Capítulo 12 - Parte 2

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-¡FELICIDADES! – gritó Jessica con mucho entusiasmo mientras abrazaba con fuerza a Juliana.

-¿Qué te pasa? – preguntó confundida y sacudida por Jessi.

-Me da mucha felicidad que al fin tú y Valentina sean novias – explicó – cuando ví tu mensaje en la mañana me puse a gritar y mi mamá se asustó – Juliana comenzó a reír – aunque ... ¿por qué me avisaste a las 3 de la mañana? No me digas que fue por teléfono – advirtió mientras presionaba sus sienes con las manos.

-Nombre, claro que no – aclaró Juls – lo que pasa es que fui a su casa en la noche y regresé hasta las tres a mi casa, casi me cacha la Lupe – comenzaron a reír.

Jessica abrió los ojos de manera exagerada y soltó un "hhiiiiiiiii" que parecía interminable - ¿Y por qué tan tarde? ¿Qué hicieron o qué? – preguntó directamente.

-Ah pos qué te importa – bromeó Juliana y Jessica se soltó un manotazo.

-TIENES QUE CONTARME – ordenó desesperada.

-No pasó nada, solo estuvimos pues ... ya sabes – comenzó a ruborizarse – pues nos besamos y escuchamos el playlist que le di, del que tanto te burlaste –

Jessica expresó la ternura que sentía y volvió a darle un abrazo a Juliana – Quién te viera, tan cursi -

Juliana sonrió y se encogió de hombros – Oye pero, necesito que me ayudes con otra cosa – dijo preocupada.

-De eso sí no sé, pero hay páginas donde puedes encontrar tooooodo lo que quieras saber – bromeó.

-Mch, ¡no seas tonta! – rio fuerte y se sonrojó – a ver ¿será que podemos hablar seriamente? –

Jessica rio muy fuerte y asintió con la cabeza.

-Quiero planear una cita con Val pero, no sé me ocurre nada, ayúdame – suplicó.

-Okay, tenemos toda la clase de "Telas y Materiales" para planear tu primera cita, ¡qué emoción! –

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.

.

Jacobo caminaba sin rumbo en las calles de la ciudad, aún traía puesto su traje de guardaespaldas, pero se quitó la corbata, le sofocaba. No tenía ni idea de a dónde ir o qué hacer. ¿Y si regresaba? ¿Qué era lo peor que podía pasar? Intentó pensar y decidir, pero no podía usar su cabeza para nada, no sabía cuánto tiempo llevaba caminando, no había comido y el sol poco a poco le comenzaba a causar deshidratación.

Recordaba el último día que estuvo en su cuerpo y comenzó a llorar un poco, sentía que estaba en una pesadilla de la cual luchaba diariamente por despertar, pero era inútil. A veces antes de mirarse en el espejo tenía la pequeña esperanza de ver su verdadero rostro, y cada vez que veía a ese hombre que era ahora sentía una rabia que parecía no terminar.

Estaba harto, sentía que la vida le estaba jugando una broma de muy mal gusto, se preguntó incluso si estaría en el infierno. "Quizá sí morí, y fui tan basura que me fui al infierno, y este es mi infierno" pensaba. Siguió caminando sin siquiera ver a su alrededor y cuando se dio cuenta ya estaba llorando a mares, las lágrimas le escurrían como grifos abiertos y lo único que lo hizo reaccionar fue el sonido tan fuerte y aturdidor de un claxon. Volteó enseguida hacia donde venía el ruido y se descubrió en plena avenida a punto de ser atropellado por un pequeño carro viejo, tardó un poco en reaccionar, pero en cuanto lo hizo se dio cuenta que el conductor del auto estaba igual o más aturdido que él, ni siquiera se había bajado del vehículo.

-¿Está bien señor? – preguntó un vendedor de frutas que se encontraba en la avenida.

-Sí, si estoy bien gracias – respondió Jacobo en automático, pensó en irse como si nada hubiese pasado, al fin y al cabo, aquél sujeto que conducía seguía montado en su auto.

Tomó su maleta del suelo y se dio la media vuelta para sentarse en la banqueta a ver si al fin podía decidir qué demonios hacer.

-SS S... Súbete – ordenó el hombre del auto.

Jacobo lo miró con desconfianza, era un hombre que vestía suéteres anticuados pero su mirada y su forma de hablar parecían demasiado agresivas.

-Súbete, te llevo al hospital – dijo con más calma.

-Estoy bien – respondió.

-Tú sabes que no eres Macario Valdés, va' que no? – soltó de pronto el hombre del auto.

Jacobo lo miró intrigado, se acercó a la ventana del auto y vio en la mirada de ese hombre la misma desesperación que había en la suya. Se subió al auto y siguió sin quitarle la mirada de encima.

-Yo soy Macario El Chino Valdés. – afirmó y arrancó el auto.

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