Veinticinco años atrás, un pequeño llamado Raúl tenía una madre con
moretones y un padre en borrachera permanente.
Vivían en una casa tapizada de gritos. En la mesa había un jarrón con flores
que siempre se cambiaban después de una paliza. El pequeño jugaba en el patio,
tratando de ignorar el sonido de los cristales reventándose en el interior de su
hogar. De noche, su madre lo abrazaba fuertemente, lo besaba, y siempre le
dejaba en la frente rastros de lágrimas o de sangre. Su madre parecía adicta a las
disculpas y palabras endulzadas. «Te aseguro que ésta fue la última vez», decía
su padre. Y entonces todo recuperaba su color, había besos amorosos, caricias en
la mejilla y flores nuevas en la mesa.
Sin embargo, una tarde finalmente fue la tan esperada última vez. Refugiado
en un pequeño cuarto, Raúl escuchó las patadas y reclamos, los cuales duraron
más de lo normal. El odio hizo estallar la habitación de al lado, donde su madre
y padre tenían una batalla con desventaja para ella.
Los golpes cesaron, y enseguida hizo aparición un sonido más agudo y
perturbador: el llanto de su padre.
El hombre le exigía a su esposa que recuperara el pulso. Le pedía que volviera
a la vida, pero irónicamente, ésa fue la primera orden que ella desobedeció.
El hombre se olvidó de Raúl, y en un concierto de acongojados gemidos, besó
el rostro hinchado de su mujer antes de meterse un arma en la boca.
El rugido de un disparo ahuyentó a algunos cuervos curiosos.
«¿Por qué no te quedaste conmigo? ¿Por qué no lo dejaste después del primer
golpe? ¿Quién me resguardará del invierno? ¿Quién me prestará su cuello para
llorar? ¿Por qué te vas si tus nuevas flores aún no se han secado?».
Y quizá por rabia, Raúl llegó a la conclusión de que su madre no tenía el poder
de alejarse de un hombre como su padre… se convenció a sí mismo de que
ninguna mujer podía.
*
Hoy en día, un tipo llamado Alex golpea a su joven esposa. Esta noche en
particular, le ha estrellado una sartén en la nuca. Una niña llora oculta en el
armario mientras el cabello de su madre se sigue mojando de sangre. Los gritos y reclamos de Alex aterrizan sobre la mujer tirada en el suelo. Desde ahí, ella
sigue siendo agredida violentamente. Hasta que de pronto, algo cambia. Y la
luna no sabe si para bien o para mal.
Ella escucha los puñetazos y patadas de su marido, pero curiosamente, ya no es
su cuerpo el que los recibe. El tiempo hizo una parada breve y la sangre en su
oído le ha robado los sonidos. Con poca fuerza y su mundo temblando, la mujer
gira la cabeza buscando el rostro de Alex.
Entonces observa a dos hombres peleando: uno de ellos es su esposo, el otro es
un hombre tosco, corpulento, vestido de negro, y con una máscara que semeja el
rostro de una mujer. A pesar de todo, trata de levantarse para defender a su
marido, pero sus heridas se lo impiden. Un par de puños colosales se estrellan en
la piel de Alex hasta que éste deja de moverse. El hombre con la máscara de
mujer sigue golpeando el cadáver por inercia, como si quisiera sacarle más jugo
a una naranja que ya está completamente seca.
Suelta el cuerpo de Alex y emite un alarido que parece el llanto de una bestia.
La luna lo escucha y se cubre los oídos.
*
Unas horas más tarde, en un punto aislado de la carretera, Raúl se quita la
máscara para tomarse una cerveza. Se masajea los nudillos mientras derrama
pensamientos: la mujer va a detestarme, intentará perseguirme incluso, pero al
menos la niña crecerá segura a lado de su madre.
Se acaba la cerveza y hace algunas cuentas: éste es el noveno hombre al que
asesina, y aún no se siente satisfecho…
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CUENTOS PARA MONSTRUOS
SonstigesAntología de historias relacionadas con la furia, la pérdida y la violencia compactada en el espíritu humano. Los personajes son ficticios, pero sus acciones tienen pinceladas de realidad. . Esta es un libro de Santiago González Pedraza lo comparto...