EL SALVAJE

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— ¡León! —jadeó apretando el lavamanos con fuerza mientras su cuerpo se sacudía con fuerza, sus piernas perdieron fuerza y por un momento creyó caería al suelo a bruces, pero aquel tipo enredó con fuerza su mano alrededor de su cintura y luego le propinó una nalgada que la arrancó un gemido. Cerró los ojos con fuerza y León siguió entrando y saliendo, con fuerza, con rapidez provocando que sus testículos golpearon su trasero y creando una melodía que le había terminado por encantar a la joven.

Él gruñó como un animal hambriento y enterró sus dedos en su cadera, Alondra gimió bajito dejando caer la cabeza hacia adelante, para después sentirlo salir de su interior, escuchó el tacho de la basura abrirse y luego cerrarse, lentamente cerró sus piernas y levantó la mirada, observándose en el espejo. Tenía el cabello apuntando a varias direcciones, las mejillas sonrosas y los labios hinchados, lentamente se acomodó y vio las marcas rojas en su cuerpo, las mordidas y sus pezones endurecidos, para después verlo a él de pie a su lado con una sonrisa en los labios, sacándole por lo menos tres cabezas. Algunas mechas cayendo en su frente, sus labios chinchados y unos arañazos. Sus arañazos.

León se inclinó envolviendo su mano alrededor de la cintura de la muchacha, dejó un beso en su hombro sin dejar de verla por el espejo, sus ojos oscuros la devoraban y Alondra sonrió porque se sentía deseada, y eso pocas veces había sucedido.

—Es tarde —susurró la muchacha cuando él la hizo girar, León arqueó una ceja y tiró de ella para estampar su boca con la suya, succionó su labio inferior, chupándolo para después enterrar su lengua en su boca, recorriendo un lugar tan conocido, cuando Alondra pudo despegarse de su boca, levantó las manos pasándolas por su barba—. Estoy muerta.

—Parezco adolescente con mi verga parada cada que te miro, ¡Coño! —siseó bajando la mirada para ver como su miembro estaba medio erecto, la joven soltó una carcajada y se metió a la ducha, todo el pudor se había ido, aunque en la madrugada se había avergonzado más de una vez cuando el hombre la había recorrido con la mirada, la había tocado y habían dormido un par de horas desnudos y abrazados.

—Debes llevarme a casa, hoy tengo trabajo —la joven cerró los ojos dejando que el agua fría recorriera sus músculos, jadeó cuando el cuerpo de León la envolvió, pero no abrió los ojos—. Así que eres italiano.

— ¿No lo dejarás pasar muñeca? —tomó el jabón y comenzó a pasarlo por el cuerpo de la muchacha, con suavidad por sus pechos viendo como sus pezones se endurecían con el roce de sus palmas, bajó por su vientre, recorriendo con sus dedos las pequeñas líneas y luego los rollitos que la hacían desearla aún más, la hizo abrir las piernas y volvió a ver el sonrojo en las mejillas de la joven. León rozó con sus dedos su sexo, arrancándole un gemido pero la muchacha cerró las piernas—. No hagas eso, ¿me quieres dejar muerto de hambre?

—Es que..., me duele allí abajo —desvió la mirada y León tiró de ella, cargándola y haciendo que envolviera sus piernas alrededor de su cadera, buscó su mirada y se inclinó atrapando sus labios para besarla.

— ¿Desayunamos? —inquirió el hombre llevándola cargada hasta su habitación, la dejó en la cama sin importa que ambos estaban mojados, León desnudo caminó por la habitacion abriendo las ventanas y sacando la ropa que se ponía, Alondra cerró con fuerza las piernas al verlo caminar sin preocuparse. Ver aquella tinta negra marca su piel, sus musculoso mojados y su miembro apuntando hacia adelante, ¿en qué momento había cambiado a los de su edad por un tipo como él?

El hombre atrapó su mirada y se echó a reír, sus ojos se achinaron marcando algunas líneas y su sonrisa fue hermosa. Alondra tomó una de las playeras de él, se la puso junto con las bragas para acomodarse en la cama ¡Al diablo con el trabajo! Quería vivir, a sus casi veintidós años se había limitado siempre, estudiar, trabajar y ser buena hija, ahora quería romper esas reglas y dejarse llevar por lo que el destino le ponía en el camino.

Doce para las diez (+18) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora