http://16_LA VIDEOCONFERENCIA

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Levi llevaba más de dos horas enviando mensajes de conexión por webcam a Hange, pero su amiga, que era el motivo principal por el que había decidido volver a conectarse con el mundo y reconducir el dolor que lo había paralizado, no respondía.

El chico de la habitación necesitaba contarle que había conseguido un documento que revelaba la Segunda Fase de la Estrategia Global de la secta Koruki-ya. No había tiempo que perder. Sin embargo, cada vez que mandaba una petición de conexión, su computadora le arrojaba el siguiente jarro de agua fría:
«El usuario Hange Zöe no está disponible».

Levi se puso a hacer flexiones para tranquilizarse. La excitación le hacía sentirse como un tiburón en un diminuto tanque de cristal. Daba vueltas y más vueltas alrededor de los nueve metros cuadrados de su habitación. Reconstruía mentalmente lo que había leído en el documento obtenido gracias a las claves enviadas por La luz aniquila la sombra y, a mitad del proceso, se abalanzaba sobre la computadora para comprobar que, una vez más, Hange seguía sin conectarse.

Su cabeza continuaba revolucionada, así que decidió hacer más ejercicio, en este caso unas abdominales, sin por ello bajar su actividad cerebral.

Al finalizar cinco sesiones, volvió a dar vueltas y más vueltas a la habitación, provocando que la cámara de vigilancia colocada sobre la puerta tuviera que moverse constantemente para que el paciente no saliera de ángulo.

Levi sabía que no le convenía que el doctor Hoffmann y sus ayudantes le notaran demasiado nervioso. Eso provocaría un aumento de la medicación y probablemente una sesión doble de terapia. Así que, de vez en cuando, se sentaba en la cama tratando de fingir serenidad, pero, al cabo de unos minutos, impulsado por su angustia, se levantaba de nuevo y se arrancaba con otra sesión de flexiones.

De este modo transcurrieron las horas hasta que, de pronto, sobre las dos de la madrugada, apareció un mensaje en la pantalla de su ordenador:
«El usuario Hange Zöe se ha conectado».

Levi saltó como un canguro sobre su escritorio y pulsó la tecla de conectar. Ni siquiera pudo esperar a que la imagen de su amiga apareciera con nitidez en el ordenador y, seguro de que el audio ya estaba conectado, bramó:

—¡¿Dónde has estado?! ¡Llevo más de cinco horas esperando que te conectaras! ¿Es que no recuerdas que me pediste ayuda?

Levi estaba tan fuera de sí que no se daba cuenta de que le gritaba a una chica que ni siquiera sabía que había vuelto a tener acceso a una computadora. Y probablemente habría seguido gritándole si, al fijarse la imagen de Hange en la pantalla, no lo hubiese inundado una ola de felicidad.

El chico de la habitación se tranquilizó de inmediato. Toda la inquietud que le dominaba un rato antes, toda la ansiedad por contar su descubrimiento, toda la rabia por no poder actuar más allá de aquellas cuatro paredes se disipó cuando, al fin, se reencontró con la chica a la que amaba.
—¿Por qué me gritas? —preguntó Hange de modo tajante.

Levi se quedó callado, temiendo que ella se hubiera enfadado y que se negara a hablar con él.

—No me gusta que me griten —continuó Hange —. No pienso permitir que nadie me grite
—Perdona, perdona —respondió Levi cuando vio que Hange colocaba una mano sobre el ratón, amenazando con desconectar—. Tenía muchas cosas que contarte y estaba muy nervioso. Lo siento de veras.

Hange dejó el ratón y miró a su amigo.
—Tienes mejor cara —le dijo en un tono reconciliador.

Levi se ruborizó. No había pensado en su aspecto físico y, aunque ella le acababa de halagar, aún no se sentía presentable. Se imaginaba delgado, pálido y sudado; también ojeroso por la falta de sueño absorbido por la investigación.
—Tú..., tú también estás muy guapa —respondió al fin.

-Levihan- La mujer con el corazón lleno de tormentas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora