Hubo un tiempo en que creí en el amor de las películas, en que bastaba una profunda mirada o compartir una sonrisa para que nuestros corazones estuvieran destinados. Me aferraba a esos deseos con fe absoluta, como una verdad que debía cumplirse ante las inexplicables sensaciones que un flechazo puede producir. Ese amor platónico e idealista lo perseguía como el alquimista en busca de la piedra filosofal o las iglesias el Santo Grial. Lo intenté, renuncié a sabiendas toda posible razón, busqué en mi interior la locura que me ayudase a evolucionar esos sueños románticos, a convertirlos en realidad...
Pero eso no era amor sino todo lo contrario, era negar la realidad, hundirse en el más profundo de los pozos para recrearse en la oscuridad.
El amor real es el sincero y el que no desea nada a cambio, no un acuerdo de intercambio de bienes pasionales.
El amor es cruel, aceptarlo puede parecer implicar una humillación cuando no es compartido, una tortura de la que crees que no puedes escapar... Aceptar esos sentimientos es duro, en general aceptar la realidad es difícil, para que engañarnos.
Sin embargo, el amor también puede ser maravilloso, cuando dos almas perdidas coinciden y se abren sin medias tintas ni segundas intenciones de entrar en un ciclo de obsesión que todo lo vuelve tóxico... Eso es indescriptible, ese momento en que superas las adversidades del inconsciente para, de forma misteriosa, dar luz a un amor que haga que todo merezca la pena.
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Tinta desquiciada
Proză scurtăPensamientos que de un fulgor mis manos plasman sobre papel. Tanto ensayos como relatos y microrrelatos, una recopilación de todos mis escritos.