«Una especie de amistad»
—¿Es no-no-nor-normal que du-du-due-duermas aquí?
Sehun torció una sonrisa.
La maestra de inglés había tenido que retirarse por una emergencia y sin ganas de pasar la última hora atrapado en el aula, aprovechó que nadie miraba para escabullirse y echar una siestita. Podría haber ido a la biblioteca o a la azotea, quizás incluso al salón de música que pocas veces se ocupaba, pero por alguna razón prefirió andar hasta la cancha.
Ahora lo entendía. Y es que no sabía lo mucho que ansiaba escuchar de nuevo aquel dulce tartamudeo, hasta que el pequeño ciervo se plantó frente a él.
—Tal vez —repuso, sin dignarse a abrir los ojos. En lugar de eso, acomodó los brazos a modo de almohada. Luego, agregó, como una especie de chiste privado entre los dos:—¿Qué hay de ti? ¿Es normal que espíes al equipo en días de práctica?
—N-No los e-es-espío.
—Sí, claro.
—No lo ha-ha-hago —insistió Luhan, aferrando las correas de su mochila—. Cual-Cual-Cualqui-Cualquiera puede ve-ve-venir a verlos.
—Pero no todos se deshacen en suspiros por el quarter...
La diversión que le provocó burlarse duró lo mismo que un suspiro, pues lo siguiente que sintió fue la patadita que el castaño le atinó en la pierna.
—¿Qué fue eso? —preguntó, sin dar crédito a que un ratón de biblioteca resultara ser tan violento. Luhan estaba colorado, pero por encima de la vergüenza que le provocaban sus acciones, estaba decidido a proteger su secreto y no permitir que nadie, además del pelinegro, descubriera su enamoramiento.
—No ti-ti-tie-tienes que gri-gri-gritarlo. Y para tu in-in-info-información, vine a ver a al-al-al-algui-alguien más.
Sehun arqueó una ceja.
—¿Ah, sí? —preguntó—. ¿A quién?
—No te im-im-im... ¡No te importa! —exclamó y se alejó, sin darle tiempo a reaccionar.
Podría haberle creído, de no ser por ese último arrebato que más que cortante, se le antojó adorable y aunque pocas veces dejaba a los otros tener la última palabra, en esa ocasión admitiría su derrota y el hecho de que el ciervo, definitivamente, sabía plantarle cara.
Al otro lado de las gradas, ocupando su sitio habitual, ni muy arriba ni muy abajo, Luhan se desinfló como un globo, todavía sin dar crédito a lo que acababa de pasar. ¿Golpear y responder a chicos con tan mala pinta? Para un nerd, introvertido y cobarde como él, ese tipo de cosas sólo podían resultar en suicidio y no sabría decir si seguir vivo tras irse de lengua y dejarse dominar por los impulsos, hablaba de su talento para huir o de la buena voluntad del motero.
El silbato del entrenador lo hizo desviar su atención, recordándole en el acto por qué había ido al campo.
Hubo apenas un saludo, antes de que Yang cediera el control al quarterback. El chico se adelantó para hablar al equipo, describiendo el propósito de la práctica de ese día y dando a sus compañeros un oportuno recordatorio sobre el partido del viernes.
Se lo veía increíble, algo más que sólo guapo. Si fueran plantas, Jongin sería la flor más bella de todo el jardín porque la fotosíntesis tenía ese efecto sobre él. La luz del sol besaba su piel y a cambio del brillo que le proporcionaba, Kai devolvía al mundo calor, alegría y ganas de vivir. Verlo era como gozar de un día de primavera o presenciar el descenso de un astro en la tierra.
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De chicos malos y ratones de biblioteca || HunHan ✔
Fanfic🏍 Ser invisible tenía sus ventajas: poder suspirar por el quarterback del equipo y que nadie supiera de su enamoramiento, por ejemplo. Hasta que al chico malo del instituto se le ocurre reparar en su existencia y LuHan pasa de vivir en las sombras...