Tendida plácidamente junto a la piscina, Anna se desperezó sonriendo. Pensó que Dan estaría en ese instante trabajando en su despacho, pero al abrir los ojos, comprobó que estaba en un error: Dan se encontraba frente a ella, observándola.
Se ruborizó, pero le sostuvo la mirada y notó que las mejillas de él también se coloreaban. Anna se negó a desviar la cabeza porque en ese momento se sentía audaz y con deseos de luchar por Dan para hacerlo suyo.
No obstante, las piernas le flaquearon; él dio un paso hacia Anna y le dio a entender que comprendía sus sentimientos.
La chica se atemorizó y desvió los ojos porque sabía que lo había incitado con la mirada y que, en ese momento, él estaba dispuesto a complacerla. Se puso de pie y caminó hacia la casa.
-Voy a cambiarme para dar un paseo.
Habló por encima del hombro, pero era consciente de lo que con premeditación propiciaba. Si Dan la seguía, ella quedaría muy vulnerable y no podría protestar. Pero el escritor no la siguió y ella intuyó que él se dominaba. Se enfadó consigo misma, la vida se había vuelto muy difícil. Se pasaba los días deseando que Dan la tocara y lo único que ella hacía era propiciar el desastre.
Se sentó en el borde de la cama y en vano trató de condenar su propia actitud. ¡Dan sabía lo que ella sentía! Era imposible que lo ignorara. Y cuando finalmente salió, temerosa, escuchó el tecleo de la máquina de escribir, al otro lado de la puerta cerrada del estudio. ¿Qué estaría pensando él? ¿Estaría enfadado o cansado de ella? Sabía que debía insistir en que la dejara regresar a Inglaterra, pero no se animaba a hacerlo. Eso significaría no volver a verlo. Se mordió el labio inferior y se sobresaltó cuando Josie la
siguió a la terraza, agitando una carta en la mano.
-Ha llegado una carta para usted, señorita Anna. ¡Finalmente le han escrito de Inglaterra!
Era un sobre grande, de color crema, y al parecer contenía más de una carta. Regresó a su habitación para abrirlo, se sentó en la cama, pero el corazón seguía latiéndole con fuerza, debido al encuentro que había tenido con Dan.
Una carta de Bryan cayó y la miró sin abrirla, porque imaginaba el contenido vagamente y además en ese momento todo en su vida era un sueño brumoso. Sin embargo, el corazón le dio un vuelco cuando vio la siguiente carta, procedente de la universidad.
Temía abrirla porque, debido a la alegría y a la emoción de estar con Dan, había olvidado los exámenes. La leyó despacio, la releyó y luego fue en busca de Dan, sin más pensamiento que compartir su alegría.
Irrumpió en el despacho y él la miró con sorpresa, pero Anna estaba eufórica. Sin embargo, la quietud en su rostro y la mirada severa la hicieron retomar a la cordura.
-¡He recibido correo de Inglaterra! -exclamó falta de aliento y con la
misiva en la mano. Dan ni siquiera quiso veda.
-¿Una carta de Bryan y la has traído para que yo la lea? -Comentó burlón- ¡Qué amable!
-He aprobado los exámenes -murmuró con los ojos empañados por la desilusión y lo miró con reproche-. Creí que te interesaría saberlo.
Dan se levantó despacio, esbozó una sonrisa y rodeó el escritorio para acercarse a ella. De pronto, Anna comprendió que no debía estar en el despacho. Era una habitación privada y sagrada.
-Siento haber entrado así -no pudo continuar ya que él sonreía y compartía su felicidad- ¡Oh, Dan, he aprobado!
-¿Con qué nota? -estaba frente a ella, mirándolo fijamente, y Anna le sonrió.
