La cura siniestra

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Por la mañana los Zimmer despertaron conociendo ya la rutina.

Empacando lo poco que llevaban con ellos, dos pequeñas maletas por cada uno de ellos.

Muchas veces ni siquiera desempacaban, un mes se iba rápido.

Madison en busca de su pequeña maleta entró a la habitación de su hermano.

Casper se encontraba sentado en la cama, mirando como la luz entraba por su ventana, estaba ahí pero a la vez no.

—Cas —lo llamó su hermana— Cas.

Su hermano no reaccionó, ella simplemente se sentó a su lado.

—Hey... ¿Estás bien? —preguntó tomando su mano.

—Estaba muerto —contestó sin mirarle— Lancaster me mató... él me disparó Mad, y lo sentí, sentí la bala atravesar mi cabeza y luego... nada —exclamó desesperado— no hay nada, solo un vacío que te llena de desesperación.

Estaba perdido, su hermana tomó su rostro con delicadeza y besó su frente para después mirarle a los ojos.

—Estás vivo —le recordó.

Ella tomó la mano de su hermano y la colocó en su pecho.

—Lo sientes, es tu corazón latiendo una y otra vez llevando sangre a tu cuerpo, estás vivo, estás aquí conmigo y no dejaré que nada te pase —le aseguro abrazándole con fuerza.

Su hermano se desbordó al llanto.

—Como puedo volver a vivir sabiendo lo que es estar muerto —le susurró.

—Porque estamos contigo —respondió Mad besando sus mejillas.

—Ahora —susurró aterrado— antes creía que seguir viviendo de esta manera era lo peor que me podía pasar, pero no es así, donde estuve... donde estaremos cuando muramos es peor que lo que hacemos.

Mad suspiró abrumada y abrazó a su hermano con fuerza para calmarle, no había nada que pudiera decirle que pudiera hacerlo sentir bien.

En un punto tendría que volver a ese lugar.

Los hermanos bajaron a desayunar, Dyre con una sonrisa en rostro.

—Ya quiero que sea de noche —sonrió animado.

—Yo igual —suspiró Mad, entre más rápido fuera el juego más rápido se iría de ese lugar.

—Todos —agregó Sander cansado.

Los chicos se dispusieron a su rutina a excepción de Sander quien terminaría por arreglar el juego.

Los chicos iban camino a la escuela tan tranquilos como siempre mientras Caleb se encontraba en el hospital.

Dean había tenido una mala noche, su corazón se había parado dos veces y los doctores no creían que resistiera otro paro.

—Tienes que resistir hermanito —pidió Caleb tomando su mano— solo unas horas más y ganare el juego —aseguró.

No hubo respuesta, el tubo dentro de su garganta se lo impidió, estaba tan lejos de la vida y a un paso de la muerte.

Su hermano mayor besó su frente y le susurró una promesa qué tal vez no podría cumplir.

Salió del hospital listo para enfrentar el juego, pero primero necesitaba información.

Madison caminaba por los pasillos de la escuela, mirando a las personas, imaginando quién estaría esa noche.

The End Of  The GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora