La madre de León, Anni, era un amor de mujer, mimosa y alguien que mataría por proteger a sus hijos. Cuando le había escrito a Donatelo que iría al viaje le había dicho que le compraría el pasaje, la muchacha le pidió el número de tarjeta para hacerle un giro pero el hombre no quiso cobrarle diciéndole que era un regalo a su cuñada.
Annie se había mostrado rancia, seria y grosera e incluso, entendía su reacción ya que ella sabía la historia de su León con Alondra, podía entenderla, a ninguna madre le gustaría ver a su hijo sufrir y ella había causado una agonía a un hombre que había sido muy dulce. No podía regresar el tiempo y cambiar lo que hizo, pero si podía arreglar el presente y esperar un buen futuro, claro, si él la acepta.
Annie le había llamado la atención pero después la había abrazado con fuerza y le había dicho que cuidara de su Leoncito, que era bien grande y fuerte, pero que tenía un corazoncito pequeño y blando, que podía quebrarse en cualquier momento.
Desde que habían aterrizado en Italia la joven no había dejado de tomar fotos, de admirar y suspirar. Había deseado conocer aquel país hace mucho tiempo, había deseado estar ahí que ahora el deseo se había cumplido, pero tenía miedo que fuera demasiado tarde, que León no le diera una segunda oportunidad. Le aterraba la idea de que la rechazara y ahora fuera ella quien debiera apartarse de su vida para verlo feliz con alguien más, pensar en León con una mujer la desquiciaba, la hacía sentir enferma.
Eran celos.
La abuela de León era amorosa y bellísima, y aunque no entiendo nada de lo que dijo pudo decirle: Ciao, que sabía que significaba hola. Vaya tonta, viajar a Italia y no manejar el idioma, pero era Donatelo quien traducía risueño, como nunca, al igual que Gian Luca que la había abrazado y besado con cariño, al parecer tenía de su parte a dos hermanos, mientras las mujeres se mostraban serias al igual que otro hermano que era apodado: limón con patas. Había estado ahí por horas, hablando o tratando de dejarse entender mientras esperaba. Pasaban las horas y su cuerpo temblaba de miedo, ¿A qué hora pasaría León?
Había preparado una conversación en su cabeza, todo lo que le diría pero cuando lo tuvo frente a ella quedó en blanco, tartamudeó y fue sacada de esa cosa con furia, podía ver los músculos tensos de él, podía ver su quijada apretada y los ojos carbón viéndola con furia, León no dejó de tirar de ella, caminaron por largos minutos y Alondra no se quejó, mordió su labio con fuerza viendo su mano, como en poco tiempo allí quedaría una marca.
Por fin se detuvo frente a un río, soltó el aire ruidosamente y la soltó, la joven rápidamente pasó sus dedos por la marca en su muñeca y no se atrevió a mirarlo, no cuando sentía la furia emanar de su cuerpo. Jadeó cuando León se acercó y quedó a unos centímetros de ella, echó la cabeza hacia atrás y lo observó.
— ¿Qué haces aquí, Alondra?
—Vine por ti —soltó y León soltó una carcajada ronca, sus ojos estaban tristes, podía ver las ojeras y la barba espesa sin recortar que rodeaba su quijada.
— ¿Ahora? Creo que es demasiado tarde —él sacó su celular y Alondra rrugó el ceño.
— ¿Qué haces?
—Consiguiendo un boleto para que vuelvas a los Ángeles, no pierdas tu tiempo aquí, ya no —él se acercó y tiró de su mano tomando el celular y mirándolo fijamente, los orbes de León brillaron con intensidad, la joven tartamudeó retorciendo lentamente—. ¿Realmente que haces aquí, Alondra? Estoy seguro que tienes mejores cosas que hacer, que estar aquí con un vulgar don nadie.
—Espero lleguemos a superar eso, León —masculló apretando los puños—. Tú aparentas ser tan seguro, que toma lo que quiera, pero eres lo contrario. ¿Quién te dejó así? ¿Quién te dijo que no valías lo suficiente para no luchar por la mujer que quiere?
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Doce para las diez (+18) TERMINADA
Truyện NgắnNunca le gustaron los tipos de fácil sonrisa, de palabras bonitas y de boca sucia. Tipos que evitaba a toda costa porque todo en ellos gritaba peligro, revolución y corazones rotos. Él representaba todo lo que Alondra detestaba, pero aun así no pod...