cuarenta y cuatro

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Mats.

Alina permanecía sentada frente a la mesa del comedor de su casa. Tenía frente a sí una caja de cartón de un tamaño considerable, forrada con motivos coloridos, cuya tapa yacía a un lado y contenido no lograba vislumbrar ni bien entrado a la estancia. Ella hojeaba un cuaderno con un leve rictus en el rostro, sin siquiera percatarse de mi aparición.

Estábamos relajándonos luego de unos días exhaustivos de ir y venir debido a la mudanza de Joanne, situación que se sumó a nuestras actividades regulares, por nada nimias. Los niños se encontraban en una fiesta de cumpleaños y tardarían algunas horas aún en regresar, momento para el cual yo ya me habría ido. La idea de conocer a los hijos de mi novia me causaba tanta aprensión como a ella. Si bien yo elegía disimularlo y aceptaría de buen grado asumir el papel que me tocaba en la vida de los mellizos, jamás había tratado con críos de un modo tan acérrimo y temía al rechazo de aquellos dos, puesto que su animadversión podía influenciar la postura de Alina con respecto a nuestra relación.

—¿Qué haces? —inquirí mientras me detenía frente al espejo y peiné mi cabello húmedo con las manos. Ella levantó la mirada, me sonrió a través del reflejo y volvió a la contemplación del cuaderno.

—Quedaron aquí unas libretas de Joanne, se las llevaré la próxima vez que vaya a visitarla. Estoy hurgando en la expresión del ser más genuino de mi hermana.

Me acerqué a ella, y apoyando las manos sobre sus hombros, besé su cabello.

—¿No te resulta una invasión a la privacidad? —Alina negó con la cabeza.

—No hay nada sobre mi hermana que no sepa. Además, durante los últimos meses, mucho de su arte es relativo al bebé. Y también a Manuel. ¿Has sabido algo sobre él?

Dudé por un instante, antes de caer en la cuenta que había dejado pasar un dato de significancia relevante. No había vuelto a cruzar palabra con Neuer, a pesar de que ya hubiera transcurrido un tiempo considerable desde nuestra disputa. En parte lo añoraba, pero el hecho de que acabara discutiendo y alejándose de todas las personas que decía considerar importantes, señalaba un detalle sobre él que valía tener en cuenta.

—Aguarda. —Me dirigí a la habitación y rebusqué en el cajón de la cómoda que Alina había permitido caer bajo mi poderío sin que ninguno de los dos tuviera una sincera intención de considerar por el momento la posibilidad de mudarnos juntos. Cuando le entregué una hoja de papel doblada a la mitad, ella me observó con extrañeza— ¿Recuerdas que cuando Joanne volvió a su departamento yo la acompañé? Resulta que atravesé la puerta antes que ella porque se había detenido a hablar con uno de los vecinos y encontré esto. No sé por qué lo abrí, pero al comprender de qué se trataba, lo guardé en el bolsillo de mi pantalón. —Alina frunció el ceño— Lucía tan alegre ese día, tan ella antes de Manuel, que no quise permitir que se lo estropeara.

—No debería... —susurró Alina, al tiempo en que desdoblaba la hoja y leía con ojos veloces la misiva que había sido destinada a Joanne. Me senté a su lado, y tras haber finalizado, se volvió a observarme con curiosidad—. ¿Sabes qué es lo más insólito? —Hojeó rápidamente el cuaderno hacia atrás y encontró un par de hojas arrancadas y dobladas en cuatro descuidadamente— Esto lo escribió Joanne. No es exactamente una carta, sino más bien una expresión de su completo sentir con respecto a él. Lo escribió cerca de navidad, y le dice que lo ama tanto como odia la manera en que muchas veces la hizo sentir. Creo que guarda algo de rencor.

—Y no le falta razón. —Alina asintió con un gesto de cabeza.

—¿Qué harás con esa carta?

—¿Qué haremos? Estaba esperando que me echaras una mano.

—Pues tú la encontraste. Además, hace ya varios días desde que ella se mudó. No sé si aún tiene validez. —Se mordió el labio.

—Claro que la tiene.

—Mats... Creo que a estas alturas incluso yo puedo predecir a Manuel.

—¿Temes que se haya arrepentido de haber dejado a Kathrin?

—Sí, o que esté con otra. Sabes que Joanne se ha enamorado muy profundamente de él, a pesar de todo. Y no quiero volver a verla herida.

—Ni yo, por eso decidí no dársela. —admití mientras volvía a doblar el papel en dos. Ella sostuvo cariñosamente mi muñeca a fin de detenerme. La miré, puesto que había llamado mi atención.

—Pero no se trata de una decisión que tú puedas tomar. Odio sentir que estoy poniéndome del lado de Manuel, pero creo que Joanne se merece leer el contenido de esa carta. Puede decidir por sí misma qué es lo mejor para ella y el bebé.

Hice silencio.

—Mats... —Levantó mi rostro y me besó en los labios. Al final, siempre sucumbía frente a sus encantos. Y seguiría haciéndolo. Lo supe en cuanto pensé que dejar mi relación con Cathy valía la pena aunque se tratara de inmiscuirme en un nuevo vínculo. Alina y yo nos conocíamos desde hacía más de una década y recién ahora pensaba yo en cuánto me había llevado verla como la mujer que era y desearla a mi lado.

—De acuerdo —asentí a pesar de mi reticencia—. La leerá. En algún momento. ¿Qué hay de lo que Joanne ha escrito allí?

—No creo que lo haya hecho con la idea de que Manuel se enterara. No me parece que deba dárselo.

—No dijiste eso mismo cuando le enviamos los dibujos de Joanne. —reí. Ella me sacó la lengua.

—Fue un error. Tal vez le hubiéramos ahorrado muchas angustias a mi hermana si no nos hubiésemos entrometido.

—Por eso creo que esta vez no debemos volver a inmiscuirnos en sus cuestiones.

—Esta vez es diferente, Mats. Joanne no tenía la más mínima intención de mostrarle sus dibujos a Manuel, pero él escribió esas palabras a fin de pedirle perdón. No sería justo que se lo ocultásemos.

—¿No querías evitarle sufrimiento?

Ella tardó un instante en rebatir. No estaba segura de hallarse tomando la postura correcta.

—Manuel es el padre de su hijo. Sus vidas estarán ligadas más allá de nuestras voluntades. Y si él quiere pedirle otra oportunidad lo hará la próxima vez que se vean, en caso de que yo esté haciendo bien al confiar en lo que aquí expone. No veo provecho alguno en ocultarlo. —suspiró— No permita Dios que, con el paso de los años, me arrepienta de lo que te estoy diciendo.

Tren a BavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora