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Curve mis manos mientras acechaba la longitud del pasillo a las puertas francesas que conducían fuera.

Me encontraba irritada, molesta, y enteramente en el borde. El deseo fundido de mi casi orgasmo se había convertido en enojo abrasador. ¿Cómo se atrevía Yoongi a entrar en mi habitación sin avisar para verme haciendo algo tan privado? ¿Cómo se atrevía a hacer que me sienta avergonzada, pero también extrañamente excitada al ser atrapada? ¡¿Y cómo se atrevía a decirme que yo apestaba en mentir, cuando yo lo atrapé en cada una de sus mentiras?!

Después de haberme dejado para vestirme, mi mente había creado unas pocas respuestas sarcásticas e ingeniosas. Si no hubiera huido, como siempre hacía, yo habría tenido la última palaba. Estaba segura de ello.

Repetí mi venganza, comprometiéndola en la memoria, para poder lanzársela en la cara la próxima vez que tuviéramos una pelea.

Ya soy una mejor mentirosa que tú. 

¿Eres tan estúpido para creer que no te veo?

Felicidades por ganar el premio al más hipócrita.

Había sido demasiado tarde para decir todo eso, pero no lo olvidaría. Había llegado el momento de decirle que no creía ya en su capa de hielo. Todavía le tenía miedo, en algún nivel, pero no era nada comparado con el terror enfermo que sentía hacia su padre y sus hermanos.

Mierda, ¿me lo puse?

Estaba tan dentro de mi cabeza mientras me vestía con un vestido negro largo hasta la rodilla con un jersey plateado que no sabía si me había atado mi nuevo objeto favorito.

Mis dedos se movieron furtivamente a la cara externa de mi muslo.

Gracias a Dios.

Me relajé cuando mis dedos encontraron la pequeña liga que fabriqué de encaje victoriano crema y botones perlados. Ajustada con elástico, se utilizaba para sostener las bragas de las señoras en los viejos tiempos. 

Ahora lo usaba para mantener oculta mi arma robada. La funda que hice servía para vestidos y faldas, pero sería inútil si tuviera que llevar pantalones. No importaba, para eso estaban los sujetadores. 

Después de tratar de espiar a Yoongi y a la mujer desconocida, me rendí y me colé en el comedor. Allí, robé una daga de rubíes incrustados y coloqué una estatuilla de bronce frente a los ganchos ahora vacíos en la pared. Sólo esperaba que nadie se diera cuenta.

—¡_____! Él dijo que vendrías. Estoy tan feliz.

Me di la vuelta. Mi ritmo cardíaco aumentó mientras Tae se dirigía hacia mí. —Buenos días, Taehyung.

Sonrió; el aire nebuloso del antiguo Hall ofreció una versión borrosa de su cabello sedoso bien peinado. Me pareció extraño que los Mins fueran tan jóvenes, siendo ya tan canosos. Casi como si el tiempo les hubiera robado la juventud por el pago de sus atrocidades.

Tae me tomó por los hombros y me besó primero en la mejilla derecha y luego en la izquierda. —Es un placer verte esta mañana. ¿Cómo está tu tatuaje? 

Presioné mi pulgar contra el dedo índice, activando la quemadura restante de la aguja y la tinta. —Está bien. 

Tae me tendió la mano, esperando que pusiera la mía en la suya. Pasó un dedo suavemente sobre las iniciales de Yoongi. —Bastardo con suerte que logra vivir en tu piel sin defectos. —Sonrió. También llevaba una camiseta y pantalones de montar. No es que los pantalones ajustados le sentaran tan bien como a Yoongi. Tae era demasiado voluminoso, demasiado rudo para algo tan... refinado.

Endeudado: Segunda Deuda//MYG Y TÚ//+18 [TERMINADA T3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora