Capítulo 1.

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El sol se va poniendo en el horizonte poco a poco, a las espaldas de Elliot. Su figura queda oscurecida por los diferentes colores del cielo que se extienden tras él. A nuestro al rededor, se escucha el murmullo de las personas que, al igual que nosotros, se encuentran cenando en la terraza del restaurante.

-No me creo que mañana empecemos las clases otra vez.-dice, tras lo cuál le da un mordisco a su hamburguesa. Yo sonrío. 

-A mi me apetece, ¿sabes?-respondo, y él me mira con una ceja levantada.-No sé, ¿no echas de menos tener algo que hacer, una rutina? Porque yo sí.

-Pues no.-contesta cuando termina de masticar, poniendo los ojos en blanco.-Me gusta más estar tirado en mi cama que estudiando, como a todo el mundo. Menos a ti, claro.

-No es que me guste estudiar.-intento explicarme, aunque sé que Elliot va a seguir pensando que soy una empollona. Termino de masticar y continúo.-Pero me aburro cuando no tengo nada que hacer. En el instituto por lo menos me entretengo. Hablo con gente.-me doy cuenta de que está tan ensimismado con su hamburguesa que probablemente no me está escuchando. Así que digo algo que sé que lo hará reaccionar.- Además, hoy he empezado a hacer deporte.

Elliot casi se atraganta.

-¿Qué has empezado a qué?-pregunta intentando contener una carcajada.

-¡Eres un capullo!-le digo riendo, y le tiro una patata.-Oye, no soy tan vaga como te piensas.

-Leila, tú solo haces deporte cuando tienes que correr para coger el bus.-dice, y yo agacho la cabeza.-Ni siquiera sacas buena nota en gimnasia.

-¡Mentira!-exclamo, y Elliot deja su hamburguesa en el plato y me mira con una ceja levantada.-Bueno, vale, vale, es verdad.-admito.-Lo he intentado muchas veces, pero es que el deporte no es lo mío.

-Si te vinieras conmigo a correr... pero siempre que te lo digo tienes alguna excusa.

-No son excusas.-le digo.-Es que siempre estoy ocupada.

-Leila...

-Es verdad, Elliot. Además, no tengo motivación. Ninguna. No hay nada que me haga tener ganas de hacer deporte.

-Venga, va.-dice sonriendo.-Vente a correr conmigo de vez en cuando. Te invito a cenar si lo haces.-yo levanto una ceja y lo observo en silencio.- ¿Al cine?-pregunta, pero yo no digo nada.-Un libro. Te compro un libro.

-Trato.-respondo sonriendo, y el pone los ojos en blanco.-¿Cuántos días? ¿Dos, tres?

Elliot suelta una carcajada.

-No, no. Si quieres tu recompensa, tienes que hacer deporte al menos hasta final de curso.

-¡¿Hasta final de curso?!-pregunto llevándome una mano al pecho. Mi mejor amigo sonríe.

-Es lo que hay. Si lo quieres, tienes que hacer deporte al menos un par de días a la semana hasta que nos graduemos.

Me llevo las manos a las sienes y las masajeo en pequeños círculos. Él me observa en silencio, con una sonrisa en los labios. Está convencido de que voy a decir que no, pero esta vez no voy a dejar que se salga con la suya.

-Está bien.-digo.-Lo haré. Pero por dos libros.

Elliot me mira sorprendido pero sin dejar de sonreír.

-¿En serio?

-Sí.-digo tajantemente.-¿Qué pasa, no me ves capaz?

-No, no.-dice levantando los brazos.-Yo no digo nada.

-Más te vale.-digo, y le apunto con el tenedor que tengo en mi mano.-Por los libros soy capaz de lo que sea.

Pasamos el resto de la cena hablando sobre cosas banales, le cuento a Elliot mis planes para este curso, lo nerviosa que estoy por ver con quién voy en clase, y le reprocho que esté en la modalidad de letras, ya que yo estoy en ciencias y apenas tenemos clases juntos. Él niega con la cabeza y me echa la culpa por ser <<una pringada de ciencias>>.

-Alice repite curso, ¿sabes? Así que no sé que será de mí este año. Va a ser el más aburrido de mi vida.

-Puedes aprovechar para hacer nuevos amigos.

Levanto una ceja.

-Soy la persona menos sociable que existe, Elliot. No sé hacer amigos.

-Bueno, conmigo sí supiste.

-¡Tenía ocho años!-exclamo sonriendo. El se ríe y yo pongo los ojos en blanco.- Mi capacidad para sociabilizar se extinguió hace mucho.-Elliot abre la boca para contestarme, pero se queda callado al ver algo a mi espalda. O más bien, a alguien.-¿Qué...?-comienzo a preguntar, pero al darme la vuelta me doy lo que pasa: Noah Parker se acaba de sentar a unas mesas de nosotros. Está conversando animadamente con un chico, y no creo que se haya dado cuenta de que estamos aquí.

-¿Es...él?-pregunto con nerviosismo. Elliot dirige la mirada hacia otro lado y contesta un <<sí>> cortante sin mirarme. 

El buen rollo que teníamos hasta hace un momento desaparece, y ambos pasamos el resto de la cena en silencio. Unos minutos después, acabamos de cenar, y tras tirar todo lo que ha quedado en la bandeja a la papelera, abandonamos la terraza.

-Oye...-comienzo a decir cuando subimos al coche. Elliot niega con la cabeza.

-No quiero hablar de ello.-responde mientras arranca el coche. Se gira sobre el asiento para sacar el coche del aparcamiento, y tras unos segundos entramos en la carretera. Pasamos el resto del camino en silencio, con la música de la radio de fondo.









La distancia entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora