Al día siguiente, Dan estuvo más ocupado que de costumbre. Anna volvió al antiguo retraimiento y él lo notó de inmediato y se enfadó.
Se desquitó con Anita. Si se hacían cambios en beneficio de la actriz, ella debería también trabajar más. La sala se convirtió en despacho gran parte de la mañana y Kieron dictaba los nuevos parlamentos. Anna ayudó
a Josie, que estaba de mal humor, y después del almuerzo huyó a la playa. Por lo visto, la sesión de buceo se había cancelado.
No le agradó que Kieron y Anita finalmente salieran a reunirse con ella. No sólo ya sabía lo que ellos pensaban, sino que el actor la observaba de manera totalmente diferente, y eso la cohibía e incomodaba. Por primera vez le preocupó tener puesto el bikini negro. Kieron no le quitaba los ojos de encima y cuando Dan y Dean salieron a unirse al grupo, Anna se alejó más, sobre la brillante arena. Al ver que Kieron cambiaba de postura para poder veda desde lejos, se irritó más. Regresó a la casa, decidida a vestirse y a quedarse dentro.
Camino de su habitación, se encontró con Josie y no le dio tiempo para cambiar de expresión.
-¿Va a quedarse dentro con el día tan bonito que hace, señorita Anna?
-He venido a cambiarme porque, al parecer, no estoy lo suficientemente cubierta -masculló con inusitada irritación. Nunca le hablaba así a Josie y la mujer de rostro moreno se quedó pensativa. La mirada de comprensión que le dirigió, hizo que Anna se preguntara si esa mujer había visto algo por la ventana o si Abe le había ido con algún chisme.
-Necesita una prenda bonita que la cubra mejor -aseguró Josie-. ¡Tengo algo para usted!
Se alejó, pero pronto regresó con un largo lienzo de tela que extendió para que Anna lo viera bien.
-Su pelo es negro como el de las chicas de aquí -señaló-. Es hermoso y lo tiene largo. Anoche le compramos esto en el mercado. Nos ha ayudado mu-cho y está convaleciendo. Queríamos hacerle un regalito.
-¡Ah, Josie, qué amables!
Anna no supo qué decir. El regalo era inesperado.
Admiró la tela con flores rojas y azules, sobre un fondo de color crema. No sabía qué hacer con la tela.
-No sabía qué comprarle, pero Abe la eligió. ¡Ese hombre es muy sentimental! -Josie rió y todo su cuerpo se estremeció-. Le enseñaré cómo se usa.
Envolvió la cintura de Anna con la tela y se la anudó; con satisfacción dio un paso atrás para ver el resultado. El sarong llegaba a los tobillos de Anna y el rostro del ama de llaves se iluminó de alegría.
-Sólo le falta una flor grande en el cabello para que la confundan con una isleña -sugirió y sintiéndose con confianza, la tuteó-: ¡Eres mejor que una
estrella de cine!
Anna salió a la terraza y la seda le rozó las piernas y se agitó con la brisa; se detuvo junto a un arbusto próximo a la puerta y se colocó una flor roja en el cabello.
Caminó con indiferencia, evitando a los demás y acercándose al mar. Kieron no tardó en reunirse con ella y la miró con admiración.
-¡Parece que te has escapado de Hawai! -comentó al observarla de pies a cabeza.
-Me ardían las piernas -respondió a secas.
No deseaba la compañía de Kieron porque ya no era el compañero de buena disposición que había sido al principio. Después de oír las palabras venenosas de Anita, él la miraba de manera muy distinta y Anna se mordía la lengua para no hablarle con brusquedad y decirle que se alejara.
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