Capítulo 9

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«Alterar la rutina»

Despertó sintiendo que la cabeza estaba a punto de estallarle, el ardor del vodka todavía quemándole la garganta y un fuerte aroma a tabaco impregnando su ropa.

Nunca lo admitiría en voz alta, pero cada mañana después de una buena fiesta, recordaba a su madre preguntándole por qué rayos le gustaba tanto beber si al otro día pagaba las consecuencias con las peores resacas y la respuesta de su hermana, cargada de odiosa verdad: «Porque es idiota».

Haciendo un esfuerzo por ignorar el martilleo dentro de su cabeza y obligando a sus ojos a soportar el brillo del sol que se colaba por la ventana, Sehun tardó lo suyo en darse cuenta de que aquella no era su habitación. El desastre imperaba por donde se mirara, justo como en su dormitorio, pero los artículos personales que tapizaban el sitio no eran, ni por asomo, de su propiedad. ¿Por qué tendría él un ridículo gorro con forma del pez Nemo?

El ronquido que le llegó desde el piso descubrió pronto al dueño de la habitación.

—Joder, sunbae, gruñes como oso en hibernación —se quejó, buscando una almohada para tirársela al rostro del tipo tendido bajo la cama.

Su nombre era Donghae y, como Hani, era amigo del dueño del salón de belleza. Debía su fama en la universidad por ser el capitán del equipo de baloncesto y una verdadera promesa del deporte a nivel nacional. No fue casualidad que Sehun lo conociera, pues ya desde antes de que los presentaran le había visto jugar en internet, en una de esas transmisiones que los estudiantes compartían y que rápidamente se volvió viral.

Lo que quizás sí contara como casualidad, fue el giro de la botella que los apuntó, eligiéndolos para compartir un beso a mitad de una fiesta y marcar un antes y un después en la vida del universitario. «A veces me arrepiento de haberte besado, es decir, fue horrible, pero si no lo hubiera hecho, jamás habría reunido el valor para salir del clóset», le dijo Donghae, un tiempo después y Sehun no supo si golpearlo o sentirse halagado.

Eran amigos desde entonces, no lo suficientemente lejanos para la tranquilidad del novio del mayor, pero sí lo necesario para acabar echando fuera de su propia cama al basquetbolista.

—¡Cierra el pico, hombre! —bramó Donghae, abrazándose a la almohada que acababan de lanzarle para seguir durmiendo.

—¿Cómo llegué aquí?

—¡De milagro! —gruñó el mayor, todavía con los ojos cerrados—. No iba a hacerlo porque, bueno, Hyukjae te odia, pero hiciste un buen berrinche para que no te dejara con esa chica... no recuerdo su nombre, y no me dejaste de otra.

—¿Qué yo qué?

No iba a negarlo, estaba sorprendido.

Puede que no fuera el típico fuckboy que no puede pasar un día sin enrollarse con alguien, pero tampoco era un santo y hasta dónde él sabía, no había ocurrido jamás que se negara a tontear. Sobre todo si la oportunidad se le presentaba como caída del cielo. Entonces, ¿cuál podría haber sido el motivo para huir de una chica interesada en él? La respuesta parecía estar ahí, al fondo de su adolorida cabeza, pero el pelinegro se encontró incapaz de distinguirla y por su bienestar mental, optó por rendirse antes de destruirse los sesos.

—Debo irme, no sé si mis amigos habrán llegado bien a sus casas y le prometí a mamá que volvería para el desayuno aunque ella no estuviera.

—Sí, por favor, lárgate ya —lo secundó Donghae, tumbándose boca arriba—. No me dejas dormir y Hyuk vendrá en cualquier momento.

—Hace siglos de aquel beso, tu chico debería haberlo superado, igual no fue para tanto.

—Se nota que no lo conoces, ese hombre es terco como una mula.

De chicos malos y ratones de biblioteca || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora