Viviendo como una bestia

La tierra de los lobos

Los poderes de Astaroth se reducían cada vez más debido a el hombre lobo que protegía el mundo y que ahora era apoyado por tres sujetos más, cosa que nunca se había visto, Astaroth sabía que si sólo hubiera estado el licántropo su poder era suficiente para acabarlo, él estaba arrepentido de haberle regalado el poder de vampiro a aquel sujeto, sabía que había esperado demasiado para atacar, sólo había una forma de aumentar su poder, y esa forma era que Alex le fuera fiel, pero incluso el demonio más malvado sabía que eso sería difícil.

Alex era feliz como vivía ahora, se divertía con sus amigos, con Sabacio incluso, sus poderes eran un mundo desconocido para ellos, cada vez encontraban más habilidades, Angie podía cargar su telefono con un toque de su dedo índice, Marina podía crear sobre ella y sobre sus amigos una armadura que podía protegerlos de hombres lobo y del mal, aunque fue extraño que Alex tuviera una encima, sin mencionar que su instinto le había rodar por el suelo tratando de quitarse la armadura como un perro queriendo quitarse el sueter de navidad, era feliz de muchas maneras, y conforme se reducían las apariciones de Astaroth Sabacio estaba más tranquilo.

Un día:

-Chicos, Axel viene a la ciudad en estos días- exclamó Alex lleno de alegría.

-¿Quién?- preguntó Richie.

-Axel... es un amigo suyo de la primaria-dijo Marina.

-Si si, les he contado mucho de él y va a venir-

-Qué bien... y, ¿Le vas a decir de tu poder?-

-Bueno... quizás en un momento a solas... espero no se alarme- respondió el licántropo rascando su cabeza.

-Bueno, quién sabe, a lo mejor Sabacio le ofrece un poder y se queda jaja- dijo Angie.

-Puede ser, puede no ser... lo más probable es que quién sabe-

-Hablando de Sabacio, todo es más tranquilo, y él sigue desapareciendose a diario, nos visita por un par de horas y se vuelve a ir...- dijo Richie.

-¿Y eso que?- preguntó Marina.

-¿No se han preguntado a dónde va?- 

-Ahora que lo dices sí, antes nos decía a dónde iba porque iba a resolver problemas para ver cómo vencer a Astaroth, ¿Y ahora?-

En eso Sabacio apareció sin previo aviso detrás de ellos.

-voy a mi paraíso- dijo sonriendo.

Los cuatro se asustaron un poco con su repentina aparición girándose a verlo.

-¿Paraíso?- preguntó Alex.

-Creo que es tiempo de explicarte algo Alex... chicos, ahora que se relacionaron conmigo y mis... "negocios", lamento informarles que ustedes no pueden ir al... cielo, por así decirlo, pero tampoco al infierno- explicó el viejo.

-¿Qué? ¿Entonces?- preguntó Marina arrepintiéndose un momento por haberse unido a esto.

-Usé mi poder para crear un paraíso, un mundo para los que se unen a mí, donde viven eternamente sin preocupaciones... no están muertos pero... puedo mostrárselos- 

Los cuatro se miraron mutuamente y asintieron, entonces Sabacio alzando un poco su baston lo golpeó una vez y los cinco aparecieron en un pastizal, el sol les daba de frente y alrededor eran visibles árboles, un río, una cascada.

-Que hermoso lugar- dijo Alex asombrado.

-Todos los que viven aquí... fueron hombres lobo, hombres y mujeres con los que pacté para enfrentar a Astaroth, personas de todo el mundo, unidas en este mundo sin problema, desde antes de la edad media hasta la actualidad- explicó el viejo.

A lo lejos fueron visibles siluetas, eran personas, vistiendo como si todos fueran de la actualidad, divirtiéndose pescando, conversando, etc, incluso en un parpadeo se volvían lobos y corrían por ahí.

-Son ellos supongo- dijo Angie.

-Sí, lo son... no nos pueden ver... como dije ustedes no han muerto, tienen una larga vida por delante-

-¿Por qué nos muestras esto?- preguntó Marina.

-Bueno... para responder su pregunta, la mayoría del tiempo estoy aquí, compartiendo mi vida con los que terminaron su deuda o pacto conmigo, o con los que dieron su vida para vencer a Astaroth y evitar el fin del mundo... además, Astaroth ha desaparecido por ya buen rato...-

-A excepción del Brownie que se comió mi pastel- dijo Angie.

-Jaja... si, a excepción de eso... es señal de que Astaroth lanzará un golpe antes de descansar de sus intentos... y si gana mi poder se reducirá y el paraíso que hice se desmoronará tambien-

-Estaremos listos Sabacio, nosotros podremos- dijo Alex con confianza.

-Yo lo sé Alex... son de los mejores defensores con los que me he asociado- respondió el viejo sonriendo.

Seguido de eso los cuatro volvieron al mundo real donde pertenecían sentandose en los silones de la casa de Marina.

-Qué sitio tan asombroso- dijo Alex acostándose en el sillón.

-¿Notaron la escacez de tecnología?- preguntó Angie.

-¿Qué importa eso? No me sentí más libre en toda mi vida- dijo Alex en respuesta.

-¿Hablas en serio? no sé si notaste algo...- dijo Marina en tono serio.

-¿Qué cosa?- preguntó de vuelta.

-Sólo hay hombres lobo... míranos, nosotros además de no ser hombres lobo no pactamos con Sabacio en ningún momento-

-¿Cómo crees? Si no hubiera pasado no estarían aquí, no tendrían sus poderes- se excusó.

-Alex, soy parte de una serie de ancestros que cazaban hombres lobo, no me querrán ahí, nunca pacté con Sabacio- dijo Marina.

-Pero...-iba a decir Alex cuando Angie interrumpió.

-Yo encontré mis poderes en ese viaje en el tiempo y gracias a Merlín, nunca pacté con Sabacio-

-Okey sí pero...- nuevamente Alex iba a hablar cuando Richie interrumpió.

-Y yo pues... pacté con Astaroth, creo que yo me iré al infierno-

Para cuando Alex pudo hablar ya no sabía que decir, analizándolo ellos tenían razón, Alex se iría sólo al paraíso que Sabacio había inventado, y no volvería a verlos.

-Debo irme- dijo Alex algo molesto levantándose y dirigiéndose a la puerta.

Tras volver a casa se encerró en su cuarto, hace meses que no se había puesto a pensar en la muerte, y ahora no parecía pensar en que podría irse en paz, era bueno el pacto de Sabacio, pero parecía tener sus desventajas, su familia estaba dispersa entre la tierra, el ingierno y el paraíso, Alex tenía garantizado un boleto al paraíso, pero no al mismo que sus amigos podrían tener, y eso lo hacía sentir mal, no quería dejarlos, ni mucho menos olvidarlos, no quería morir.