CAPÍTULO 8: LA FUGA DE TRASGOLANDIA

3 3 0
                                    

— Esto es insultante, preferiría ser comido por los trasgos que esto.— se queja el enano mientras se estira el tutú que lleva puesto.— Que penaran mis ancestros de mi...

— Pues yo pienso que te queda muy bien, resalta el marrón de tus ojos.— Le dice Línkolas alegre.

— Maldito elfo.— Grita Turkin abalanzándose sobre el elfo. — Te voy a partir las piernas.

— Calma, calma. — Dijo Prunk mientras los separaba. — Que aún nos va a ensartar.

Aunque en realidad los trasgos estaban la mar de contentos y se divertían con las excentricidades del dúo enano elfo.

Esa noche están celebrando la muerte de La Acechadora. Nuestros valientes combatientes volvieron al hogar de los trasgos y le explicaron al jefe que ya odian estar tranquilos que su molestia ya estaba eliminada. Gurplin envió a un grupo tembloroso para que se cercioraran de la muerte de La Acechadora y que trajeran alguna prueba ja que con las prisas el grupo no había llevado nada.

Al cabo de un rato el grupo de trasgos volvió a la caverna principal arrastrando a la inmensa araña de sus patas y allí en medio la dejaron. Se escucharon murmullos de exclamación y sorpresa y luego toda la cueva estalló en un griterío y carcajadas. Los trasgos abandonaron la seguridad de sus casas y empezaron a patear el cuerpo inerte de la que hasta aquel momento había sido su perdición. El clamor era apabullante

— ¡ Silenció!— Ordenó Gurpli— Mu bien masbuguars hais complido con mi orden. Noche esta comer gigante araña guarnecido con enano seboso.

— ¡Eh! Un momento.— Interrumpió Prunk.— El acuerdo era que el enano se le liberaba.

Después de meditar unos segundos y viendo que el grupo había conseguido matar a La Acechadora, consideró que lo mejor era respetar el acuerdo.

— Mu bien. Recompensa merecéis por matar Acechadora.— Dijo finalmente el trasgo.— Soy un líder que lo que dice cumple. Soy un soberano bueno. ¡Al enano soltad!

En medio de escupitajos y puñetazos por parte del enano unos cuantos trasgos, con los ojos hinchados, consiguieron dejar a Turkin al lado de sus compañeros.

— Menuda has liado amiguito.— Le dijo Línkolas.

— Cállate elfo o te arranco la lengua.— Contesta el enano entre dientes.

El resto del día les hacen cargar cosas de un sitio a otro y acompañar a las expediciones a por comida al estanque. Pero no es hasta cuando ya está todo preparado para un gran banquete que los obligan a ponerse un tutú por encima de sus armaduras y un burdo gorrito con campanitas y con colores chillones y fluorescentes, parecían una mezcla entre luciérnagas payaso y bailarines.

Lo más complicado de la situación fue cuando querían embutir al enano dentro de esos ropajes, ya que el rudo Turkin se negaba por completo, de hecho, le rompió la nariz a un par de trasgos que se habían acercado demasiado. Pero al final las desenas de lanzas apuntándolos y los centenares de arqueros con sus flechas listas lo hicieron desistir.

Y así se encuentran ahora, bailando para los trasgos mientras el bardo toca su laúd. A parte de entretener a los comensales su función también es servirlos.

— Esto es muy divertido.— dice Línkolas riendo mientras toca una entretenida tonadilla que embalsama a los trasgos.— Venga enano, báilanos.

— Te voy a matar— dice Turkin a la vez que le da una patada al elfo, que lo hace dar unos saltitos de dolor, aunque no deja de toar.

— Tú enano. Baila.— dice el jefe trasgo pinchando el culo del enano con una lanza.

Sin otro remedio el enano barbudo se pone de puntillas y empieza girar sobre si mismo y a dar saltos extendiendo sus cortas piernas. Luego movía sus pies y sus brazos aleatoriamente.

EL NEKOMANTEWhere stories live. Discover now