Su vida es demasiado fría y sin sentido,
Ha buscado en un bar un tipo que la haga vibrar, un tipo que la caliente.
Ella se encuentra en su regazo y él no puede dejar de besarla.
Él buscaba calor en su vida y entró ella.
¿Quién encontró a quién?
León pasó sus dedos por su espalda, deteniéndose más tiempo en las líneas de su cadera y los pequeños lunares que la noche anterior había contado con la lengua. Pasó sus manos por su trasero desnudo, acercándose para dejar un beso ahí escuchándola gemir bajito, tan bajito que apenas logró escucharla. Sus labios recorrieron su columna hasta que nuevamente pegó su boca en su cuello, recogiendo su aroma a él, porque toda la noche la había hecho suya. Si, completamente suya.
¿Pero qué decía? Ella no era un objeto, Alondra eran tan suya como mía, gimió ante aquella oración que se repitió en su cabeza. Y si, había pasado ya un mes desde que había caído a los pies de aquella princesa que hacía que su mundo diera vueltas, que sonriera más a menudo y que dejara los sillones por correr a su encuentro. León era un hombre adulto, en un par de años estaría formando ya su familia, se casaría, compraría una casa y en el próximo año ambos estarían feliz porque tendrían un hijo.
¿Alondra quería eso? No, aquella princesa era demasiado joven para anhelar tener un hijo o casarse, tan joven que le dolía y que había lanzado a León al whisky los viernes en la noche. Tan doloroso que debía eliminar todo sentimiento que empezaba a florecer en su corazón, porque las chicas como Alondra, aquellas que tienen planes de recorrer el mundo, de estudiar tanto y de vestir sus mejores ropas: no se ataban con un matrimonio. O eso era lo que solía decirle su hermano mayor, Donatelo, no sabía su historia pero para referirse así debía existir una herida muy grande.
Su celular vibró y se inclinó apagando la alarma, eran seis y veinte, a las siete Alondra debía estar en la universidad, así que se puso de pie y se puso unos bóxer limpios, unos pantalones oscuros y las botas que había tirado no muy lejos de la cama. Fue al baño para lavarse los dientes y peinarse mientras le daba tiempo a la joven para levantarse corriendo y gritar que se hacía tarde, una escena que en el último mes se había repetido, le seguía causando gracia y más ahí, la alarma de ella había sonado seis y media, Alondra se había quejado y la había apagado para seguir durmiendo.
Se puso una camisa negra y encima su americana por el frío, demasiado para ser otoño. Hizo una mueca y sacó una chaqueta negra de su hermana que había dejado ahí la última vez que se quedó, la dobló y la colocó en el mueble mientras se dirigía a la cocina para preparar algo para su princesa.
Alondra apretó los labios cuando vio la hora, chilló desesperada dando un salto de la cama sin importa que andaba desnuda, se cambió con rapidez y salió encontrándose con el desayuno servido y León tomando una taza de café, tan relajado, tan guapo y tan lejano a ella.
— ¿Por qué no me levantaste? —Gimoteó sentándose y metiéndose un pan a la boca, León la miró con diversión—. ¡No me mires! ¡Estoy horrible!
—Estás hermosa, fiore —León se puso de pie y se alejó mientras la joven terminaba el desayuno, se puso de pie y se encontró con su amante de pie sosteniendo una chaqueta—. ¿Sabes por qué te ves hermosa? Porque tus ojos están oscurecidos, tus labios hinchados por mis besos y por las veces que follé aquella bonica boca, tu cuerpo duele porque le demostré que nos pertenecemos. Por eso te ves hermosa
—Gracias Léon, ¿Nos vemos mañana? —la joven se había acostumbrado a que fuera tan directo, y muy dentro suyo aquello le encantaba, la excitaba, y eso era su deseo culposo.
—Puedo llevarte a la universidad, ahorras el pasaje y llegas a tiempo —Alondra forzó una sonrisa. No. No era una buena idea, no cuando sus compañeros siempre estaban afuera, no cuando su cabeza era un lio, no cuando el deseo hacia León había incrementado. No cuando su padre se encontraba en la ciudad—. ¿Nena?
—No quiero molestarte, ya has hecho mucho —se puso la chaqueta con rapidez y luego se inclinó soltándole un rápido beso pero León no contento, tiró de ella estampando su boca en la suya, pasó sus manos por su cintura y la empujó a la pared—. Oh, no, llegaré tarde.
—Si dejas que yo te lleve no llegarás tarde —murmuró con la voz ronca tomándola de una de las piernas y colocándola en su cadera, presionó su erección y la joven soltó un quejido poniendo los ojos en blanco. El hombre la tomó de las caderas y la dejó en la mesa, empujó sus piernas y se colocó entre estás empezándose a mover con lentitud, empujando y robándole más gemidos a su chica.
Alondra no lloriqueó, ni siquiera cuando León le bajó los pantalones y las bragas, la joven desesperada llevó sus manos a su cinturón y lo desabrochó para después bajar los pantalones, se lamió los labios y cayó de rodillas con una sonrisa en la boca, pasó sus dedos por el miembro endurecido del hombre para después inclinarse y dejar un beso en la base. León gruñó cerrando los ojos cuando la joven se metió su miembro en la boca y luego lo sacó con un ruidoso pop, el hombre maldijo cuando abrió los ojos y se encontró con los suyos, oscuros y traviesos. Sabía que se venía.
La muchacha se acomodó en la alfombra dejando su trasero desnudo al aire y moviéndolo con gracia, llamando más la atención el hombre. Alondra llenó de saliva la base y emitió un gemido bajo, saboreando su sabor salado y algo más, un sabor a macho, sabor a León. Tomó el miembro con ambas manos empezándolo a mover y recorriendo la punta del miembro con la lengua, succionando y lamiendo desesperada. Nunca le había llamado la atención hacer un oral. Nunca. Pero con León todo parecía diferente, se lo quería comer, y no de manera literal.
Rozó sus dedos fríos por el largo falo escuchando gruñir y sonrió sin despegar sus ojos de los suyos, bajó sus labios, lamiendo y luego metiéndose a la boca los testículos y soltándolos. Tocó su cadera notándolo tenso y extasiado, aún más cuando esta vez se lo metió por completo a la boca y lo sacó, León tomó un puñado de su cabello y empezó a follarle la boca, dentro y fuera, dentro y fuera. Un oscilación que parecía volverlos locos a los dos.
La joven cerró los ojos cuando León se vino, tragó todo y luego se lamió la boca poniéndose de pie sintiendo la intensa mirada de su amante, éste no tuvo consideración y la hizo girar y abrió sus piernas con brusquedad, lo escuchó maldecir en su lengua y luego lo sintió, tan profundo y delicioso. Blanqueó los ojos enterrando las uñas en la mesa mientras dejaba caer su cabeza hacia adelante y paraba su trasero. El hombre apretó su cadera moviéndose con dureza y rapidez, no le preguntó cómo lo quería porque conocía perfectamente el cuerpo de la joven, conocía cada jadeó, gemido y su sabor. Sabía que Alondra le gustaba que él fuera salvaje, haciendo honor a su nombre.
León estampó sus manos en su trasero escuchando gemir y pedir más, mucho más y obedeció.
Sintió las paredes de la joven contraerse y lo enloqueció, refunfuñó pegando su boca a su hombro y la sostuvo con una mano cuando ella se vino, temblando contra su cuerpo y apenas teniendo fuerzas para sostenerse. Siguió embistiéndola, más fuerte y rápido hasta que él mismo encontró su liberación. Gruñó recostándose a la espalda de su mujer, lamiendo su piel y manteniéndose aun dentro de ella.
—Tenemos menos de diez minutos para que entres a clases —siseó con la voz ronca—. Toma el casco de la mesa.
Alondra aun temblando asintió y León salió de ella, le subió las bragas y el pantalón, él mismo arregló la ropa de la joven y luego se subió sus pantalones. Ambos salieron corrieron, sintiéndose calientes y deseando regresar a la cama por más.
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Doce para las diez (+18) TERMINADA
Storie breviNunca le gustaron los tipos de fácil sonrisa, de palabras bonitas y de boca sucia. Tipos que evitaba a toda costa porque todo en ellos gritaba peligro, revolución y corazones rotos. Él representaba todo lo que Alondra detestaba, pero aun así no pod...