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Tal y como prometí, me presento al prestigioso hotel donde se lleva a cabo el aniversario de Royal Empire con mi mejor traje de etiqueta y dispuesto a someterme a un incómodo retroceso a mis años previos a la universidad.La corbata me aprieta y me siento no como si estuviera usando un traje, sino como si el traje fuera algún tipo de disfraz que me estuviera usando a mí.Es como si estuviera viendo la situación desde afuera, como si estuviera enajenado de mi propio cuerpo.

Me siento dentro de un papel que presiento que ya no me cabe.

Tan pronto como llego al evento me percato de que he perdido la facilidad a la hora de establecer conversaciones triviales y altruistas, ya que me cuesta mucho más fingir que son de mi interés.Detrás de la falsa preocupación y atención de las personas, detecto su curiosidad apenas encubierta detrás de los halagos.Y aunque me esfuerzo por corresponder sus observaciones con respecto a cosas como la bolsa internacional, cruceros a Brasil y el menú, mis ojos no dejan de buscar a alguien que me salve de tener que seguir sonriendo hasta que los músculos de mis mejillas se desgarren.

Desgraciadamente, nadie llega y parezco ser un imán para los invitados.Quizás sea porque no me he presentado a una reunión de sociedad en varios años o porque a la mayoría los mueve, como ya mencioné, una morbosa curiosidad sobre el supuesto hijo primogénito que rompió con la tradición familiar...quién sabe.Lo que sí es cierto es que soy bombardeado con preguntas y pomposos cumplidos por parte de personas que a penas conozco desde que pongo un pie en la recepción.

En cuanto consigo una oportunidad me disculpo e indico que preciso ir al baño, intentando zafar de la incomoda situación.Sin embargo, ni bien pienso que mi huida fue exitosa otra persona se cruza en mi camino.

—¡Ahhh, joven!—Un hombre mayor se aproxima hacía mí, sumamente sonriente—¡Hace cuánto tiempo no te veía! ¡Y pensar que eras de este tamaño la última vez que te vi...!—Inmediatamente indica un punto a la altura de su estómago, carcajeándose antes de sacudir mi mano efusivamente—Que tiempos, que tiempos aquellos...

En determinado momento termino escuchándolo durante aproximadamente cuarenta minutos porque asegura conocerme desde pequeño y saber mucho de mí.La situación me incomoda sobre manera ya que, por más que me esfuerzo y me machaco los sesos, no consigo recordarlo.Al principio considero preguntarle su nombre para ver si este significa algo para mí y trae a mi memoria algo pero la mortificación al ver al anciano tan feliz parloteando, completamente enfrascado en sus anécdotas, me impide pinchar la burbuja de ilusión que nos rodea.No quiero ser grosero o lastimar sus sentimientos siendo que parece ser la única persona sincera en todo el lugar, así que al final termino asintiendo amablemente y respondiendo a cada una de sus aseveraciones con cortas frases apreciativas para hacerlo sentir que tiene toda mí atención.

«Que extraño...» pienso en cuanto menciona un gato siamés que adjudica a mi pertenencia durante mi niñez.Incluso describe con lujo de detalles la textura de su pelaje, el color de su collar y su nombre: "Señor Bigotes".

Cristo.Yo no recordaba haber tenido ningún gato o mascota alguna debido al profundo odio de mi madre por los animales...¿era posible que lo hubiera olvidado?

—¡Cómo olvidar al Señor Bigotes!—Exclamo efusivamente antes de ocultar mi tensa sonrisa en la copa de champagne.

—Ese picarón siempre disfrutaba que le rascaran la barriga.Si que era un gato particular, eh...—El hombre se sonríe, transformando sus ojos en un par de líneas y decorando así su rechoncho rostro—¿Recuerdas que...?

—Disculpe, señor Wo, ¿le molestaría que le robara a mi hermano un segundo?

¡Al fin sonó la campana dando fin a la tortura!

What they say about her » ShinwonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora