Capítulo 12

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Si alguien no me despertaba de ese sueño, iba a sufrir un atáque de pánico. 

Había perdido primerto a Max, y ahora Sam se había ido, estaba solo en una habitación con una chica rubia que había matado a uno de mis mejores amigos. 

- ¿Quién eres? - Le pregunté, o, mejor dicho, le grité, enfurecido. 

- La persona que te sacará de esta pesadilla, si logras superar tu reto. 

No entendía lo que estaba pasando, todavía podía sentir la herida que sangraba en mi pierna, no sabía en dónde estaba Sam o si estaba a salvo. 

- ¿Qué quieres de mí, qué hiciste con Sam?

La chica rubia sonrió. 

- ¿Acaso no lo entiendes, Alex? - Negué con la cabeza. - Tú eres la pieza más importante en esto, has demostrado ser digno para este procedimiento que vamos a seguir, eres lo suficientemente fuerte para soportarlo. 

- No entiendo de qué habla. - Repetí, mientras sentía cómo el enojo se iba acomulando por mi cuerpo. - ¿Qué hizo con mis amigos?

- Lamentablemente Maxwell no pudo irse al otro lado, Sam escapó de mis manos, pero todavía te tenemos a ti, Alex... 

Quería gritar, decirle que me devuelva a mis amigos, pero, ahora, sentía una presencia más dentro de mí que hacía que no pudiera decir nada. 

- Al parecer, los controladores ya tomaron el asunto, te dejaré en sus manos, te deseo la mayor de las suertes. 

En un solo abrir y cerrar de ojos, la figura de la chica rubia desapareció entre las sombras. 

- Genial. - Dije, al ver que otra vez estaba completamente solo, o eso creía hasta que escuché un fuerte estruendo desde el segundo piso. 

- ¿Quién está ahí? - Grité, esperanzo que alguien me escuchara. Al no obtener respuesta alguna, me apoyé de la pared y empecé a subir cojeando las escaleras de madera que rechinaban bajo mis pies. 

Un fuerte olor a sangre se hizo presente que, al parecer, venía desde el piso y, al bajar mi mirada a las escaleras, pude observar manchas de pisadas que alguien había dejado ahí y, justo cuando las vi, el sonido se escuchó en las paredes de la casa, como si alguien estuviera caminando en ellas. 

- ¿Hola? - Volví a llamar, a quien sea que estuviera haciendo los ruidos, pero, de nuevo, nadie respondió. 

Seguí subiendo los escalones lentamente, pero mis pasos se aceleraron cuando escuché pisadas detrás de mí, fue ahí cuando empecé a saltar de dos en dos las escaleras y correr hasta la segunda planta. 

Cuando llegué, volteé a ver a mis espaldas para ver si alguien me estaba siguiendo, pero no había nadie. Sabía que todo eso era obra de las personas que crearon este mundo simulado, como lo habían llamado Paige y Walker, sabía que todo esto lo estaban creando ellos para que me asustara, para que les tenga miedo, a ellos y a de lo que eran capaces de hacer, porque ya nos habían secuestrado, habían matado a Max y se levaron a Paige y Walker, y ahora se habían llevado a Sam. 

- Sé que ustedes están haciendo esto. - Dije a la nada, mirando hacia el cielo para que los simuladores sepan que me dirijía a ellos. - Ustedes mataron a Max, fueron los culpables de que el edificio se destruyera, lo hicieron todo a propósito, ya no caeré más en sus juegos de mierda. 

Otro sonido, esta vez más fuerte, se había escuchado en las paredes del techo de la casa. 

- No es real... nada de esto es real... - Repetía, para que mi mente lo creyera y no entrara en pánico, pero el miedo se estaba apoderando de mí, ganándole al optimismo. 

Los ruidos se hicieron más fuertes, ya no podía desifrar de dónde provenían, parecían ruidos de gente caminando por las paredes, como si estuvieran tratando de romperlas y entrar a la casa. 

Me agaché en el suelo, cerrando los ojos y tapándome las orejas para evitar oírlos. 

- No es real, no es real... 

El sonido de pisadas por las paredes pararon por un momento pero, como ya estaba muy familiarizado con el género de las películas de terror, sabía que esto no había terminado, y cuanta razón tuve al pensar en eso, ya que algo más pasó esa misma noche: Sam había aparecido. 

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