60.- Todos matan lo que aman

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Mierda, mierda y mil veces mierda. Tengo mucho miedo, siempre le he tenido miedo pero está vez si me va a mandar derechito al mismo infierno y lo merezco, me acosté con su novio y no tengo ni la decencia para decir que me arrepiento, creí que tal vez solo me iba a evitar pero ya veo que no será así. Me encomiendo a todos los santos para que no me odie tanto.

Estoy frente a su puerta considerando escapar, saltar por la ventana, hay un árbol y me creo lo suficientemente capaz de bajar por el pero tengo que estar en su boda y también tengo que pedirle perdón. Toco la puerta esperando que no me conteste pero obviamente no es así. 

—Adelanté —dice y a mi parecer suena muy tranquila, entro a la habitación y ahora solo es un espacio blanco, solo esta la cama sin hacer y tres tocadores pequeños, en frente de uno de ellos ya se encuentra Marian limpiando su cara pero lo que más me gusta y le da un toque mágico a la habitación es su vestido puesto sobre un maniquí—. Se ve hermoso, ¿no? Es el vestido que siempre soñé y el novio que siempre quise.

Eso ya me lo había dicho y ahora sólo me lo repite para que me duela pero ciertamente eso está de más, lo único que me interesa ahora es conseguir su perdón y nada más. 

—Marian yo solo quiero… —se pone de pie hasta estar frente a mí y de un instante a otro levanta la mano tan rápido que no tengo tiempo de evitar que se estrelle contra mi cara, un ardor me recorre la toda la mejilla izquierda, me llevo una mano a ella y me quedo mirando a Marian, está furiosa.  

—¿Ibas a pedir perdón? —repito una y mil veces en mi mente que tengo que calmarme y no reaccionar de la misma manera, nadie nunca me había golpado y nunca imaginé que Marian sería la primera— Pues bien te perdono, nunca creí tener el coraje para hacer eso pero tampoco te creí capaz de acostarte con mi prometido; es lo más asqueroso que has hecho en tu vida.

—Lo sé, y no tienes idea de cómo me mata haberte decepcionado, pero yo… hay algo que me llama a él, esa noche paso —me apartó la mano del rostro y me miró de reojo en el espejo, tengo un poco roja la mejilla y para mí suerte no hay ninguna marca que no se quite en unos minutos, sin embargo ver la expresión de Marian me está doliendo mucho más—. Te juro que no se volvió y no se volverá a repetir.

—No puedo creer en sus promesas ya veré los hechos —se da la vuelta y regresa a sentarse frente a su espejo—. Eras muy buena en literatura, ¿recuerdas ese poema? La Balada de la Cárcel de Reading, hay un fragmento que me encanta —conozco el poema pero no es de mis favoritos—. Que todos matan lo que aman. Los unos matan con su odio, los otros con dulces palabras: El que es cobarde, con un beso. Y el valiente, con una espada —cuando lo termina de recitar ya tengo bien claro el punto— ¿Vas a seguir matándome, vas a seguir matando a Jonathan, a Adam?

—No, mis intenciones jamás han sido esas —yo no quiero matar a nadie— no pensé en nada pero debí hacerlo, ahora sólo me queda esperar que me perdones. Haré lo que sea necesario para resarcir todo el daño que te he hecho.

La veo flaquear, su mirada se pierde y puedo ver qué me quiere creerme, ella siempre ha querido creer que soy buena, no lo soy, soy una hija de puta no estoy orgullosa de ello pero quiero intentar cambiar, por mi bien y el de los demás, yo no puedo seguir siendo como soy.

—Puedes empezar llamando a las demás, necesito que Anna me ayude a maquillarme y Joanna me va a peinar —ojala ellas no se enteren, por lo menos no por ahora—, tu puedes hacer lo que siempre, intenta verte mejor que yo. Esta es nuestra última competencia, porque de ahora en adelante dudó mucho que quieras y puedas ganarme.  

Destino [Saga Amores Incesantes #1] || Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora