Alex se asustó, tratando de comprender, -¿m-mi muerte? ¿a qué te refieres?- dijo retrocediendo, -te volveré inmortal, tu muerte la usaré para acelerar la muerte de alguien más- respondió Sabacio jugando con su bastón, -¿quién?- preguntó Alex con curiosidad, -oh no lo sé aún, quizás un vagabundo, un hombre sin propósito como tú, una persona que sufre siempre, algo así- Alex estaba dudoso pero no quería escuchar a su conciencia ya que había pasado muy mal rato por culpa suya, estiró la mano hacia Sabacio -hecho- dijo sin titubear, Sabacio sonrió y estrechó su mano.

En ese momento la mano de Alex estaba cálida, pero al momento que estrechó su mano y dieron las 12 de la noche toda esa calidez desapareció de su mano, como si hubiesen absorbido la sangre de su brazo y dejado una sensación muy fría que se sintió casi como una quemadura, Alex retrajo su mano y cayó de rodillas cubriéndola bajo su otro brazo, el viejo se agachó a la altura de su oído y le susurró: -buenas noches Alex-.

En ese momento Alex apareció en su cama saltando del susto, miró a su alrededor, tomó su celular y vio la hora, eran las 3 am... del día que ya había pasado, sintió extraño su brazo y lo miró, sin encontrar nada extraño, quizás había dormido sobre él y le había dejado una sensación extraña, tendría que repetir ese día, pero no le importó, al fin y al cabo nada malo le podría suceder.

Viviendo como una bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora