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—¡Despierta!

El grito no fue lo que le hizo abrir los ojos aquella mañana, sino el agua fría que cayó sobre su rostro mojándolo. Se sentó de inmediato limpiando el agua de su pálido rostro, con ojos inyectados de furia miró a su madre quien simplemente sonreía inocente.

—¿Que te pasa? —gruñó molesto. 

—Tú boda es hoy y tenemos que tener todo listo—vago por la habitación hasta abrir las cortinas, dejando entrar la luz de la mañana.

Aquello fue más frío que el agua que yacía en su ropa, claramente no había olvidado la boda que tendría aquella tarde, donde uniría su alma a Park Jimin, el hermoso chico de cabello color miel, a quien deseaba desde que lo vio por primera vez, en unas cuantas horas este estaría entre sus brazos de donde jamás saldría. Una emoción indescriptible hinchó su pecho, al tiempo que la sonrisa brillaba en su rostro, estaba feliz, indudablemente quería que ese día fuera perfecto. Nada podría arruinar su matrimonio.














La boda real sería una celebración en la que participaría todo el reino, sin embargo, sólo los pertenecientes a la clase noble podían asistir al banquete, la ceremonia y el baile. Todo estaba  preparado sin ningún inconveniente para que el rey disfrutara de esa maravillosa noche con su esposo. Nada tenía que salir mal y si lo hacía los involucrados morirían. Un día antes se habían hecho las remodelaciones necesarias al gran salón, donde todos podrían disfrutar del momento, era una celebración del reino, compatriotas vecinos y magnates de otras provincias pudieron estar invitados, pero debido a la rapidez de la decisión, se haría una fiesta a futuro donde estos importantes personajes serían invitados sin contratiempos. 

Una de las cosas que el reino más disfrutaba era las grandes celebraciones de la realeza, ya que tenía la oportunidad de dejar por un día sus labores y divertirse, porque al rey Min le encantaba la diversión, por una noche olvidaban lo peligroso que era y se sumaban a la dicha. 

Jimin fue visitado por algunos guardias y estilistas reales, los que se encargarían de ponerle ese traje hecho a mano y prepararían su rostro y cabello para convertirlo en un verdadero príncipe. Agradecía aquella atención porque no quería presentarse ante todos luciendo unas horrorosas ojeras por no haber podido dormir la noche anterior. Su madre y hermano parecían estar presenciando un funeral, mientras que su padre estaba que saltaba de la felicidad, porque por fin su familia obtendría el reconocimiento que se merecía.

—Mi señor, puede cerrar los ojos y dormir mientras nosotros lo arreglamos—sonrió una mujer hermosa, que con delicadeza tomaba su cabello húmedo por el frío baño que recibió.  

—Gracias—susurró aliviado. Ya que por unos momentos, deseaba tener paz, pero su mente con dos múltiples pensamientos se lo impedían por completo.















Paz era lo que le faltaba al monarca, quien no dejaba de caminar de un lado para otro, faltaba menos para su ceremonia y la ansiedad de ver por fin a Jimin le carcomían el alma, su hermana menor Jennie le miraba sonriente, no podía creer que tendría la fortuna de ver a su frío y calculador hermano desesperado por hacer que el reloj avanzara más rápido, parecía irreal verlo tan entusiasmado con la idea de casarse.

—Deberías calmarte antes de que hagas un hoyo en el piso—sugirió sin borrar aquella sonrisa.

—No puedo, lo que me pides es imposible hermana—caminó hasta hincarse frente a ella y tomar sus manos—. Sabes lo mucho que desee que este momento llegara. 

Ella asintió. —Nunca me has respondido ¿Por que él?

—No puedo hacerlo—suspiró—. Sólo sé que él es mi destino, que lo quiero a mi lado por lo que resta de mi miserable vida.  

El Rey De La Muerte *Yoonmin*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora