TIERRA DE AMOR

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León soltó una ronca carcajada cuando Tiziano cayó al río y gritó aterrado, el muchacho de apenas quince años se sonrojo mientras sus primos y hermanos reían a carcajadas, esos veranos eran especiales, eran hermosos.

Hace dos semanas había aterrizado en tierras italianas, había recorrido sus raíces y había terminado con maletas en la casa de sus abuelos, ellos habían gritado entusiasmados mientras lo sentaban y abrían una botella de vino, mientras sus primos sacaban queso para picar. San Gimignano era precioso, bello como toda Italia, era su lugar favorito en el mundo. La frescura, el calor, el amor y sus historias lo hacían bellísimo.

La casa de sus abuelos estaba en el bosque a veinte minutos de la ciudad, de su arquitectura, sus paisajes más bellos que cualquier turista admira. Sus torres, su arquitectura medieval que te hace sentir poderoso, mientras en la calle están sentado ancianos contando las historias de los caballeros y princesas, diciendo que fulano vivió ahí, que mengano luchó por amor o zutano murió en dicha torre. Alondra amaría estar ahí, le gustaría, era una sabelotodo que admiraba esas bellezas.

Sonrió quitándose la camisa y lanzándose al agua gritando mientras sus hermanos se quejaban por lo bruto que llegaba hacer. Estuvieron ahí por largas horas hasta que sus abuelos los mandaron a llamar, cada uno tomó una bicicleta y regresaron a casa oliendo el plato favorito de sus abuelos: la pappa al pomodoro, cada uno tomó una silla y se reunieron afuera escuchando los quejidos de su abuelo porque estaban sin playera. León besó las mejillas de sus abuelos, saludándolos.

—Ciao nonna —saludó con dulzura tomando su mano para dejar un beso ahí, su abuela esbozó una sonrisa que robó un suspiro del hombre—. Profitto.

Ante esas palabras todos tomaron los cubiertos y empezaron a comer mientras León servía las copas de vino, sus primos reían a costa de Baptisto que era un limón con patas, siempre de mal humor por lo cual Gian Luca siempre se burlaba y lo sacaba de quicio. León miró a sus hermanas sonreír, Alessia estaba con Beatrice en su regazo mientras su esposo Bayron sostenía a un Bruno dormido. Amparo estaba recostada en su hombro con un durazno mientras escuchaba las historias de su nonno, contando sus grandes enfrentamientos.

Filipo y Tiziano se despidieron, ambos volverían a su casa ya que sus papás lo llamaban, ya luego se pasarían por ahí. Alessia se fue a su habitación y al final solo quedaron los cuatro hermanos solteros, compartieron sonrisas y se despidieron de sus abuelos con dirección a la ciudad, esta vez León tomó la vieja camioneta que había arreglado y se fue, disfrutando del aire golpear su rostro, se acomodó los lentes negros y estacionó viendo las majestuosas torres.

—Ciao signor Lorenzo —León saludó y el viejo sonrió tendiéndole una bolsa de frutas que rápidamente sus hermanos devoraron, el anciano era muy buen amigo de sus abuelos—. Grazie.

—Amo Italia, creo que me quedaré a vivir acá —Gian Luca rompió el silencio y los tres hermanos lo observaron—. Tengo los documentos listos para hacer mi traslado a la universidad de aquí. Viviría con los nonni, trabajaría en la pizzería y los fines de semana disfrutarían de la pesca.

—Yo también he pensado en venir aquí, regresar a las tierras donde mamma fue feliz —Amparo apuntó y León aclaró su garganta recostándose en la silla, estaban sentados afuera de una pequeña cafetería, todos admirando el atardecer, disfrutando y hablando de la vida—. Me gustaría hacer mi vida aquí.

—Ambos son adultos, sabrán que decisión tomar —finalizó León y ambos hermanos sonrieron—. Vamos a un bar, ¿Tienen edad para tomar?

Señaló burlón a sus dos hermanos menores, ambos se quejaron y fue Amparo quien se lanzó a los brazos de Baptisto quien gruñó tratando de alejarla pero fue imposible, su hermanita era un dulce y siempre estaba repartiendo amor, verlos partir, verlos quedarse ahí le rompería más el corazón. Nunca se había separado y ahora cada uno tomaría su dirección, ¿A dónde pertenecía él? Tenía una respuesta clara y dolorosa: a los brazos de Alondra.

Los siguió con una sonrisa en la boca deteniéndose en el primer bar que encontraron, saludaron y regresaron a la casa de los nonni muy tarde, riendo a carcajadas mientras los más jóvenes apenas podía y mantenerse de pie, León tuvo que cargarlos y llevarlos a sus habitaciones mientras él se quedaba en la tercer piso, ahí donde tenía una hermosa vista. Preciosa.

Se acostó muy tarde pero se levantó temprano, iría con su nonno a la ciudad hacer compras y unas diligencias, David lo presentó con orgullo, aclarando lo fuerte y lo guapo que era, y es que era idéntico a él en sus años jóvenes, León solo sonreía aceptando los cumplidos, regresaron a la casa pasadas las dos de la tarde, ambos quemados por el sol pero con la camioneta llena y riendo a carcajadas, en el camino habían aceptado una copa de vino, o tal vez cuatro, la felicidad era palpable. Burbujeante.

León estacionó la camioneta y ayudó a su abuelo a salir, avanzaron y luego abrió la puerta encontrándose a su madre con Donatelo, León sonrió caminando hacia ellos pero le sorprendió al ver una maleta más, ¿A quién había invitado? Se giró y se sorprendió al verla ahí, de pie y con los músculos tensos.

—Hola, León.

—Alondra —siseó con seriedad.

—Yo la traje —su hermano mayor dio un paso hacia él golpeando con fuerza su hombro, todos ahí estaban en silencio, hasta que su abuelo sonrió acercándose como un galán hacia ella, tomando su mano y dejando un beso en sus nudillos.

—Ciao ragazza, sono David Caruso —Alondra parpadeó con las mejillas rojas—. Come ti chiami?

—Nonno, lei non sa italiano —León masculló entre dientes atrapando la mirada de Alondra, siseó y se acercó envolviendo su mano alrededor de su muñeca y tirando de ella para sacarla de ahí.

¿Qué hacía en su casa? ¿Quería seguir haciéndole daño? ¡No era justo! 

Doce para las diez (+18) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora