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Volví a repasar cada detalle de la casa, en especial la habitación donde se quedaría Ben. Olía a vainilla (gracias a un ambientador), como él la primera vez que lo vi.

Los nervios me invadían, no sabía que iba a pasar esa semana. Literalmente, podía pasar cualquier cosa. La tensión que había entre él y yo se podía cortar con una servilleta, y si alguno de los dos daba un paso en falso, caería en los brazos del otro. Y no se quejaria.

Mi teléfono sonó desde la cocina y prácticamente corrí hacia él.

Ben
Voy llegando

Diez minutos después, el timbre sonó. Abrí la puerta rápidamente, y lo encontré con una expresión cansada. Sin embargo, tenía una sonrisa.

—Hola, Ben.

—Hola, preciosa —sentí que me derretía. Entró y miró atentamente el lugar—. Bonita casa. ¿Dónde dejo esto? —movió su espalda, mostrando su mochila.

—Ven —lo guié hasta la que sería su habitación esta semana, y él sólo lanzó la mochila al pie de la cama. Se sentó en ésta y me miró.

—Ven aquí —abrió sus brazos, y me acerqué a él para abrazarlo, ubicandome entre sus piernas. Rodeé sus hombros y él mi cintura, y pude percibir un leve olor a menta en su cabello.

Me tomó por sorpresa cuando se echó hacia atrás, tumbandome sobre él.

—¡Ben! —exclamé entre risas— ¡Sueltame! ¡Jones!

—No, llevo muchos días sin verte, déjame disfrutarte un poco más. Además esto es parte del trato.

Me callé y me alejé para verlo a la cara. Él la alzó y me robó un beso, tan rápido que no pude detenerlo, ni siquiera lo sentí.

—Que no se te vuelva costumbre.

—¿Qué? ¿esto? —repitió su acción.

—¡Ben! —le di un manotazo en el brazo y como pude me escapé de su agarre. Reí y cuando me iba a levantar, volvió a tomarme por la cintura, ésta vez dejándome debajo de él.

Mi imbécil corazón quería que bajara su rostro y me besara de verdad, pero mi sentido común me dijo que no estaría bien.

¡Sorpresa! Nunca sigo mi sentido común y siempre le hago caso al imbécil que nunca deja de latir.

Con mis manos en su cuello, hice que bajara su rostro hacia el mío, y finalmente, él unió nuestros labios. Mis ojos se cerraban mientras atrapaba su labio, saboreándolo, queriendo tener más de él. Él mordió el mío, haciéndome jadear levemente. Por alguna razón, sonrió. Y esto me dio la oportunidad para terminar de invadir su boca. Acarició la piel debajo de mi camiseta, y a pesar de que no subió más allá de la cintura ni bajó más allá de mis caderas, fue suficiente para hacerme perder el 5% de cordura que quedaba en mí.

No sé cuánto pasó, sólo sé que cuando nos separamos, sus mejillas estaban rojas y su cabello, que comenzaba a oscurecer, estaba desordenado. Lo miré a los ojos, porque me era inevitable.

—¿Qué tienes con mis ojos? —murmuró.

—Son hermosos, déjame ser.

Él se rió, y se levantó rápidamente. Me ofreció su mano y con su ayuda me levanté de la cama. Miré mi camisa, la cuál estaba un poco arrugada, y la de él también. ¡Hey, tengo hormonas! ¡No iba a aguantarme las ganas de tocar el cuerpo de el monumento que tenía sobre mí!

—¿Tienes hambre? —le pregunté. Asintió levemente y fuimos hacia la cocina. Saqué algunas frutas y leche de la nevera, e hice un batido para ambos— ¿Dónde están Gwil y Joe?

—Joe, con Arianne. Y Gwil... no sé, en realidad. Probablemente está con Rami en algún lugar.

—¿Vinieron todos? —pregunté con evidente emoción. El asintió y yo di pequeños aplausos— Me los vas a presentar, ¿verdad?

—Claro que sí —me dijo. Me dio un pequeño beso en la coronilla—. Me acostaré un rato. Fue un vuelo largo.

—¿Pero fue bueno?

—Sí —dijo antes de terminar su batido y desaparecer por el pasillo.

you should love me; b.hardy | pausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora