The Prodigy

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El tronar de la madera se escuchaba por todo el lugar, el aroma a viejo penetraba hasta los huesos y el ambiente desolado fragmentaba el alma.

Era aterrador el sentimiento que un lugar podría causar, aún más aterrador lo que estaba por pasar.

Aquel lugar que tomaría como escenario estelar la masacre de cada mes estaba por estar listo.

Aquella juguetería había sido abandonada hace ya años, olvidada en lo más profundo del bosque.

¿Por qué una juguetería en lo profundo de un bosque?

La respuesta era simple, atraer a los niños era fácil, escucharles suplicar por sus vidas no tanto.

Los hermanos Zimmer habían trabajado en ella todo el tiempo de su estadía.

Cámaras, micrófonos y una que otra remodelación al lugar estaban hechas, el recinto sería ocupado para una sinfonía de gritos.

Esa noche, aquella obscura y fría noche Lancaster salió de su hotel con dos maletas que representaban su vida.

Cualquier rastro de su presencia en ese pueblo se desvanecería, nadie recordaría aquel hombre en cuestión de días.

Determinado Lancaster condujo hasta la sede donde el mismo iniciaría su festín.

Listo para la caza el joven Lancaster sacó el arma de su maletero.

Una pistola con seis balas, solo eso necesitaba para matar a Dyre.

Aunque el plan era solo ocupar una de ellas.

Entre los arbustos espero ansioso a que su cebo saliera y así fue.

Casper Zimmer sería el desafortunado en su plan.

En los pensamientos de los Zimmer no se encontraba Lancaster, cada quien tenía algo en mente.

Para Sander era el como desasearse de aquel chico que se había metido en sus vidas otra vez.

Para Madison la constante idea de olvidar a Caleb la acechaba a cada minuto.

Y Dyre... los únicos pensamientos que tenía era imaginándose devorando a las personas en el juego.

Todos los pensamientos se vieron intervenidos cuando aquel particular olor se hizo presente.

Un gruñido se escucho en la habitación alertando a los demás.

Sander y Madison salieron de la pequeña habitación de control para mirar la escena que el menor ya veía.

—Suéltalo —gruñó Dyre molesto.

La sonrisa de Lancaster se posaba con satisfacción, el arma apuntaba a la cabeza del mediano, un golpe hecho por la culata del arma estaba presente en la frente de Casper.

—Yo... no lo vi —confesó el castaño angustiado.

—Esta bien hermanito —lo calmo— sólo déjalo ir.

El mayor dió un paso pero el cazador enseguida reaccionó, el arma se posó más fuerte en su cabeza.

—Esto no es entre nosotros —les miró serio— una palabra de ustedes y le vuelo los sesos —sentenció.

El pequeño le miró atento, el piso empezó a temblar ligeramente.

—No no —dijo cargando el arma— con eso solo conseguirás matarlos a todos.

Dyre paró, no quería matarlo de una forma dulce, ahora quería devorárselo.

—Eh de admitir que pensé que contigo sería más difícil —sonrió burlón.

The End Of  The GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora