Capítulo 3

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El viento en el rostro, de manera violenta y empujando con fuerza todo su cuerpo empapado bajo la lluvia. Sentía la pesadez con cada paso que intentaba dar, el miedo y la desesperación. La frustración. Pedazos de papel, hojas y tierra se le pegaban por todos lados. Solo escuchaba gritos que decían "allá van", "agárrenlos", "Chino". Y en el intento de huir, en su mente estaba la imagen de El Chino sentado en una silla, con uniforme naranja y descargas eléctricas que le retorcían el cuerpo entero. ¿En qué momento pasaron de eso a estar corriendo por sus vidas? ¿Y qué demonios querían esos tipos? ¿Qué les debe El Chino? ¿Por qué tiene que ser él su padre?

Dio un paso más y el escenario ahora era el refugio al que las envió El Chino antes de desaparecer. Ya no había viento, ni tierra, ni lluvia. El miedo, la desesperación y sobretodo la frustración permanecieron. Lupe estaba allí, pero no le veía el rostro. Quizá porque estaba cansada ya de verla siempre preocupada, tenía suficiente con sus propios miedos.

El escenario volvió a cambiar drásticamente, y ahora iban en el autobús de camino a México, pero ésta vez iba Brenda con ellas. Y la desesperación disminuyó un poquito, o un mucho. Lupe iba en el asiento de adelante, dormida. Tranquila. Brenda estaba mirando por la ventana y Juliana la veía a ella. Con su cabello rubio por encima del hombro haciendo ondas perfectas. De pronto ya no huían, ya no había Chino ni hombres asquerosos detrás de ellas, olvidó el dichoso maletín y su vida de mierda en Texas, de pronto nunca había existido ese remolque en el que lloraba cada vez que tenía que ponerse sus audífonos para no escuchar a sus papás gritar y a su mamá llorar después de los portones que daba El Chino antes de desaparecer varios días. Y no existían tampoco las miradas raras de ambos hacia Brenda cuando las encontraban "demasiado" cerca. No existían ya las excusas para "salir tanto" con ella, para verla, para poder besarla y abrazarla. Y de pronto el sol empezó a brillar más, tanto que Juliana tuvo que cerrar los ojos y cubrir su rostro con una mano, y cuando los abrió desapareció el sonido del autobús en la carretera, y desapareció Brenda y la paz y su cabello rubio y recordó que siguen huyendo y que Brenda no está. Sobre todo, que Brenda no está.

Despertó. Y lloró.

-Juliana – susurró Lupe desde la puerta. -¿Estás bien? – preguntó.

Juliana se limpió las lágrimas rápidamente para fingir que nunca las derramó. Se talló los ojos como si apenas estuviera despertando, como si no hubiese repasado ya toda su miserable vida. Y escondió la mirada pero se dirigió a Lupe – si, ¿Qué pasa? – preguntó con voz de sueño.

"Te escuché llorar", "¿Tuviste una pesadilla?", "¿Es por Brenda?" ideas que cruzaron rápidamente por la mente de Lupe, pero no sabía cuál de todas usar para hablar con su hija. ¿Cuál será la correcta? Pensó. – Ya es tarde – terminó diciendo y se sintió la peor madre del mundo.

-Ya voy – dijo Juliana. Llevó el dorso de su mano a la frente y cerró los ojos brevemente. Lupe cerró la puerta.

Juliana suspiró y abrió los ojos. Tomó su celular del buró y encendió la pantalla. Tenía una notificación.

Brenda
Te quedaste dormida ¿verdad? Siem...

Se alcanzaba a leer en la pantalla. Pensó en no abrir la conversación. Pensó incluso en no volver a responderle nunca más y eliminarla de Facebook, borrar su número y aceptar la idea de no verla nunca más. Y abrió la conversación. Volvió a leer los últimos mensajes que se veían.

Brenda dice:

Y básicamente es todo lo que he
hecho desde que te fuiste.
Extrañarte.

Tú dices:

Lo siento mucho. Yo también te
extraño. Todos los días.
Pero es peligroso que estemos en contacto.

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