treinta y dos

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Manuel

Aún enojado, pero incapaz de formular cualquier tipo de reacción, permanecí sentado en aquel bar con la mirada detenida en la puerta donde hacía tan sólo segundos había visto desaparecer a Mats. Creí por un instante que carecía de la valentía que hubiera necesitado para permanecer allí y enfrentarme, pero pronto entendí, por las miradas que cruzaron Philipp y Thomas, que lo mejor había sido dar por concluido aquel asunto.

Presurosamente, Müller salió del local para acompañar a Mats. No podía culparlo; para ellos habría sido una seguidilla de momentos realmente incómodos y la mitad de la culpa debían agenciármela a mí. Aún en medio de un silencio extraño, Philipp se las arregló para pagar la cuenta, luego suspiró, sin saber cómo abordarme y finalmente dijo:

—Larguémonos de aquí.

Lo seguí, con los brazos cruzados encima del pecho y la creencia de que podría regalarle un par de golpes a la primer pobre alma que tuviera el descaro de molestarme un poco más, si bien en el fondo era consciente de que tan sólo estaba enojado conmigo mismo. Él, mientras tanto, mantenía un semblante imperturbable que le era propio; sabía cómo enfrentar cualquier situación y eso me llevaba a admirarlo. De haberse encontrado en mi lugar, no habría perdido los estribos. En primer lugar, él hubiese sido lo suficientemente inteligente como para evitar acabar en mi posición.

Recorrimos unas cuantas cuadras en su auto sin decir una palabra y se lo agradecí. Necesitaba tranquilizarme y analizar nuevamente la situación una vez me hubiera calmado, pero en el fondo sabía que para mi problema las soluciones eran más bien nulas. Luego de veinte minutos de recorrer calles que no nos conducían a ninguna parte, comprendí que me estaba dando la oportunidad de hablar con él, de contarle cómo me sentía. Yo no creía poseer la capacidad para exteriorizar aquellos pensamientos cargados de resentimiento hacia mí mismo, sin embargo, necesitaba pedirle un favor.

—No me lleves a casa. —Suspiré en tono bajo. Quizás hasta infantil—. No quiero enfrentarme a Kathrin, porque si lo hago será inevitable decirle toda la verdad de la peor manera. Y ella no se merece que lo haga así.

Él emitió un sonido de entendimiento y bajó un cambio en el motor del auto, mientras que yo me removía en el asiento y dirigía mi mirada hacia el exterior pero sin ver nada en lo absoluto. Por ese entonces, no era capaz de definir qué me importaba y que no. Habría querido poder desahogarme en Mats, pero aunque no lo reconociera, tenía muy en claro que él tan sólo hacía lo que podía para ayudar a Joanne. Y que un par de cervezas de más le había llevado a decir todo lo que se había estado guardando. Su posición me resultaba completamente entendible, pero que alguien más se hubiese llevado la culpa instantáneamente me habría librado de ella. Aunque no para siempre.

Philipp estacionó frente a un hotel de cuatro estrellas. No dijo nada, simplemente se apeó del auto, lo que me hizo pensar que debía hacer lo mismo. Dejé que él manejara la situación; pidió una habitación con dos camas simples y luego llamó a Claudia, que aún permanecía en mi departamento, para explicarle que el asunto de Mats no había llegado a una conclusión positiva y que por eso no volveríamos esta noche. Acordaron que se lo explicaría más tarde y, por suerte, ella no hizo demasiadas preguntas. ¿Cómo desconfiar de la seguridad del capitán?

Nos acostamos casi sin hablar. Al apagar la última luz que se hacía con la habitación, la luna se encargó de iluminarnos hasta donde pudo. El ambiente era propicio para dejar que las heridas se airearan, así como la compañía.

¿Qué pensaría él? ¿Qué habría hecho de estar en mi lugar desde el comienzo? Seguramente habría sabido llegar a un final mucho más propicio para su propia felicidad o la de todos, pero quién sabe. Él tampoco es perfecto. Aunque en la oscuridad de una noche tan turbia como aquella, donde el marginado era yo y él tan sólo una compañía, resultaba muy simple pensarme como una mala persona a su lado. Supongo que sólo era mucho más inmaduro.

Tren a BavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora