Capítulo 5

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«Ligón en apuros»

Pijamadas, la pesadilla personal de Sehun.

Todo comenzó en la secundaria. Puede que nacieran el mismo día, pero para evitar conflictos sus padres habían empezado a celebrar sus cumpleaños con un día de diferencia al hacerse mayorcitos y ya que Irene llegó al mundo con tres minutos de ventaja, su festejo siempre era primero. Ese año decidió que quería invitar a sus amigas a dormir en su casa y cumplir la fantasía de toda película adolescente.

La cosa funcionó, tanto que para su siguiente cumpleaños, la mayor volvió a organizar su fiesta de niñas. Que un montón de ruidosas invadiera su hogar una vez al año no estaba mal, el problema comenzó cuando entraron a la preparatoria.

Como institutos hermanos, Hyehwa y Minhwa colaboraban en actividades como el coro escolar, el festival de primavera y claro, el equipo de porristas animaba al de futbol. Así, como capitana de las animadoras, su melliza pasó de ser una chica con un montón de amigas a convertirse en la líder de un grupito de locas que una o dos veces al mes se adueñaban de la sala, la cocina y hasta del baño de su casa.

Tenerlas ahí los sábados, cuando el menor de la familia apenas se asomaba por el lugar, le afectaba lo mismo que si una mosca le zumbaba al oído, pero que abusaran de la hospitalidad de su familia e instalaran su campamento el único día que Sehun consideraba sagrado, eso sí que no podía tolerarlo.

«Esta no te la paso», pensó y bajó las escaleras, llevaba puesto nada más que un viejo pants y la toalla mojada que había usado para secarse el cabello después de la ducha colgada alrededor del cuello.

¡Yah! —gruñó su hermana, al verlo aparecer medio desnudo, casi atragantándose con uno de los horribles pastelitos veganos que tanto les gustaba llevar a sus reuniones—. ¿Qué acaso no conoces la decencia?

Tras ella, las chicas no parecían tenerle a mal su pequeño acto de exhibicionismo, deleitándose con la vista de su torso al descubierto, los músculos abultados y el abdomen marcado alterando sus hormonas. Sehun lo estaba disfrutando, no tanto por la reacción de las otras, sino por el ataque de rabia que acababa de provocarle a su noona.

—Sólo vine por algo de leche y una bolsa de mis galletas con chispas —repuso, componiendo su mejor y la más falsa expresión inocente que nadie en esa habitación hubiera visto alguna vez.

—¿Y qué no podías bajar luego de vestirte como Dios manda?

¡Aigoo! Cómo no se me ocurrió —se burló.

Decidió cortar el rollo, tomar justo lo que había dicho que fue a buscar y volver a su recámara. Solía reservar los domingos para dormir hasta tarde (y recuperarse de la resaca), almorzar con su mamá y ayudarle con algunas tareas de la casa, antes de tumbarse en la sala a maratonear dramas viejos o películas de asesinos, las favoritas de Yoo-hee. Ese día, dado que un montón de intrusas monopolizaban la planta baja, tendría que pasarlo jugando videojuegos.

Estaba por marcharse cuando la voz de Irene, ya más calmada, le dijo:

—Hay una promoción especial en el salón de Heechul, pero debemos estar allá antes del mediodía o se llenará.

Sehun enarcó una ceja, dando un largo sorbo de leche que le dejó un bigote blanco sobre los labios.

—¿Y a mí qué?

—Papá dejó el auto, dijo que te pidiera que nos llevaras cuando despertaras.

—¿Qué? ¡No! —se opuso—. Es domingo, yo no salgo los domingos.

Su familia lo sabía y casi nunca se metían con su rutina. Si Se-hyeong no tuviera que trabajar, él mismo habría llevado a su hija y sus amigas al salón de belleza, pero una junta de emergencia lo obligó a ir a la oficina y lo más que pudo hacer fue dejar su auto y esperar que su muchacho le echara la mano.

De chicos malos y ratones de biblioteca || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora