Sin dar órdenes ni sugerir nada, Dan estableció una rutina para la total recuperación de Anna. Era infalible. Durante el día, él trabajaba y la ig-noraba. Llegaba al despacho antes de que ella se levantara, se encerraba allí durante horas y el tecleo de la máquina de escribir le advertía a la chica de que no debía interrumpido.
Josie respetaba el trabajo de Dan casi con fervor religioso y pasaba por el despacho de puntillas. Finalmente, eso empezó a divertir a Anna, que sólo hacía lo que podía. Descansaba, comía, paseaba por la isla y nadaba en la piscina, en la parte de atrás de la casa. Fue recobrando la salud, se bronceó y cogió los kilos que le faltaban. Dan no hacía comentario alguno, pero cada noche, durante la cena, la inspeccionaba con detenimiento y sonreía al verla mejor de salud. Dan era el hombre más astuto que conocía. Luchaba por mantenerlo alejado de su vida, pero cada día que pasaba eso le costaba más trabajo.
Una mañana, después del desayuno, Anna se percató de que no oía ningún ruido en el estudio. Fue a la cocina para averiguar qué sucedía y Josie le reveló el motivo.
-El señor Dan se ha ido temprano a Nassau --declaró mientras pulía la plata- Ha dicho que no le espere para la comida, pero que regresará poco después de esa hora.
Eso hizo que Anna se sintiera atrapada, como si realmente él la hubiera raptado, y se paseó inquieta hasta que Josie le sirvió la comida. Acababa de terminar cuando la lancha llegó y poco después Dan entraba en la habitación, cargado de cajas.
-¿Me has echado de menos? -preguntó, y al verla enfurruñada, sonrió divertido.
-Me habría agradado hacer un viajecito -murmuró Anna.
-He ido de compras -anunció y colocó las cajas' en un extremo de la mesa- Decidí que me acompañarás bien arreglada y es hora de que tengas ropa bonita para tus viajes a Nassau. Cenaremos allí por lo menos dos veces por semana.
-¿Me has comprado ropa? -no sabía si mostrar-, se agradecida o molesta- ¡Es difícil que hayas adivinado mi talla!
-Le pedí a Josie que se fijara en las etiquetas de tu ropa para el tamaño y una antigua amiga, dueña de í una tienda, me ayudó. Después de ver lo que podría sentarte bien, me acompañó a otras tiendas y heme aquí. ¡Eres una
desagradecida, muchacha!
Pero Dan no estaba enfadado, salió y le pidió a Josie que le sirviera la comida. Anna observó con sentimientos ambiguos las cajas. ¿Qué le habría dicho Dan a su amiga? ¿Le diría que su hermana vivía con él? ¿Conocería la amiga a Daphne?
Estuvo indecisa un momento, pero al final ganó el deseo de abrir las cajas. Las levantó, fue a su habitación y las dejó caer sobre la cama; abrió una de ellas y pensó que Dan no podía haber elegido mejor. Era un vestido precioso, casi del mismo color que había llevado como primera dama en la boda.
Lo sostuvo frente a ella y se observó en el espejo, sorprendida al ver que había recobrado su color normal y que parecía contenta. Giró y vio cómo volaba la falda, pero se detuvo en seco cuando oyó la risa de Dan desde la puerta abierta.
El estaba apoyado contra el marco y la observaba con ojos penetrantes.
-¡Oh, Dan, es precioso!
-Tú también -declaró-. Nunca olvidaré cómo te vi en la boda. ¿Te pondrás ese vestido la primera vez que vayamos a Nassau?
-¡Intenta impedírmelo! --.:..lo retó y él se acercó a ella.
-No lo intentaría, hicieras lo que hicieses -la observaba y ella no podía apartar los ojos de los de él. Arrugó con los dedos el vestido y suspiró tem-blorosa.