Estaba en el espejo.
Esa... cosa, tenía una sonrisa asomándose en sus labios. Una sonrisa maliciosa, una mirada mirándome fijamente en el cristal. Aún recuerdo como no podía pensar claramente y el habla no se reproducía en mí ser, ni siquiera podía gritar, solo correr.
— ¡Mamá! ¡Mamá! ¿Dónde estás? — Mis gritos en ese momento fueron ensordecedores, o por lo menos eso pensaba entonces. Nunca había gritado de esa forma, no debía hacerlo. Eso me lo había enseñado siempre mi madre. No estaba... Mamá no estaba en ese momento y yo perdí toda cordura ¡Por que era imposible que esa cosa estuviera en el baño!
¿Y saben qué? No, no me equivocaba. No seguía allí.
Sentí una presencia a mis espaldas y luego una mano en mi boca, ahogando mis gritos.
— ¿Estás segura de lo que estás haciendo, Alessia? Si yo fuera tú lo dudaría un poco. — Una pausa. Podía sentir como se divertía a mi costa. El miedo estaba al tope en mi interior en esos momentos. — Gritar tan alto es descortés ¿No es eso cierto? De igual forma, me parece descortés que no me mires cuando te hablo, querida gemela.
Si antes podía correr lento y no era muy útil, fue mucho peor en ese momento. El miedo me tenía paralizada.
Me soltó. El terror parecía una cuerda atada a mí. No podía moverme, ni mucho menos girarme. Al final no fue necesario, ella se movió para encontrarse con mis ojos. No miento al decir que era literalmente idéntica a mí. Como una gemela, ella lo había dicho. Me vi a mi misma, y ahora no era en un espejo, pero no era yo.
Esa sonrisa juguetona nunca fue mía, jamás me perteneció.
"Estaba delirando o más bien esto tiene que ser producto de mis sueños. ¡Eso era!" Esos pensamientos pasaron por mi mente. Para ser sincera sigo sin saber que tan ciertos pueden ser.
— ¿Alessia? ¿Nunca has escuchado la frase que dice que las personas bondadosas siempre sufren más que las despiadadas? Es una oración bastante interesante, nadie es bondadoso ni despiadado todo el tiempo. Hay que tenerlo claro — Una de las luces en la estancia se rompió, yo pegué un gritito. A quién o qué me estuviese hablando no parecía importarle — Comencemos hablando sobre los despiadados, en su mayoría son terriblemente orgullosos y por lo tanto es más difícil que se unan al otro bando —Un chasquido de dedos, otra luz rota, faltaba una. Nunca había dejado esa inquietante sonrisa — Los bondadosos, siempre tratando de ayudar, de ser perfectos hasta cuando no pueden y no tienen otro remedio que aparentar, ya que el ego de este grupo de personas no es muy bajo que digamos. Entonces... ¿En qué bando estás ahora?
— Los bondadosos — tartamudeé, incapaz de mirarla a esos ojos profundos y acusadores, juguetones y divertidos, iguales y tan diferentes a los míos.
— Y justamente ahí está tu mayor debilidad. ¡Vives estresada solo por no querer cometer algún error! No sé tú pero no me parece lógico. No vine a hacerte daño, solo a aconsejarte. — Alcé mi vista por primera vez en nuestra "conversación" y ella me dio esa característica sonrisa suya. — A mi manera evidentemente.
No contesté nada.
— Ten buena noche, Alessia.
Y así la última lámpara se rompió y quedé sumida encompleta oscuridad.
ESTÁS LEYENDO
Mil y un títulos
Kısa HikayeRelatos cortos de mi autoría que terminan enamorándome y corriendo por mis neuronas pidiendo salir