Prólogo

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Para comenzar esta historia, debemos echar la vista 100 años atrás, donde una chica de cabellos rojizos como la chispa del fuego recién prendido corría desconsoladamente por un bosque sin un rumbo fijo. Las lágrimas brotaban de sus ojos sin descanso logrando así nublar su campo de visión.

Su pueblo, su hogar, se veía cada vez más lejano mientras sus pies no dejaban de correr sin dirección. Su llanto se escuchaba como eco en el bosque dejándola algo aturdida, creyendo que alguien desconocido lloraba junto a ella. Sentía tristeza y odio, pero sobre todo impotencia, acababan de asesinar a sus padres, las personas más importantes de su vida y ella no pudo hacer nada para remediarlo o su destino sería el mismo que el de sus pobres padres. Sin poder aguantar mucho más, la chica soltó un grito desgarrador, dañando su garganta y consiguiendo que algunos pájaros volasen asustados.

La luna iluminaba una parte del bosque en el que la chica se arrodilló, intentando recuperar el aire perdido, levantó su vista al oír un ruido extraño. De pronto, algo raro comenzó a pasar, una luz brillante estalló delante de ella, miró sus manos con confusión y frotó sus ojos intentando saber si realmente estaban ahí las paredes que formaban fronteras a su alrededor o eran una simple ilusión óptica, vio como la luz de la luna se marchaba de ese rincón y se puso en pie, tocando ese material invisibles ante sus ojos pero visible ante su tacto que tenía justo delante. Esas fronteras, eran las fronteras de un nuevo reino, el reino de Naru.

 
Sin duda, podría contar miles de historias sobre este reino, como fue la guerra allí, porque era ahora tan odiado cuando antes las personas soñaban con vivir allí o la más importante, que ocurrió realmente ese día que ahora tanto celebramos. Se bienvenido a este reino y se bienvenido a la historia que cuenta el inicio de todo. A partir de ahora, todo comenzará a tener sentido.

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