42. La mirada

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A lo largo de la vida hay momentos que se quedan grabados en la memoria. Unos pueden tener un ritmo lento, como el pasar una noche entera junto a un amante por primera vez, pero otros pueden ser más efímeros que un parpadeo. Hoy me siento nostálgico y quiero expresar lo que sentí ante la mirada más inolvidable que he presenciado nunca. Tenía tan solo diecisiete años, y tuve la suerte de ver los ojos de Lorena sobre mi alma.

Aquel día me encontraba en La Bella Pausa, un restaurante donde nada más entrar ya me trasladé a un mundo de paz interior, a un crepúsculo eterno debido al fuego de las velas ocultas. Había ido con mi familia para disfrutar de una cena de gala junto a otra mucha gente. Lorena estaba también allí, sentada en frente mía desde el primer momento.

A la vista de todas las mesas se alzaba un gran escenario, donde un muchacho de rostro bondadoso tenía preparado un acogedor mensaje de bienvenida.

—¡Bienvenidos a la cena benéfica de la Asociación de Familias de Niños Especiales! Me llamo Raúl y hoy tengo el honor de presentar esta ceremonia.

Yo apenas era consciente de lo que decía, y mucho menos de la presencia de Lorena frente a mis narices. Me encontraba absorto, planificando mi futuro. Que si los exámenes del instituto, que si los trabajos, que si qué carrera debía escoger... Todo lo opuesto a Carpe Diem. Desperté de mi ensoñación en el momento en que el presentador agradecía a las familias por su asistencia.

—Quisiera agradecer También a María y Jorge —mis padres—, y por supuesto a Marcos también, por haber venido con Carlitos.

"Carlitos", pensé profundamente. Carlos es mi hermano pequeño, y al igual que muchos de los niños —y no tan niños— presentes, él sufre de parálisis cerebral. En su caso es bastante significativa, tiene problemas de espasticidad, no puede caminar, no puede comunicarse a través del lenguaje, sus sentidos están algo deteriorados... Siempre necesita a alguien que se encargue de él, es imposible que pueda hacer cualquier cosa por sí mismo. Su vida es muy complicada, tuvimos que superar  muchos obstáculos juntos para poder seguir adelante.

Esa llamada a mi familia por parte del presentador consiguió desviar mi cabeza hacia el presente. Pensaba más y más en mi hermanito, en todo lo que había supuesto para mí, hasta que...

—Y para finalizar, doy las gracias a Marta por haber venido con Lorena, quien lleva ya quince años acompañándonos. ¡Te queremos Lorena!

Fue entonces cuando me fijé en Lorena. A diferencia de mi hermanito que necesita una silla adaptada para poder sentarse, ella se encontraba en un asiento como el nuestro, manteniendo el equilibrio de forma adecuada. A primera vista no me pareció que tuviera parálisis cerebral, solo cuando presté suficiente atención pude notar sus problemas de psicomotricidad y en el habla. Pero eso no servía de impedimento para que pudiera vivir una buena vida siguiendo los mismos caminos que la gente corriente. Se le veía increíblemente hermosa, su pelo estaba muy bien cuidado y la forma en que tenía el flequillo le proporcionaba mucha personalidad. Pero cuando vi sus ojos, oscuros pero brillantes cual deidad, acompañados por una sonrisa tan sincera... Me estremecí, una explosión de sensaciones apareció en mi corazón. Como si no fuera poco ella acto seguido me miró, manteniendo esa alegría tan especial en su rostro... Se acabó, mi interior se derrumbó, todas mis preocupaciones banales y pensamientos recurrentes se destruyeron. Una gran ola de emociones me atrapó y sentí ganas de llorar. Tuve que hacer un gran acto de voluntad para no ponerme a sollozar como bebé que acaba de salir al mundo. Me sentía indefenso ¿Por qué quería llorar? ¿Qué estaba sintiendo que me había abierto mi interior en canal? Jamás había experimentado nada igual. Permanecí el resto de la noche dándole vueltas a ese chute que su mirada había introducido en mi sangre.

No se cuánto tiempo tardé en darme cuenta de ello, pero al final caí en que ese tipo de mirada ya la conocía, la sabía hacer mi hermanito cuando se sentía feliz. Es la felicidad en el estado más puro que un ser humano puede mostrar. Mi hermano, a pesar de sus problemas, es la persona más expresiva del mundo en lo que concierne a lo emocional. Alegría, tristeza, ira... Todas esas emociones las expresa de forma auténtica, diría que es capaz de sentir mejor que cualquier persona normal. Cuando expresa esa felicidad es cuando me hace ver que todo vale la pena. Que a pesar de las miserias y las noches sin dormir que sufre —y que nos transmite con sus gritos—, él es capaz de vivir buenos momentos, de sentirse amado y sacar provecho a la vida. Es entonces cuando pone esa mirada, unos ojitos bien abiertos, observándonos a todos por dentro, entrando en nuestras almas, y junto a ellos una sonrisa de oreja a oreja, con la boca levemente abierta porque no puede esconder tanta alegría.

Haber visto todo eso reflejado en una chica de mi edad, con la capacidad de asistir a estudios normales, de interactuar libremente con la gente de sus alrededores y de poder tomar decisiones hacia aquello que más le apasiona, pudiendo forjarse su propio futuro... Fue demasiado para mí. Me había confirmado que la gente que nace con problemas puede tener una vida plena dentro de sus capacidades y de sentir un gran fuerza de amor hacia el mundo; que eso incluye a mi propio hermano, a quien quiero con todas mis fuerzas.

Hay días que pueden ser deprimentes, en que se pierde la fe y la esperanza cuando surgen complicaciones... Pero hay que recordar que ellos pueden encontrar la felicidad y el bienestar, y que eso es algo por lo que merece luchar.

Tinta desquiciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora