Alondra estaba recostada en su pecho, tenía la boquita abierta y se aferraba a su camisa como si la vida se le fuera en ello. Las mejillas las tenía rojas y llevaba el maquillaje corrido, el cabello apuntando a varis direcciones pero aun así a él le pareció la mujer más hermosa del mundo, aun así estaba loco por ella. Es que Alondra no solo era bella por fuera, lo era por dentro, era una mujer brillante y humanitaria, siempre ayudando a los más necesitados y eso hacía que su corazón se hiciera pequeñito, tanto que quería ser cuidado entre las manos de su chica. Si. Su chica. Nunca había dejado de serlo, estaba molesto y herido.
Él no comparaba su relación con la de Hayle, porque eran dos amores diferentes y porque Alondra era una mujer extraordinaria, no le importaba sus manos callosas y el que ignoraba muchas cosas, al contrario, sonreía tan tierna y le explicaba, pero de una manera burlona, lo hacía con dedicación. Ella era perfecta para León, pero la pregunta sería: ¿Él era el hombre perfecto para ella? Temía la respuesta.
Tomó su mano con dulzura y la entrelazó llevándola a su boca para dejar un beso en esta, sonriendo ante los ruiditos que escapaban de su boquita. Su nenita. Eso era.
Apretó el reproductor y la canción favorita de León empezó a sonar, Quizás, quizás, quizás. Cerró los ojos y pasó las yemas de sus dedos por la espalda de la muchacha sintiéndola estremecerse bajo su toque, se acomodó bien y terminé abriendo la boca y enterrando su rostro en su cuello.
—El ritmo de esa canción es conocida —murmuró ella con la voz ronca, León sonrió asintiendo—, Gian Luca me mostró un video tuyo cantando esa canción en italiano. Tienes una hermosa voz...
—Tengo talentos con la boca —bromeó y la joven se sentó en su regazo con cuidado, colocó sus manos en los hombros de él y buscó su mirada, ella tenía los ojitos achinados y los labios hinchados y es que esa noche más de una vez la besó, trató de resistirse pero le fue imposible—. ¿Te duele la cabeza?
—Estoy bien —la joven trató de bajarse del regazo del hombre pero León envolvió su mano alrededor de su cadera y negó—. Hay que hablar y esta posición no es la adecuada.
— ¿Por qué?
—León...
—Te había visto antes, tú estabas afuera con unos chocolates —comentó y la joven confundida lo miró—. Dije algo y tú avergonzada bajaste la mirada y entraste con rapidez a tu casa. Yo ya te había visto, a ti, únicamente a ti. Luego, cuando me sonreíste supe que era un bastardo con suerte, la chica más linda me había notado, estaba vuelto un loco ¡Coño, esa noche soñé contigo y no fue nada sano!
—Eres un pervertido —la joven avergonzada bajó la cabeza y León tomó entre sus dedos el mentón de la muchacha y lo elevó para ver sus ojos—. Lo siento, nunca debí tratarte así, yo realmente lo siento.
— ¿Era verdad lo qué me dijiste ayer? —la muchacha lo miró, sus labios temblaron y León tuvo miedo de que lo negara, que le dijera que no se acordaba de nada. Le dolería mucho.
— ¿Qué cosa? —León bajó la mano y su corazón golpeó con fuerza, forzó una sonrisa y esta vez fue ella quien tomó el mentón del hombre e hizo que sus miradas se conectaran—. Te amo León, te amo como no tienes ideas. No me di cuenta, ignoré el anhelo de verte, ignoré la forma en como mi cuerpo temblaba cuando me mirabas, cuando me sonreías. Suspiraba con el solo hecho de inhalar tu aroma, de sentir tus manos tomar las mías, mi corazón brincaba cuando estabas cerca. Fui tan ciega y no me di cuenta..., yo.
—Siempre que te pregunto qué cuando, como y donde, tú siempre me respondes: quizás, quizás, quizás —susurró con la voz ronca—, y así pasan los días y yo desesperando, y tú contestando: quizás, quizás, quizás.
— ¿Y eso qué significa?
—Que solo necesitaba ver cómo me mirabas para saber que me amabas —susurró inclinándose, juntó sus frentes y envolvió ambas manos en su cintura y la estrechó contra su pecho—. Yo te amé desde que me regalaste una sonrisa, ¿Qué demente estoy? Estaba enamorado aun cuando tú no me decías tu nombre, aun cuando tenía todas las de perder.
— ¿Quién en su sano juicio te rechazaría? —La joven rozó sus labios y habló bajito solo para que ambos escucharan—. Eres un jodido dios nórdico con el corazón de un peluche de felpa.
León soltó una carcajada ronca echando su cabeza hacia atrás, Alondra admiró la forma en como sus ojos se achinaban, como su sonrisa se extendía dejando a la vista unos dientes blancos y bien cuidados, los pequeños hoyuelos se marcaron y la joven se acercó dejando besos en cada lado, la risa lentamente cesó y el hombre la observó.
—Creo que estoy perdido por ti, estoy cayendo ¡Que marica me escuché! —Bromeó y empujó sus caderas, Alondra soltó un gemido y su boquita formó una perfecta o—. Voy a follarte, voy a demostrarte cuanto te amo.
—Eres un vulgar.
—Un vulgar que terminará comiéndote. Esto recién inicia Alondra, ¿Estás segura que tu amor puede soportar lo que soy? —la joven se quitó la camisa con lentitud quedando solamente en sujetador, León bajó la mirada a los pechos llenos y se lamió los labios, se inclinó rozando sus labios por las comisuras de sus senos y la muchacha tembló—. No voy a dejarte ir, no cuando quiero amanecer enterrado en lo más profundo de ti.
—Que romántico —balbuceó cuando León bajó las copas del sujetador y tomó los pechos en sus manos, se relamió los labios y se arqueó cuando tomó entre sus labios uno de sus pezones y lo mordisqueó. Alondra clavó las uñas en sus hombros ante la mordida y el hombre gruñó.
—Me escapé de los libros de Jane Austen.
—Y también lees —se burló pero calló cuando León succionó el pezón con fuerza, gimoteó y llevó sus dedos al cabello del hombre, tiró de él y empezó a balancearse por el miembro endurecido—. ¡Oh, Dios!
—No fiore, soy León.
Último capítulo caperucitas rojas, mucho amor para León. Demuestren que robó su corazón.
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Doce para las diez (+18) TERMINADA
Short StoryNunca le gustaron los tipos de fácil sonrisa, de palabras bonitas y de boca sucia. Tipos que evitaba a toda costa porque todo en ellos gritaba peligro, revolución y corazones rotos. Él representaba todo lo que Alondra detestaba, pero aun así no pod...