Capitulo 8

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la mañana siguiente, Anna se sintió muy enferma porque el pie le latía más y el empeine estaba muy hinchado. Debía decírselo a Dan. Se armó de valor para bajar de la cama, pero le fue imposible apoyar el pie en el suelo. Se sentía con fiebre, atolondrada e incapaz de pensar a causa del dolor.

Estaba junto a la puerta cuando oyó que la lancha se alejaba y cojeó por el pasillo a tiempo para ver que la embarcación daba vuelta en dirección a Nassau. Era increíble, pero se habían ido. Las palabras que ella había dicho la noche anterior debían de haber surtido algún efecto, pero Dan también se había ido con ellos.

-¡Dan! -gritó tontamente, porque sabía que nadie la oiría. Sin embargo, el grito desesperado sacó a Josie de la cocina.

 -El señor Dan se los ha llevado -comentó alegre antes de mirar a Anna-. ¡Ay, Dios!

 Anna oyó que Josie llamaba, muy angustiada, a Abe.

 Lo último que sintió fue el dolor. Recobró el conocimiento y vio que Abe estaba de pie en la lancha más pequeña, con el cuerpo delgado inclinado hacia adelante como si quisiera cobrar más velocidad, y descubrió que ella descansaba la cabeza en el amplio regazo de Josie.

-No te preocupes. Abe alcanzará al señor Dan en el muelle y te llevará al hospital con tal prisa que no te darás cuenta.

Volvió a sumirse en la oscuridad y en la confusión. Durante un momento sintió que unos brazos fuertes la ceñían y compendió que eran los de Dan. Estaba segura de que había murmurado su nombre y que él no le había contestado, por lo que imaginó que estaba furioso con ella por el problema adiciona Trató de explicar, pero él no se lo permitió. Se limitó a colocar la cabeza de ella sobre su hombro y a abrazada con fuerza.

Sabía que todo había terminado. Había causado disturbios en la vida tranquila de Dan e impedido que él se fuera a California para estar con Daphne y su hijo. Ella ya no regresaría a Amara Cay.  Vagamente se oyó decir: «No regresaré a la isla, nunca, nunca».

Despertó en una habitación alegre, soleada y cómoda, acostada en una cama blanca, y no comprendió. Movió el pie y no le dolió mucho, sólo

estaba sensible. ¿Cómo lo habían logrado tan rápidamente y dónde estaba Dan?

-¡Hola! Por fin ha despertado. Comenzábamos a preguntamos cuándo lo haría.

Era el médico, que se acercó sonriendo a la cama.

 -No sé dónde estoy. Anna esbozó una sonrisa y quiso preguntar por Dan, pero sabía que no debía hacerlo. Vagamente recordaba que Dan había estado ahí, pero tuvo miedo de abordar el asunto.

-Está usted en Nassau, en el hospital -la observó muy serio--. Es usted una chica con mucha suerte. De no haber sido por la rapidez con que actuó la servidumbre del señor Toren y de él mismo en traerla acá, me estremezco al pensar en las posibles consecuencias.

 -El pie me dolía muchísimo. ¿Me lo han examinado? Ya no me duele tanto.

 -La he operado y ya no le dolerá mucho. Lleva aquí una semana y el pie ha tenido tiempo para sanar.

-¿Una semana? -los vagos recuerdos volvieron: recuerdos de Dan hablando con el médico y explicándole-. ¿Ha estado aquí el señor Toren?

-Todo el tiempo. Anoche, cuando la fiebre cedió, se fue por primera vez y usted se quedó profundamente dormida. Dudo que él haya dormido más de unos minutos en toda la semana. Se negó a marcharse. Supongo que es responsable de su bienestar -volvió a mirarla de manera extraña. Era la misma mirada especuladora que parecía recibir con frecuencia cuando mencionaban a Dan, y Anna deseó mentirle al médico o decirle que no se entrometiera-. Le sugerí que se fuera a descansar ---continuó al ver que ella no le explicaba nada- Pero estoy seguro de que regresará más tarde.

Obsesión peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora