CAPÍTULO 9: SALIR DEL FUEGO PARA CAER EN LAS BRASAS

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Llevan un par de horas deambulando por debajo de los arboles guiados por la cazadora Eledaila. Ella era una experta en guiarse por dentro de los bosques y encontrar la salida hasta del laberinto más enrevesado. A pesar de eso la lluvia empaña su avance y el grupo empieza a tiritar de frio. De hecho, sino fuera por el agua ya habrán acampado, pero era mejor buscar un refugio, pero al parecer en aquel bosque no había nada que les sirviera, así que no tenían más remedio que salir de él y buscar alguna población o asentamiento.

Cansado por los acontecimientos en la cueva de los trasgos, llenos de barro y mojados hasta la ropa interior siguen con ahínco buscando una salida. Cuando de repente se encentran con una explanada.

—Por fin —suspira Prunk.

—Os lo había dicho, dejándomelo a mí y os llevaría a buen puerto —dice Eledaila orgullosa de sí misma.

—No quiero aguaros la tranquilidad —dice irónicamente Línkolas—. Pero creo que hemos atracado en el peor puerto posible. Mirad.

Iluminada por un oportuno rayo el grupo consigue ver que la explanada está infestada de esqueletos que llevan armaduras y espadas oxidadas. El grupo había salido del fuego de los trasgos para caer en las brasas de la muerte, aunque esta aun no los había detectado.

—¿Qué hacemos? ¿Volvemos al bosque? —pregunta Línkolas.

—Estoy hasta las narices de parecer un perro mojado. Prefiero mil veces partirles los huesos a esos esqueletos que meterme otra vez ahí dentro —responde Turkin.

—No me gusta la idea de deambular por entre los muertos y menos de noche, pero el enano tiene razón, si volvemos al bosque podríamos perdernos y al final enfermar por el agua. —opina Prunk.

—¿Qué tal si nos dirigimos hacia aquella torre? ¿Igual hay alguien y nos dan asilo y si no hay nadie pues... nos colamos —propone Línkolas?

—¿De que torre hablas? Yo no veo ninguna... —dice Eledaila a lo que le responde un rayo que vuelve a iluminar la zona y ahora el grupo si la ve.

A unos centenares de metros se alza imponente bajo la intensa lluvia una torre de color azul. En parte esta recordaba a un faro puesto en medio de una pradera. No tiene mucho sentido eso, pero el coincidió que efectivamente eso era un faro.

—Ay no, ya se que es eso —dice Prunk—. Esa es La Torre del Paladín Loco

—Oh no, más locos no, con uno ya tenemos bastante —dice Turkin.

—Prefieres quedarte bajo el agua, enano —dice Zanna.

—No se si lo entendéis, pero tiene ese nombre por que allí dentro vive literalmente un paladín que se volvió loco —apoya Prunk a Turkin—. Es un tipo bastante peligroso igual te ayuda como te hecha un rayo y te parte por la mitad, según le parezca.

—¿Qué otra opción tenemos? —pregunta Eledaila.

—Grr, al parecer ninguna —dice Prunk rechinado los dientes—. Está bien, pero Línkolas mantén la boca cerrada cuando tratemos con él, puede ser muy susceptible.

—Bueno no te prometo nada —responde el elfo.

Prunk esta a punto de contestarle cuando el sonido de unos tambores y el entrechocar y armaduras los envuelve. Al parecer los esqueletos han descubierto al grupo y están comunicándose entre ellos para atacarlos.

—Bueno, si alguien pensaba acercarse en sigilo a la torre el plan se ha ido a la porra — suspira Prunk frotándose la frente—. ¡Corred hacia ella!

Sin mas demoras el grupo empieza a correr en dirección a la torre perseguidos por los esqueletos. La tormenta arrecia y empiezan a producirse más y más rayos. La carrera provoca que los rayos se dirijan hacia ellos y los esqueletos, ayudados por las placas de metal de las respectivas armaduras y escudos. El grupo alcanza a ver como uno de estos impacta de lleno en uno de los esqueletos reduciéndolo a polvo. Zanna consigue desviar algunos rayos que se dirigen hacia ellos con los pocos conjuros que le quedan de reserva, pero eso no lo podrá hacer por mucho tiempo más. La vida del grupo depende de lo que tarden en llegar a la torre.

Por su parte los esqueletos avanzan a gran velocidad sin miedo a terminar pulverizados y hay incluso algunos de ellos que empiezan a disparar sus flechas hacia nuestros aventureros. Estas pasan silbando muy cerca de sus cabezas y se incrustan en el barro.

Corriendo aupados por el fuerte viento que sopla a favor ven como el misterioso faro poco a poco se va haciendo más y más grande a mesura que se acercan a su base. Ya son capaces de ver el muro de piedra que rodea a este. Solo les falta un poco más para llegar.

Una explosión provocada por el impacto de un potente rayo hace que caigan al suelo y se revuelquen por el barro. Prunk se levanta rápidamente escupiendo barro y observa a su alrededor para ver cómo están sus compañeros. Se tranquiliza al ver que ellos también se están levantando, aunque el pobre enano está completamente cubierto de lodo. De hecho, parece que se haya caído dentro de una marmita de chocolate, destacando el blanco de sus ojos. Pero su tranquilidad desaparece de inmediato al darse cuenta de que sus enemigos ya están prácticamente encima de ellos.

Prunk azuza a los otros a que corran. Por el rabillo del ojo el fornido guerrero ve como una espada se acerca a su cuello y consigue levantar el escudo justo a tiempo para hacer que salten las chispas al entrar en contacto el óxido con el acero. Turkin, moviendo su hacha de costado a costado, se pone al lado del humano y parte por la mitad la columna vertebral de su enemigo como si se tratase de un árbol talado otra vez mientras el se dedica a cubrirlos. Turkin se pone a su lado. El dúo se dedica a cubrir al resto, andando hacia atrás, que ya ha llegado a las puertas y aporrean ansiosamente las duras puertas de metal.

La espada de Prunk se atasca en una costilla de otro esqueleto, pero Turkin da un cabezazo al torso de huesos con su cabeza, ayudándose de su casco consiguiendo que Prunk consiga desatacarla gracias al impacto, el cual aprovecha la inercia para rodar sobre si mismo y cortar la base del cráneo de la calavera, haciendo que este rodara por los aires abriendo y cerrando la boca. Aun así, los enemigos se están acumulando y los dos combatientes no ahondan lo suficiente.

—¡Abra por favor¡ ¡Necesitamos ayuda! —grita Eledaila en medio de los truenos—.

A pesar de los gritos y los golpes la puerta permanece inmóvil, mojada bajo la tormenta. El grupo empieza a desesperarse y mas aun cuando Prunk y Turkin llegan a su altura y se quedan atrapados entre sus enemigos y el acero de la puerta. Eledaila saca una daga, aunque no es de mucha utilidad y a Zanna no le queda ningún hechizo útil para la situación y los que podría utilizar esta demasiado agotada para utilizarlos. Pero todo cambia de repente cuando Línkolas coge su laúd y empieza a cantar.

—Ay paladincito tus sirvientes somos. Te rogamos que vuesa merced tenga la bondad de abrirnos las puertas para ayudarnos en tan aciaga noche. Los esqueletillos nos acorralan y nos van a dar matarile si no nos abre. ¿ Permitirá noble paladín que unos inocentes mueran en sus puertas sin mover un solo dedo?

De sopetón aparece un claro entre las nubes, haciendo que los rayos plateados de la luna eliminen la figura del elfo. Al mismo tiempo la electricidad empieza a acumularse en la punta de l faro, para al poco tiempo lanzar una descarga que pulveriza al grupo de esqueletos que tenían rodeados a lo viajeros.

Aun deslumbrados por la explosión escuchan como detrás de ellos la puerta empieza a chirriar y esta se abre lentamente lo suficiente para que puedan acceder al interior.

EL NEKOMANTEWhere stories live. Discover now